Ganimedes: El Mito del Copero de Júpiter y su Conexión con la Caída de Troya
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El Silencio de Ganimedes: El Copero del Olimpo
El Príncipe Pastor y la Fundación de Troya
La historia de Ganimedes, hijo del rey Tros, es un relato de destino y elevación divina. Para su padre, Ganimedes no era más que uno de sus cuatro hijos, y para sus hermanos, simplemente el menor de todos ellos. Aunque el rey Tros tenía ascendencia divina (entre sus abuelos había algún dios) y se había casado con la hija de un río, se sabía preso del destino como los demás mortales.
Tros acababa de fundar Troya, pero la ciudad era todavía un sueño incipiente. Ni él se consideraba a sí mismo un rey ni sus vecinos lo tomaban por alguien especial. Tros y su familia estaban muy ocupados con los afanes de cada día y con asegurar los alimentos en su mesa. De hecho, el príncipe Ganimedes, como cualquier pastor, se levantaba antes de que amaneciera para llevar el ganado a las montañas cercanas.
El Rapto y la Ascensión al Olimpo
Un día, Ganimedes alcanzó su plenitud. La diosa Aurora dio los últimos retoques a su vestido de color azafrán y se encaminó hacia el joven, deseando acariciar su pelo y deslizar sus manos por su piel. Sin embargo, una ráfaga de viento la detuvo. El águila de Júpiter se había adelantado.
Mientras el águila se elevaba hacia el Olimpo, Ganimedes, apresado por las garras de la gran ave, vio su ganado desperdigándose perezosamente por el campo y a sus familiares agitando sus brazos con desesperación.
El Néctar y la Compensación a Tros
Júpiter llamó a su hija Hebe, la diosa de la juventud, y le ordenó que le diera de beber a Ganimedes el néctar de los dioses. Un trago de esta bebida detuvo el avance del tiempo en su cuerpo, otorgándole la eterna juventud. Júpiter también comunicó a Hebe que Ganimedes sería su copero particular.
Para compensar al rey Tros por la pérdida de su hijo, Júpiter encargó a Mercurio que llevara dos regalos divinos: dos caballos divinos y una cepa de una vid dorada. El mensajero de Júpiter aseguró al padre que su hijo era feliz en el Olimpo y que, mirando al cielo oscuro de la noche, recordaría el destino de Ganimedes, pues Júpiter había formado dos constelaciones nuevas:
Las Constelaciones de Ganimedes
- Una para el Águila.
- Otra para su copero, que se llamaría Acuario.
El Silencio y el Destino de Troya
En los banquetes del Olimpo, Ganimedes sonreía en silencio y escuchaba las conversaciones de los dioses. De este modo, supo que los descendientes de sus hermanos habían fortificado Troya; que sus habitantes habían abierto sus puertas para recibir a Helena, la más bella de las mujeres; y que el formidable Aquiles había luchado bajo sus murallas.
Más tarde, supo que Troya había sucumbido y que de la unión de las almas de Helena y Aquiles había nacido Euforión, un precioso muchacho con alas. De él también se encaprichó Júpiter. Euforión logró escapar del dios volando, pero Júpiter, poseído por la rabia, lo fulminó con un rayo.