Globalización e Imperialismo: Transformaciones Históricas y Desafíos Contemporáneos

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Orígenes y Evolución del Imperialismo

La antigua Roma tendió a convertirse en un imperio que incluyera, en igualdad de derechos, a todos los pueblos. En su forma moderna, el imperialismo es algo muy diferente, sobre todo desde el siglo XIX, cuando se incorpora, desde la biología darwiniana, la idea de la superioridad del blanco, que estaría más evolucionado. La creencia en una superioridad cultural europea, sin embargo, ya era patente. Puede observarse en el libro Robinson Crusoe, escrito en 1719 por Daniel Defoe, donde el náufrago encuentra a un «salvaje» a quien le pone nombre (Viernes), se hace llamar amo, le enseña a decir «sí» y «no» y le da de comer su comida. Viernes es un paradigma de la integración que se esperaba de los no blancos en la «civilización»: sumiso, agradecido, satisfecho, dispuesto a perder todas sus instituciones propias y a reemplazarlas por las europeas. Con Darwin, esas ideas adquieren un tono biológico y racial. A partir de entonces, la lucha por la existencia se trasladó al terreno político. Los Estados europeos llegaron a la Primera Guerra Mundial con estos esquemas. En gran medida, el imperialismo nazi implicó una explicitación de las ideas de superioridad biológico-cultural que se venían manejando en Europa y América desde el siglo XIX.

El Imperialismo Post-Guerra y la Era de las Megacorporaciones

Tras el colapso de los imperios del Eje, la idea imperialista, en su forma expresa y declarada, perdió credibilidad y apoyo. Los proyectos de hegemonía de unos países sobre otros se llevaron a cabo de manera soslayada, a veces bajo la forma de pactos internacionales. En los últimos años del siglo XX, esta nueva forma de imperialismo solapado ha cobrado características diferentes, evidenciando el poder de megacorporaciones transnacionales. Poco es lo que se puede hacer o se hace para restringirlas, ante la posibilidad de una alteración drástica y nociva de las condiciones de vida sobre la Tierra. Las organizaciones internacionales creadas después de la Segunda Guerra Mundial, declaradamente para evitar nuevos conflictos armados entre países y en procura de un desarrollo más equilibrado y justo de los pueblos, también se encuentran sometidas en gran medida a este estado de cosas. Esta nueva situación requiere, para las empresas multinacionales, Estados débiles y permisivos, donde se rinda culto a las reglas de «libertad» económica.

Globalización como Ideología: La Visión Distópica

La globalización que se pregona como ideología (la aldea global donde se habla broken English, se tienen costumbres estadounidenses y un pensamiento acorde a las multinacionales) no tiene nada que ver con la antigua idea romana de la ciudad universal, con personas iguales en derechos, respetuosa del individuo como ser humano, de la familia como entidad base de la sociedad y de las peculiaridades culturales de cada grupo. La deshumanización y la cosificación de las personas serían, entonces, escalones en el camino hacia una sociedad globalizada, integrada por simples unidades de consumo. Cuando Aldous Huxley escribió Un mundo feliz, imaginó una sociedad donde la familia ha desaparecido, el uso de drogas se ha vuelto general y oficial, el consumismo se ha convertido en una regla social y todos los seres humanos son concebidos fuera del cuerpo, en laboratorios. Se habría conseguido un equilibrio feliz, basado en la satisfacción que las drogas proporcionan y en un permanente condicionamiento de la propaganda. El poder estatal se ha diluido. La metáfora del «horror feliz» del autor se refiere a una humanidad que pareciera tener que perder lo que la hace humana para ser feliz.

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