Generación del 27: Vanguardia literaria española

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En la década de los 20, en plenas vanguardistas, irrumpen en el panorama literario español unos jóvenes poetas: la «Generación del 27» que darán la mejor lírica del siglo en España, evolucionando desde la vanguardia hasta el «arte puro» al estilo juanramoniano y el compromiso sociopolítico. Responden honestos y apasionados a una época compleja, pero llena de una gran riqueza artística.

Relaciones personales y participación colectiva

Estos autores comparten relaciones personales -se les denominó «Generación de la amistad»-; participan en actos colectivos y publicaciones –homenajes como el de Góngora en el Ateneo de Sevilla e inclusión en: la Revista de Occidente o literarias como “Mediodía”(1926-29), “Litoral” (1926-29), “La Gaceta Literaria” (1927-32) etc.; se asemejan en la formación de ideales estéticos similares contra lo académico y lo modernista y exaltan una estética con libertad de imaginación y deshumanización del arte; y a falta de guía generacional hubo tres figuras clave para el grupo: Ortega y Gasset en lo filosófico, Ramón Gómez de la Serna en lo vanguardista y Juan Ramón Jiménez en lo poético.

Temas líricos y autores destacados

Sus temas son los propios de la lírica, desde una perspectiva novedosa deudora de las vanguardias.: la ciudad es protagonista central -no será un marco, sino un símbolo del universo: la ciudad como cosmos moderno, resultado de una «cosificación» de la naturaleza hecha por el hombre con el desarrollo técnico-; la naturaleza, cambia y se «cosifica» ligada a los objetos cotidianos, lo inmediato, el mundo particular percibido como algo fragmentario e incluso caótico-; en el amor renuncian al sentimentalismo y a la sensibilidad, y el amor recupera su proyección individual clásica, pasión que proporciona al ser humano el triunfo sobre el caos del mundo; recuperan la tradición popular, expresión del sentir sobre las bases del pueblo - Alberti y Lorca, expresan sus raíces andaluzas con cantes, romances populares-; el compromiso con el arte o con el hombre, respondiendo a lo que su sociedad les demandaba como intelectuales y como avanzadilla artística, ante las exigencias de la época.

Pedro Salinas, maestro en ensayos El defensor, gana en su una dimensión intelectual: cercana a la «poesía pura». Su sencilla apariencia esconde una trabajada densidad, un acercamiento a la verdadera y profunda realidad por medio de la inteligencia. El futurismo y exaltación técnica están presentes en Presagios (1929). Su poesía amorosa constituye una «trilogía»   

Autores destacados: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre y Federico García Lorca

“La voz a ti debida” (1933), “Razón de amor” (1936) y “Largo lamento” (1938; publicado en 1971). El poeta encuentra su identidad («yo») en la amada («tú»), principio iluminador del mundo. De su exilio reflexivo nos deja “El Contemplado” (1946).  Para Jorge Guillén la poesía tiene un poder creador. Se trata de una poesía entusiasta y vital que canta lo cotidiano y lo estiliza: sumergiéndonos en un mundo perfecto y ordenado, sobre todo “Cántico”, su gran obra. Con “Clamor” su poesía dará giro temático, los horrores que está vive le hacen plasmar un mundo «mal hecho». Guillén alienta ya que la poesía es «cántico a pesar de clamor». Su estilo de exquisita depuración, queda con la esencia, siendo el más fiel representante de la «poesía pura».

La totalidad de la poesía de Vicente Aleixandre es una búsqueda de la naturaleza con la que armonizar, después de la comunicación humana y finalmente de autoconocimiento. “Espadas como labios” (1931) y “La destrucción o el amor2 (1933) constituyen unas de las mejores muestras del surrealismo en España. La historia sustituye a la naturaleza en “Sombra del paraíso” (1944), transición hacia la plenitud de su «poesía desarraigada». En la vejez, intenta explicarse a sí mismo volviendo a imágenes y símbolos primeros en libros como “Poemas de la consumación” (1968).

La vida Lorca está marcada por la frustración personal que le obligó a reticencias y ambigüedades en su obra. Su poesía y teatro se caracterizan por una dualidad síntoma del enfrentamiento entre la realidad opresiva y sus aspiraciones personales. De ahí que su obra gire del optimismo y gracia de su poesía «neopopular» en el “Romancero gitano” (1928) y “Poema del cante jondo” (1931), en los están presentes el amor, la naturaleza y la muerte, a los sentimientos de desasosiego de “Poeta en Nueva York” (1929-30), “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” (1935) en los que la estética surrealista ofrece un medio de enfrentamiento con su mundo, respondiendo a una crisis personal en lo artístico y lo sentimental. El deseo de buscar una literatura sincera, encarnada en sus conflictos y los del hombre, encontró una respuesta en el teatro. En su teatro existen dos planos de existencia enfrentados: uno íntimo y subjetivo, libre y lírico; y otro exterior, represivo y convencionalidad. “Yerma”, “Bodas de sangre” o “La casa de Bernarda Alba” constituyen algunos de sus más claros ejemplos. 

“La voz a ti debida” (1933), “Razón de amor” (1936) y “Largo lamento” (1938; publicado en 1971). El poeta encuentra su identidad («yo») en la amada («tú»), principio iluminador del mundo. De su exilio reflexivo nos deja “El Contemplado” (1946).

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