Del Golpe de Estado a la Dictadura: Causas, Desarrollo y Consolidación del Franquismo (1936-1939)

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El Golpe de Estado y la Guerra Civil (1936-1939)

Con la llegada del Frente Popular al gobierno, se vuelven a nombrar gestores para el poder local, con una elevada carga de provisionalidad, ya que estaba previsto convocar elecciones municipales en abril. A finales de marzo, se producen numerosos atentados por parte de la Falange, lo que provoca su prohibición. La política del gobierno ante las reuniones y planes contra la República se basa en tres pilares:

  1. Todo aquel que se posicione como falangista o que realice política activa contra el régimen republicano será encarcelado.
  2. Se retiran las armas a buena parte de las milicias y del poder local, buscando reducir la conflictividad.
  3. Se desmantela, en pocos meses, la cúpula militar que había reunido Gil Robles, trasladando a los militares conflictivos a destinos diferentes y alejados entre sí.

Este desmantelamiento de la cúpula militar se entiende, en parte, por la petición que realizan Franco y Gil Robles a Portela Valladares, antes del resultado final de las elecciones, de convocar el Estado de guerra para permitir la toma del poder por parte de los militares. Sin embargo, Valladares opta por continuar con el proceso electoral. Cabe destacar también que Franco se presenta a las elecciones con Primo de Rivera en Cuenca.

Pese a que pueda parecer que el gobierno del Frente Popular estuvo dominado por una absoluta inestabilidad, existen datos que indican lo contrario: descienden las huelgas y los conflictos entre grupos políticos. A los golpistas les interesaba impedir que este gobierno se afianzase, mantener la idea de clima apocalíptico vivido en las elecciones y dar el golpe cuanto antes.

Así, es evidente que fue una época compleja y problemática, pero también es cierto que se produce un descenso del nivel de conflictividad por motivos laborales, sindicales y políticos, a pesar de que Gil Robles y Calvo Sotelo intentan, desde las Cortes, mantener el clima de violencia.

El Golpe y el Enfrentamiento

El golpe del 18 de julio refleja la naturaleza del régimen franquista, en tanto que todo se oculta o se reduce a un nombre: Franco, líder carismático y elegido. Sin embargo, el régimen no es solo una persona, a pesar de llevar su nombre. La forma de operar de la dictadura franquista esconde mucha complejidad. Un aspecto importante para todos los regímenes es su origen.

En su origen encontramos las demandas o reivindicaciones de quienes luego se convierten en garantes de ese régimen, tanto en regímenes de izquierda como de derecha: en la demanda de cambio, siempre se esconden los intereses y objetivos que realmente se quieren cumplir. En relación con el golpe del 18 de julio, nos encontramos ante una realidad compleja, ya que un golpe militar no se planea de repente y existen muchos factores que confluyen en junio de 1936:

  1. Existen movimientos golpistas previos (Sanjurjo, 1932) y persiste un sector importante que rechaza la República y la democracia, considerando que no representan a España.
  2. Se realizan acuerdos secretos durante años entre los monárquicos que están en Roma con Mussolini. Además, en los meses anteriores al golpe, la propaganda de desprestigio hacia el Frente Popular se financia desde sectores españoles, pero también italianos, alemanes y británicos.
  3. La sorpresa ante la victoria de la izquierda en las elecciones de febrero de 1936 trae consigo la justificación de los sectores derrotados, basada en teorías conspirativas: se acerca el comunismo, la democracia trae al comunismo. La clave está en que estas conspiraciones, aunque probablemente no sean reales, sí son creíbles.
  4. El grupo de altos mandos militares que se manifiestan en contra de la República aumenta a medida que esta avanza. La guerra civil se produce porque los militares están divididos: si la mayoría del estamento estuviese a favor de una de las opciones, no habría guerra, pero encontramos un número bastante igualado de mandos militares a favor del golpe y mandos a favor de la República.

Es difícil poner una fecha de inicio a la conspiración, ya que es una corriente que va sumando diferentes momentos. A finales de 1935, Gil Robles decide no dar el golpe y presentarse a las elecciones, pero el golpe posterior no fue una sorpresa. El Estado español de 1936 es estructuralmente débil y el elemento militar sigue controlando el orden público. Por esto y por la dificultad para sacar adelante determinadas políticas públicas, el Estado opta por desarrollar, ya desde finales de 1935, una política de prevención del golpe que se estaba fraguando.

El golpe de julio está protagonizado por la Unión Militar Española, grupo creado desde inicios de la República, de tendencia claramente monárquica y que agrupaba a gran parte de los altos mandos militares contrarios a la democracia republicana. Tras las elecciones del 36, se reúnen desde principios de marzo, con personajes como Sanjurjo, Mola, Varela, para prepararse ante la llegada de la insurrección comunista. Aunque la insurrección no tiene lugar, a estos sectores les interesa mantener la tensión.

Mientras tanto, el gobierno pretende estabilizar el Régimen y arreglar las cuestiones pendientes, como los Ayuntamientos. Por ello, busca convocar elecciones municipales el 12 de abril, pero la declaración del Estado de alarma y la suspensión de algunos partidos por el incremento de la violencia política –Falange–, impiden su celebración. A estas dos causas, probablemente se sumaría el conocimiento de movimientos dentro del sector pro-golpe, que hacían que no fuese propicio convocar las elecciones.

La Falange es un partido minoritario conformado por dos grandes sectores: los intelectuales (élites) y las “clases bajas”. Esto es relevante en tanto que el candidato más votado de la Falange no es José Antonio (diputado en el 33, pero no en el 36), siendo este López Sendón quien, pese a no ser un falangista reconocido, recibe un gran número de votos en su zona, saliendo elegido por la provincia de A Coruña.

Aunque el golpe no es sorpresivo, la fecha en la que se produce sí lo es. En marzo, tiene lugar la prohibición de la Falange y la suspensión de las elecciones municipales. El 14 de abril se celebra el quinto aniversario de la República con un desfile. Este acto moviliza aún más la reacción contra la República, porque el desfile la presenta con todo el movimiento obrero detrás, sin problemas, festiva, siendo considerado como una agresión por parte de muchos sectores.

En consecuencia, el 19 de abril, justo después de las celebraciones, se celebra una reunión para preparar el golpe, que tiene una expresión mínima, porque en la mayoría de lugares se desconvoca el 20 de abril, pero el golpe empieza a tomar forma. Cabe destacar que hay una capitanía donde las tropas salen a la calle en la madrugada del 18: A Coruña, donde se pretende matar al gobernador civil, pero fracasan.

Una característica constante en los golpistas fue la aplicación de la violencia. La violencia está presente desde el principio y no disminuye, algo que supone una diferencia sustancial con respecto a los golpismos clásicos (como el de Primo de Rivera).

En esto, se percibe claramente lo que está ocurriendo con la aplicación de la violencia por parte de los Estados fascistas: no es un golpe fascista, pero es un golpe militar que recoge elementos del fascismo para una mayor operatividad: combina la esencia de la reacción de siempre y la violencia propia de la modernidad. Además, se ve de forma clara que nada es secreto: si se sacan las tropas a la calle y se intenta matar al gobernador, está claro que la población sabe que existen estos movimientos. Así, la tensión trasciende a la sociedad.

¿Qué hace el Estado contra esto?

(1)Desenvolver redes de servicios de información, intentar meter personas afines, como militares pro-República, en las redes golpistas, consiguiendo información eficaz.

(2)Se cambia el lugar de residencia de los militares golpistas, intentando alejarlos lo máximo posible de sus áreas de influencia –aquellas donde desarrollaban su vida social, donde establecían relaciones–: por ejemplo, Franco pasa de Mallorca a Canarias. Está el caso de Mola, el llamado “director del golpe”, teóricamente autor intelectual y que lo desplazan a Pamplona.

(3)Cuando se da el golpe de abril, en muchos sitios se percibe esta red golpista y los convocan para castigarlos y desplazarlos. Pese a estas medidas, a la altura de julio de 1936, los mandos intermedios golpistas estaban en el mismo sitio que en abril: son desterrados o desplazados por estar en contra de la República, pero entre mayo y julio la sentencia deja de tener efectividad.

¿Por qué tiene lugar esta última problemática? Por la complejidad del conflicto. Es decir, los mandos del ejército tienen que ser desplazados por sus compañeros de armas, sabiendo que, en cualquier momento, como son compañeros, tendrán que combatir juntos y protegerse. Por ello, la aplicación de las medidas es más o menos lenta, sumándose además el hecho de que, dentro de los protocolos, podía haber sectores afines al golpe, que no conocemos, pero que ralentizaban los procesos. De nuevo, vemos que lo que fractura el ejército es el golpe de Estado fallido, no sus diferencias ideológicas. El ejército es un cuerpo, están unidos pese a sus diferencias, porque necesitan estarlo en la batalla.

Si las manifestaciones del 14 de abril ya habían animado los movimientos golpistas, las manifestaciones del 1 de mayo vuelven a traer consigo la inestabilidad, en tanto que se percibe el triunfo de la izquierda, de la Unión Soviética… de nuevo, los sectores golpistas consideran esto como una prueba más de la insurrección comunista. Después del 1 de mayo, los periódicos, incluso de izquierdas, publican noticias sobre un golpe comunista contra la República. Sin embargo, no conocemos documentos que muestren que hubo una planificación de golpe comunista.

Por otra parte, otra de las grandes cuestiones alrededor del golpe es el asesinato de Calvo Sotelo, en la madrugada del 12 al 13 de julio. Sabemos que no provoca el golpe militar del 36, ya que tiene una planificación e idas y venidas constantes. Por sí solo, no provoca el golpe, pero sí que lo acelera y las tropas, en vez de salir el 20 de julio, salen el 16, desde Canarias.

En relación con el asesinato de Calvo Sotelo, destaca la implicación de personas de los servicios de información y de la guardia civil de la República. En un principio buscan a diversos líderes de la derecha, como a Gil Robles, pero no está en casa. Por ello, acaban encontrando a Calvo Sotelo, al que matan y dejan a las puertas del cementerio.

Pese a que se señaló la implicación del Estado en su asesinato, las últimas investigaciones señalan que esta podría ser falsa. Es decir, que se utiliza la imagen del Estado, pero con miembros que actúan siendo pro-golpistas, provocando que la población interprete el asesinato como una decisión estatal, generando tensión.

En mayo, Casares Quiroga había sido elegido y nombrado jefe del Consejo de ministros por Azaña. Con todo, ya a principios de julio habría presentado su carta de dimisión al presidente, quien se niega a aceptarla, dándose poco después el asesinato de Calvo Sotelo. En este momento, las Cortes estaban suspendidas, por lo que se celebra una sesión de la Diputación Permanente de las Cortes, a la que se presenta toda la derecha, mientras que Casares Quiroga no acude37, probablemente buscando forzar su dimisión.

En la mañana del 17 de julio, corren los primeros rumores de una sublevación militar en Canarias. Franco pretendía llegar a Marruecos, ya que allí se encontraba la Legión, buscando ponerse al frente de sus tropas, que lo consideraban su líder. El problema estaba en que lo rodeaba una red de vigilancia que tenía como finalidad evitar que pudiese llevar a cabo su traslado. Sin embargo, acaba llevando a cabo su planificación, gracias a la intervención de un avión vinculado con el servicio secreto británico y la intervención de Juan March. Gracias a esto, junto con el asesinato del encargado del control del aeropuerto por parte de Franco, por intentar impedir su desplazamiento, Franco logra colocarse al frente de las tropas de Marruecos, el día 16.

15 días antes del golpe, Franco le envía una carta a Casares Quiroga, alertándole de la existencia de un golpe y de las personas implicados, haciendo la oferta de que, si quería impedirlo, negociase con él. Es decir, que en todo momento jugó todas sus cartas, pidiendo el control del poder ya a Gil Robles con la derrota electoral del 36. Intento de golpe blando también por parte de Franco.

Así, el día 17, Franco está ya en Marruecos y comienzan a salir pronunciamientos militares a lo largo de los dos días siguientes, hasta el 19, con la pretensión inicial de sumar cuarteles hasta lograr la rendición de Madrid. Ante esta situación, Casares Quiroga, en colaboración con Indalecio Prieto, su contacto con socialistas-obreros, decide que la única opción para hacer frente al golpe es entregar armas a los obreros, que venían reclamándolas desde el principio, conscientes del apogeo del fascismo. Sin embargo, Azaña temía más a los obreros que a los sublevados, por lo que decide hacer efectiva la carta de dimisión de Quiroga a lo largo del sábado, evitando el reparto de armas y convocando a Martínez Barrio, republicano-moderado de centro izquierda, para formar gobierno, debido a que este era partidario de la negociación y no de las armas.

Paralelamente, en la madrugada del 19 de julio, se dan manifestaciones populares demandando el retorno de Casares Quiroga y la entrega de armas a los obreros, al tiempo que el PSOE demanda que, si Martínez Barrio negocia con los militares, ellos se marcharían del gobierno. Por ello, Azaña sustituye a Martínez Barrio por José Giral, viejo republicano de izquierdas y con una relación estrecha con Azaña. Esto vino acompañado de un cambio decisivo: la orden, por parte de Azaña, de entregar armas a los obreros. En la madrugada del día 20, la orden sale de Madrid hacia los gobiernos civiles, en un momento donde la mitad de los destacamentos militares estaban ya en contra de los republicanos: se produce una fractura muy fuerte del territorio en un lapso muy corto.

Así, recapitulando, entre los días 17 y 18, comienzan a aparecer los primeros movimientos, dándose una segunda oleada entre el 20 y el 22, que provoca la división de España en dos partes: una controlada, casi desde el primer día, por los sublevados: Castilla y León, Galicia, buena parte de Andalucía, Navarra, parte de Aragón, parte de Castilla y la Mancha…; por la parte de control republicano: Madrid, Barcelona, Valencia, País Vasco, Asturias, Cantabria...

Si bien la intención inicial era un pronunciamiento que sumase cuarteles y que provocase que el gobierno de Madrid cayese en crisis y, por tanto, fuese fácil de atacar y controlar, esto no se produce. A la altura del 25 de julio, se inicia la conversión del golpe rápido hacia una guerra de trincheras, ante el fracaso del planteamiento inicial. La fecha no resulta casual, es el día del patrón de España y, paralelamente, los periódicos británicos pasan de llamarles sublevados a mencionarlos como nacionales. Esto no significaba que desde el exterior se reconociese abiertamente la dirección de Franco, pero sí cambiaba la perspectiva de buena parte del mundo occidental.

El término nacional no es un nombre inocente, pasan de ser nombrados sublevados a ser parte de España: nacionales vs republicanos. El hecho de que se plantee el 25 de julio esa idea de nación, incluso internacionalmente, nos muestra la supremacía a nivel de relato: los republicanos tienen el apoyo de una parte, pero los nacionales deben tener a todos de su parte. Realmente, la base no es un pueblo contra la República, por eso la elección del concepto no es inocente.

Pocos días después, tiene lugar el gran éxito militar de las tropas sublevadas, el puente aéreo. Por primera vez en la historia militar del mundo, se da un desplazamiento de tal magnitud de tropas a partir de aviones, medio subministrado por la Alemania nazi, a través del financiamiento de Juan March. Este movimiento cambia radicalmente el juego de fuerzas, ya que los ministros republicanos no estaban preparados para un traslado de tal magnitud.

En cuanto al bando sublevado, no cuenta con un programa de gobierno, siendo su propósito principal echar abajo la democracia y el gobierno de la Frente Popular. Desde el principio, los gobernadores civiles son arrestados y, la mayoría, fusilados. Así, el poder político queda descabezado y los militares toman el control de la situación, controlando tanto el poder político, como todos sus derivados.

El 27 de julio, se envía a todas las guarniciones de orden público de la zona sublevada la orden de que se separen y disuelvan los Ayuntamientos y se retiren telégrafos, teléfonos, correos… a todo tipo de personal opuesto al movimiento. Cada comandante militar delegado al orden público controla con total autonomía el orden público. A esto comienzan a sumarse distintos elementos afines al bloque contrarrevolucionario, pero no como organizaciones al uso: el mando militar no quiere que existan “partes” y, aunque se monten milicias de partidos al principio, lo habitual es que se sumen personas y grupos a título individual –por ejemplo, personajes que habían participado en la dictadura de Primo de Rivera, falangistas, personajes de la CEDA y, fundamentalmente, militares–. Por tanto, en un primer momento, el control a nivel local viene por parte de militares retirados o en ejercicio, personas con experiencia mientras, los “nuevos sublevados” se marchan al frente, porque el objetivo prioritario es ganar la guerra.

Entre agosto y la primera quincena de septiembre, el régimen sublevado sigue sin tener un programa, enfocándose únicamente en el mando militar y en la misión de ganar la guerra. Es evidente que la sociedad y los ayuntamientos bajo el mando sublevado deben empezar a funcionar aunque estén en guerra y, por ello, comienzan a aparecer papeles oficiales a mediados de septiembre. Estos meses se corresponden con el período más álgido del proceso represivo, con muchísima diferencia, que será de un elevado grado en las zonas sublevadas, sin ningún tipo de control.

Con respecto a su programa de gobierno y conformación estatal, tienen claro que su régimen no será una democracia, sino un nuevo Estado, usando como campo de pruebas aquellas zonas que caen en manos sublevadas desde el principio. Para los golpistas, la democracia es algo negativo, a tal punto que, los sectores de la derecha que participaron en el gobierno democrático republicano no son parte del nuevo Estado, se les considera dañados por haber asumido el debate y el diálogo. Así, buscan erradicar todo pensamiento democrático desde la raíz, desde el propio pensamiento.

FUNDAMENTOS DE LA DICTADURA.

Hoy en día, en el relato, pervive la idea de que la legitimidad de la dictadura tiene, como origen último, la victoria, interpretando la guerra y el triunfo sublevado como un plebiscito social.

La represión se convierte en uno de los pivotes básicos de la dictadura, mediante el uso de una violencia brutal contra objetivos estrictamente ideológicos: el enemigo era la democracia. Con todo, existe la conciencia de que la violencia masiva, a largo plazo, puede volverse contra el propio régimen y de que no se puede asesinar a la mitad de la población. Así, la violencia existe y es un medio, que puede ser utilizado de manera más o menos intensa, según lo que el régimen considere.

Esa utilización de la represión, la incertidumbre, genera un elemento fundamental para la supervivencia del régimen: el miedo40. No significa que la población estuviese amenazada de forma directa, pero era consciente de la ausencia de defensa frente a un régimen que podía actuar de manera impune. Ante el miedo, la mayoría de la sociedad no vive, solo sobrevive, se adapta a una anormalidad donde todo el mundo está bajo sospecha, provocando que toda la sociedad cambie su manera de comportarse.

Realmente, el auténtico corte generacional es la guerra, que implica tanto un corte demográfico, como de pensamiento. El 36 supone un punto y aparte, incluso entre las comunidades que no tenían un recuerdo traumático tan grande, porque la sensación de cambio es enorme –mucho mayor que en la época de Primo de Rivera–; no se trata solo del conflicto bélico, sino de vivir en un régimen militar que pretende cambiar los valores de todo el país. Esto, sin duda, trae consigo enormes cambios culturales y de pensamiento en toda la sociedad.

La dictadura de Franco es una reacción violenta contra la esencia de la democracia parlamentaria. Cuando termina la Segunda Guerra Mundial, la presión de alguna de las potencias occidentales obliga al régimen a darse una imagen distinta, dentro de un contexto en el que Naciones Unidas reclama democracia. Ante esto, el régimen convoca elecciones municipales en 1948 –aunque todos los informes nos muestran que no hubo ni votos, ni población en las urnas– y cambia la denominación oficial del Estado, que pasa de “jefatura de gobierno” a “reino de España”, pero sin rey. Vemos así como la práctica se superpone a la teoría y como el régimen desarrolla una campaña de imagen para ganar tiempo.

Otro elemento fundamental será la religión católica, siendo el catolicismo, igual que el miedo, un medio. En los momentos inmediatos a la declaración de guerra por parte de los sublevados, casi todas las guarniciones carecen de una defensa de la religión como objetivo inicial. Sin embargo, en poco tiempo, la sublevación se convierte en una declaración de “cruzada”42, vinculándose estrechamente con la Iglesia. Además, al incluir al catolicismo, en la guerra se lucha por un concepto determinado: el pueblo católico.

Otro elemento fundamental es el ejército. Esta relevancia del ejército no tendría por qué estar relacionada con la represión masiva, ya que hay dictaduras militares donde esta no es tan brutal. Sin embargo, en el caso español, debemos entender su carácter represivo desde la perspectiva del fracaso de la tentativa de Sanjurjo de 1932, que había sido calificado de “excesivamente blando”; así, a partir de 1933, el carácter de violencia y el fascismo imperante cambian la realidad.

Otras de sus características es que, aunque se habla de manera constante de procesos de reconciliación nacional, nunca se producen. Todas las guerras civiles están condenadas a un proceso de reconciliación prácticamente inevitable, ya que hay que gobernar para todos. En el caso de España, esto no se produce y la represión es constante, desde el principio hasta la muerte de Franco.

Durante los años de la guerra y la posguerra, en el BOE, se llevaron a cabo varios llamamientos hacia los contrarios al régimen sublevado, que estaban escondidos en montes y similares, ofreciéndoles el perdón si se entregaban. Esto se produjo hasta los 50, durante el contexto de la guerrilla, pero nunca se concedió ese perdón: el agotamiento provocaba que se entregasen, pero no tuvo lugar ningún proceso de conciliación, sino que fueron encausados. Así, no es hasta el 31 de marzo de 1969 cuando se promulga el Decreto de la Ley de Indulto, que declaraba como prescritos los delitos previos al 1 de abril de 1939.

Por todo esto, esa supervivencia, provoca que buena parte de la sociedad no sea capaz de vivir dentro de ese régimen. Hay mucha población con perfil político que se va de España, se exilia y, para esta, resulta desesperante ver que la reconciliación no llega nunca: son 4 décadas, por lo que la gente muere exiliada o vuelve a partir del 77, sin reconocer ya su país. El cambio interno que experimenta la sociedad es enorme y muestra lo complejo que resulta vivir en una dictadura militar durante 40 años, ya que cambia totalmente los valores de su población.

Es destacable que todos los procedimientos contra las personas que no estaban en el régimen o que estaban en guerra contra él se denominan “procedimientos judiciales”. El problema reside en que se aplica la “justicia al revés”, que implica que se desarrolla el procedimiento judicial clásico, pero con una diferencia fundamental: no hay presunción, el acusado no es inocente, sino que tiene que demostrar su inocencia. Esto es una prueba más del cambio estructural que supone la dictadura: todo el mundo es considerado culpable, todo el mundo está bajo sospecha y, en consecuencia, todo el mundo desconfía de todo el mundo. Esto provoca la ruptura de los elementos de colectividad, se individualiza a la gente y se generan grupos pequeños, reducidos, que quedan entre la familia.

Todo esto da lugar a un Estado cuya principal tarea no es convencer a la gente, sino gestionar, convirtiéndose la gestión en el elemento fundamental del Estado franquista. No buscan crear elementos para mejorar la vida ciudadana, sino gestionar a nivel de empresa, a partir de la “doctrina del shock”, con la escuela del desarrollismo, del Opus. El Estado de tensión permanente, necesario para aplicar medidas drásticas, neoliberales, estaba presente.

La representatividad de la sociedad es secundaria, se somete ante la búsqueda de la mejor gestión del Estado. Por lo tanto, el régimen pretende la desmovilización y todo aquello mínimamente movilizador debe estar controlado. La desmovilización es un elemento básico para entender los propósitos del Estado franquista: solo se ve el monopolio del poder, no hay futuro, solo presente.

Desde esa perspectiva de la gestión, si el Estado tiene la capacidad de gobernar a sus ciudadanos, pero estos no cuentan con garantía de poseer el título de ciudadanos ni con la garantía de que los gobernantes gestionen bien lo público, la confusión entre público y privado se convierte en lo más común dentro del régimen. No hay un sistema de equilibrio entre Estado y sociedad: el Estado actúa sobre la sociedad, pero la sociedad no tiene capacidad de actuar contra los riesgos derivados de la actuación del Estado.

Realmente, todo esto era un movimiento contra las masas, contra el bolchevismo, contra la democracia. Es una tentativa de régimen que anula la capacidad colectiva y que supone un auténtico shock mental que se mantiene durante 40 años. Si pensamos, únicamente, en el 36, observamos un cambio radical: cinco años antes nos encontrábamos con Primo de Rivera –pronunciamiento clásico, mando tradicional, que prefigura lo que está por venir–, pero el cambio que se da con el franquismo, pese a que sea conservador, es mucho mayor, tanto por su duración como por lo que se pretendía conseguir.

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