Gobierno y Crisis en la España de los Austrias Menores: Felipe III, Felipe IV y Carlos II

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Por la extensión de los territorios, Carlos I y Felipe II tuvieron secretarios, que fueron asistentes del rey, quien se reservaba siempre las decisiones. Desde Felipe III, los validos asumieron la totalidad de los asuntos gobernativos. Felipe III era débil de voluntad y rechazaba los asuntos de Estado, refugiándose en una religiosidad ritual. Su primer valido, el Duque de Lerma, carecía de formación política y de honradez; a su vez, tenía sus propios validos, y negociaba favores y derechos, llegando a paralizar la administración por corrupción. Su hijo y sucesor en la función de valido, el Duque de Uceda, fue algo más honrado. Felipe IV tenía 16 años cuando fue coronado; su valido, Gaspar de Guzmán, Conde de Olivares y Duque de Sanlúcar, dirigió al joven rey a dedicarse más a sus aficiones que al Estado. Tras la crisis de 1640, le sustituyó como valido su sobrino, don Luis de Haro. Carlos II, enfermizo, tenía cinco años cuando murió su padre. Sus validos fueron Nithard, Valenzuela, Juan José de Austria, el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa; más tarde se formó la “Camarilla”, un grupo de personas sin formación ni capacidad que intentó dirigir el país bajo la supervisión de la reina Mariana de Neoburgo.

Conflictos Internos y Corrupción Administrativa

Un conflicto interno importante fue la corrupción de la Administración. Un ejemplo de ello es el cambio de capitalidad, provocado por el Duque de Lerma, de Madrid a Valladolid y retorno, que le valió sustanciosas comisiones (1601-1606). Las bancarrotas de principios de siglo se enjugaron con la llegada de plata americana y por acuerdos con banqueros genoveses, pero su continuidad y la imposibilidad de subir los impuestos obligaron a la acuñación de moneda de vellón.

Expulsión de los Moriscos (1609)

En 1609 se decidió la expulsión de los moriscos. Felipe II había resuelto intentar su integración, pero pasado el plazo, el Duque de Lerma adoptó la medida de la expulsión. La medida era populista, pues el pueblo entendía que los moriscos eran aliados ocultos de los turcos. Sin embargo, nobles aragoneses y valencianos opusieron resistencia a la medida, que les privaba de buenos colonos y trabajadores baratos. La marcha afectó a cerca de 300.000 personas, y las consecuencias en la agricultura fueron nefastas, especialmente en Aragón, Valencia y Murcia.

Crisis de 1640 y Sublevaciones

Otros conflictos se desarrollaron en torno a la crisis de 1640, y de especial importancia fue el problema sucesorio de Carlos II.

Memorial del Conde-Duque de Olivares (1624)

En 1624, el Conde-Duque de Olivares dirigió al rey un memorial según el cual se debía reformar España en relación a los siguientes puntos:

  • Reforma de la Administración.
  • Proteccionismo comercial.
  • Política poblacionista.
  • Homogeneización de los reinos.
  • Creación de la Unión de Armas.

Desde ese momento hubo motines en contra. En 1640, la tensión llegó a niveles críticos.

Sublevación de Cataluña

Olivares decide atacar Francia desde Cataluña para aliviar la presión francesa sobre Flandes. Cataluña contribuyó en el Rosellón con hombres y dinero. El Conde-Duque envió tropas italianas que, mal disciplinadas y sin abastecimientos, cometieron sobre la población catalana todo tipo de abusos. Pensó que esta situación le permitiría acentuar el centralismo y eliminar el foralismo catalán. Pero ante el abuso del ejército real surgieron grandes tumultos en Barcelona y otras ciudades (Corpus de Sangre). Madrid decidió castigar estas acciones y en Barcelona triunfaron las tendencias secesionistas (Pau Claris), que proclamaron la República bajo la protección de Luis XIII de Francia. Olivares considera prioritario el caso catalán, prepara un ejército con muy poca organización que fracasa en la toma de Lérida (1642). Olivares deja paso a Luis de Haro, que dejó de lado el problema hasta que se solucionara la guerra con Francia y los Países Bajos, que fue en parte causa de la sublevación.

Sublevación de Portugal

La crisis que afectó al comercio y colonias portuguesas por la Tregua de los Doce Años, el centralismo del Conde-Duque, la presión fiscal y, sobre todo, la recluta de soldados para la guerra de Cataluña causaron la deposición del virreinato de Portugal, y que el duque de Braganza fuese proclamado rey con el nombre de Juan IV, e inmediatamente reconocido por Inglaterra, Francia y los Países Bajos. España, en guerra con Francia y los Países Bajos y en el intento de recuperación de Cataluña, hasta 1660 no pudo hacer un intento de acabar con el secesionismo portugués. Ya era tarde.

Otros Intentos Secesionistas

El centralismo y la debilidad de la monarquía impulsaron intentos secesionistas de menor importancia en Andalucía, Aragón, Navarra, Nápoles y Sicilia.

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