Galicia: Transición del Antiguo Régimen a la Contemporaneidad y el Sistema Foral

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Del Antiguo Régimen a la Contemporaneidad: La Realidad Foral de Galicia

Introducción: La Ilustración y el Barroco

El pensamiento liberal, que en España aflora a partir de 1808, tiene muchas deudas con la herencia de los ilustrados. A pesar de las reformas llevadas a cabo por los Reyes Católicos, el panorama político mudó, como en el caso del poder del monarca, pero también hay permanencias, como los cotos y las jurisdicciones. Instituciones como las Audiencias o el Gobernador Capitán General ganaron poder, mermando el de los señores en sus cotos. En el ámbito artístico, el Barroco da paso a la Ilustración. Muchos ilustrados gallegos eran religiosos, gente culta de la época, cuyas propuestas reformistas llevaron a la creación de nuevas instituciones.

La Ilustración fue una corriente de pensamiento del siglo XVIII en Europa. Los ilustrados dependían de la razón como instrumento de mejora individual y método para reformar la sociedad mediante la instrucción. En Galicia, llegó en la segunda mitad del siglo XVIII con propuestas moderadas de personajes como Sarmiento, Feijóo o Cornide, que apoyaron instituciones existentes como la Universidad e impulsaron la creación de otras nuevas, como las Sociedades Económicas de Amigos del País, como la de Santiago creada en 1784, que ayudaron a paliar el analfabetismo, siendo llamadas coloquialmente “la universidad del pueblo”.

Las propuestas de los ilustrados gallegos sobresalían en varios ámbitos: la diversificación económica a través de la industria popular, la protoindustrialización o la libertad de comercio; el sector agrario, donde incidieron en la necesidad de cambiar las prácticas de cultivo, difundiendo conocimientos de agronomía, la rotación de cultivos y la introducción de abonos químicos o instrumental y maquinaria; en el mundo de la cultura, teniendo la primera visión global de Galicia, con idioma y tierra propia, con el gallego como lengua a conservar y difundir; además, fueron los primeros en denunciar el trato injusto que recibían los gallegos fuera de Galicia.

Entre las instituciones ilustradas tenemos la Academia de Agricultura del Reino de Galicia (1765) y el Real Consulado Marítimo de A Coruña (1785). El objetivo principal de la Academia de Agricultura era investigar las causas de la decadencia de la agricultura en las siete provincias del Reino de Galicia, siendo el mundo agrario el principal motor económico de la región. El Consulado Marítimo fue imprescindible para regular la vida mercantil desde el puerto de A Coruña, siendo autorizado el libre comercio con las colonias americanas. En la ciudad comercial de los puertos gallegos destacaron burgueses como Barrié, la familia Ga, o Lucas Labrada, gran impulsor del desarrollo económico del puerto de A Coruña como secretario del consulado. Estas instituciones contaron con figuras ilustradas que defendieron postulados liberales incipientes frente al absolutismo de Fernando VII.

El Gobierno: Divisiones Territoriales y Nuevas Instituciones

Con respecto a los poderes locales y a las instituciones, el gobierno de Galicia cambió desde los Reyes Católicos, pero continuó con gran vigor el dominio de cotos y jurisdicciones en los que un señor ejercía el poder. Sin embargo, cada vez se hizo más presente la unidad del poder del monarca, que trató de centrar los poderes y reducir el de los señores. La nueva autoridad del monarca se hizo tangible con una nueva división provincial en 1833 y nuevas instituciones, como las Juntas del Reino, la Audiencia de Galicia o nuevas figuras como el Gobernador Capitán General de Galicia.

La estructura organizativa de Galicia del Antiguo Régimen era distinta a la actual, por lo que el poder local se desarrollaba especialmente desde las jurisdicciones, que eran la división territorial básica del momento. Las provincias, que al principio eran 5, a finales del siglo XVI pasaron a ser 7, pero carecían del poder que tendrían en el momento liberal. Las Juntas del Reino de Galicia venían de la época anterior, formadas por siete procuradores (uno por cada provincia). Su función era política, con trabajos como la recaudación de impuestos/intereses, las levas militares y la renovación de foros. Los objetivos complementarios de los procuradores eran intermediar ante el monarca o consolidar el Voto de Galicia en las Cortes (desde 1622), para lo cual tuvieron que realizar presiones prolongadas hasta que dos altos nobles, el Conde de Lemos y el Conde de Gondomar, consiguieron resultados.

El Gobernador Capitán General de Galicia unía los tres vértices del complejo reino de Galicia, pues era el representante del monarca en el reino y el presidente de Juntas y de la Audiencia.

Contaba con grandes competencias gobernativas, judiciales y militares. Poco a poco las funciones de este personaje fueron siendo cedidas a las instituciones que presidía, sobre todo a la Audiencia. La Audiencia de Galicia era un tribunal itinerante que administraba justicia donde fuera preciso. El decreto de Felipe II de 1563 fijó su sede en A Coruña, aunque esto no se asumió hasta los años 80 de ese siglo. Una de sus actividades más importantes fue la resolución de litigios entre particulares e instituciones, sobre todo referidos al uso de la propiedad de la tierra, herencias, particiones y sucesiones, titularidad de los montes, cuestiones criminales, etc. Esta Audiencia difundió la práctica del derecho en Galicia frente a la práctica del poder señorial, limitándose la capacidad de la justicia del señor del territorio.

Mundo Rural y Sistema Foral: Clero, Fidalguía y Labriegos

El sistema foral define la realidad rural de la Galicia de la época, con una agricultura gallega que viene del Antiguo Régimen. Esto llevó a una mayor disposición de recursos, pero no a una modificación de los medios de trabajo, siendo un sistema arcaico y tecnológicamente similar al de la Edad Media. Así, las explotaciones agrarias fueron cada vez más pequeñas y predominó la pequeña labranza campesina con dimensiones medias entre 2-3 hectáreas en la zona de costa y 4 hectáreas en las zonas de interior. El sistema era de policultivo, con una complementariedad entre agricultura y ganadería, adquiriendo cada vez más importancia el ganado doméstico, que se comercializaba. Esta condición mixta en las labranzas gallegas solo era posible porque había grandes espacios no cultivados pero con gran aprovechamiento, como los montes comunales (incultos, pero muy productivos y fuente de recursos como leña, etc.).

El sistema foral fue la realidad social de la explotación agraria gallega en el Antiguo Régimen, que descansaba en la pequeña explotación campesina, aunque los labriegos no eran propietarios de la tierra, sino que la explotaban bajo distintas fórmulas de cesión de los propietarios. Los grandes propietarios de derechos sobre la tierra eran la alta nobleza, la fidalguía y la Iglesia y los monasterios. Los tipos de cesión eran variados, con distintos sistemas de arriendo de la tierra:

  • Arriendo propiamente dicho (3 años o múltiplos de 3, al vencer el plazo la tierra volvía al propietario. A cambio de explotar la tierra se pagaba una renta, teniendo el campesino el derecho de explotación de la tierra muy corto, supliendo el pago de una renta).
  • Los contratos de precario eran suscritos por los llamados caseiros, un propietario A de la tierra cede la tierra a un propietario B. Este tipo de contratos se aplicaban en momentos de inestabilidad y contaban con una renta fija que oscilaba entre la mitad y 1/5 de la producción. Estos eran duros y se daban en tierras limítrofes de los pazos. La dureza del contrato podía compensarse con un trato familiar por parte del señor hacia el arrendatario.
  • El contrato de foro: en Galicia el contrato más habitual. Es un contrato atípico que existe en Galicia. Las características serían: cesión de la tierra en favor de un labrego por un tiempo muy largo (la vida de 3 reyes/voces más 29 años), pudiendo ser estos contratos centenarios; el labrego tenía que pagar una renta que oscilaba entre 1/3 de la producción de la tierra. Cesión de explotación de la tierra por un tiempo muy largo a cambio de una renta fija que no cambia en todo el tiempo que permanece vigente el contrato. Como la renta era siempre la misma y la tierra no volvía a la propiedad del señor, acabaron convirtiéndose en contratos perpetuos. Los labriegos adquirían una serie de derechos: no podían ser expulsados de la tierra mientras pagaran la renta, podían pasar la tierra a sus herederos, podían dividir las explotaciones entre sus hijos o subaforar a terceros, podían intercambiarse los foros entre labriegos. Los fidalgos aparecen como grupo aristocrático de rango inferior que no son propietarios de tierra sino grandes rentistas, es decir, van aforar tierras que le ofrecen otros. Se trataría de un sistema muy complejo que define la realidad gallega y que llega a día de hoy.

Las consecuencias fueron que llegó un momento en el que no fue posible racionalizar el proceso y los contratos de foros se convirtieron en perpetuos, ante lo que cobra importancia el concepto de apeos (recuentos de foro) y prorrateo (los gastos de gestión divididos entre los propietarios). El subforo es la primera distorsión del contrato foral, la intermediación del contrato foral de una tercera persona que alcanza determinados derechos o beneficios en toda esta organización. Al subforo se llega por distintos caminos, siendo uno de ellos la explotación de los fidalgos en todo este sistema de contrato foral. Cuando acontece una cesión de un propietario de derecho a favor de una persona en condiciones de subforo es lo que determina que se inicie el éxito de la fidalguía. Los fidalgos gallegos se convirtieron en grandes intermediarios del foro pero nunca tuvieron grandes propiedades: abades religiosos, sobrinos de curas y párrocos, etc. A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII no se actuaba con conceptos burgueses de propiedad, sino que consistía en cobrar una renta, lo que en el caso gallego se veía perpetuar por el foro.

En cuanto a la evolución del sistema foral, los orígenes se remontan a la Edad Media, aunque no se sabe el por qué del inicio de este tipo de contratos, al igual que no se entiende por qué tuvo ese éxito. A partir del siglo XVI acontece un fenómeno interesante que será la retirada de la aristocracia gallega que va hacia la corte con pretensiones de alcanzar prestigio político, quedando Galicia sin una clase de dirigentes que vertebran ideológicamente la comunidad. Pero, curiosamente, esa aristocracia ausente seguía teniendo propiedades de parte considerable de tierras en Galicia que tenía aforadas a los campesinos. La Iglesia es la institución que no marcha y posee un 50/60 % de la tierra (dividida en unidades autónomas: cabildos, monasterios y conventos) los cuales aforaban a fidalgos y estos, a su vez, a los labriegos. El hecho de que la aristocracia sea absentista es lo que va a permitir que sean los fidalgos los que tomen la posición de subaforar las tierras y se instalen como grupo rentista, columna vertebral de la historia económica de Galicia en el siglo XVI.

La fidalguía establece desde los primeros momentos relaciones con la Iglesia, siendo este un grupo social superior frente al grupo clerical, también propietaria de tierra, pues defienden intereses comunes: el cobro de las rentas. Además, la fidalguía nace en muchos casos dentro de la propia Iglesia, siendo los encargados de gestionar las tierras de la propia Iglesia. Todo esto determinará que aparezca una clase intermediaria, los fidalgos, que se harán rentistas mediante el subforo y que intentarán destacarse como nueva aristocracia. Esta nace muy protegida por la Iglesia, dentro de esos grupos nobles absentistas y que van a intentar situarse como grupo noble buscando la protección del monarca. Buscan el título de fidalgo otorgado por el monarca, lo que montará su base económica a través de los contratos de foro y subforo, pretendiendo encontrar privilegios que les diferencien como grupo social del resto de la sociedad (como acontecía con la aristocracia), encontrando el último escalón en la invención de los pazos, escudos y emblemas para acentuar esa diferencia social. El pazo era un símbolo social y los fidalgos eran tratados de “don”; los que no alcanzan escudo lo inventan y buscaban tener orígenes en las grandes familias aristocráticas, donaban dinero a la Iglesia y eran enterrados en nichos de piedra; rechazaban el trabajo y pretendían siempre la ascensión social.

  • Fidalguía vinculeira: hereda el vínculo de fidalgo, la tierra no se podía vender ni hipotecar ni dividir. La existencia del vínculo se remonta a una medida impuesta por la monarquía para así garantizar la permanencia de la nobleza. Los bienes del título (vínculo) pasan al fidalgo vinculeiro. Estos conformaban una fidalguía agraria y tremendamente apegada a la tierra (pero sin trabajarla ni ser dueños de ella). El vinculeiro vive de rentas y se posiciona contra el liberalismo (le favorece el status quo heredado del Antiguo Régimen).
  • Fidalguía de los segundones (hombres y mujeres): hermanos del vinculeiro, que pasaban a formar parte del clero, del ejército o a las profesiones liberales (que serán más sensibles a aceptar los cambios del liberalismo y que apostarán por la llegada del liberalismo). Si estas eran mujeres tenían menos opciones que los hombres, lo mejor a lo que podían optar sería a casar con un vinculeiro o ingresar en el clero como monjas.

Las ventajas del contrato del foro: permitía ciertas lasitudes a los campesinos y labriegos, pudiendo introducir innovaciones; aseguran un nivel de ingresos fijos y la reproducción del sistema aportaba cierta estabilidad.

La Sociedad Gallega: Frades, Fidalgos, Obreros y Labriegos

La composición interna del Antiguo Régimen se compone por tres grupos: los privilegiados (gozaban de exención de impuestos y otros honores y se consideraban el grupo superior), dentro de los que encontramos la nobleza laica (vinculada a la guerra) y la nobleza eclesiástica. Estos vivían de la renta de la tierra sin trabajarla, conformando un gran grupo de rentistas. El otro grupo era el de los no privilegiados, dentro de los que encontramos los grupos urbanos de comerciantes, artesanos, obreros y marineros; y el grupo de los labriegos y campesinos, la mayoría de las personas en los que atendemos a diferentes formas de subordinación. La base fundamental de esta sociedad son los labriegos, calculando que el 80% de la población gallega desde finales del siglo XVI y hasta comienzos del siglo XIX son labriegos, estos explotan la tierra, heredan ese régimen de explotación a través del foro y esto les permitía cierta estabilidad y, además, les permitió desarrollar ciertas innovaciones, pues pudieron introducir nuevos cultivos como el millo y la patata, con rotaciones cada vez más intensivas y poner en práctica también el acotamiento de grandes baldíos, en los que se harán propiedades comunales. Este es un grupo muy heterogéneo, dentro de los que hay distintos niveles: el más bajo serían las viudas, los pobres y todas las personas que rozaban la indigencia: los caseiros, que tenían una estabilidad en la tierra no muy consolidada y vivían apegados a un pazo, siendo la renta a pagar variable y el tiempo del contrato también; labriegos con cierta posición, que recibían incluso rentas de la tierra subaforada, próximos a los fidalgos; la mayoría de los labriegos eran los que tenían la explotación de la tierra bajo un régimen de foro y esto consistía en su mecanismo de supervivencia esencial.

En cuanto a la vida de los campesinos, durante un tiempo se entendía que vivían en régimen de subsistencia pero hace años que se viene hablando de una cierta “autosuficiencia”: el régimen foral aseguraba un mínimo. Y aunque la capacidad de ahorro era casi nula, podían contar con algo más que lo estrictamente necesario para sobrevivir. El total de la producción agraria de un labrego rondaba el 60/65% cautiva, dividida entre un 25% en la siembra del año, un 20% en la renta foral, un 10% dedicado al pago del diezmo eclesiástico y un 8/10% de otros impuestos. La única manera que le quedaba para superar esta situación era el hacer una sobreexplotación constante y permanente de la tierra que tenía aforada, llegando a dividir la unidad económica agraria para explotar al máximo las capacidades de la tierra: la zona de huerta dedicada a las mujeres, el prado y los campos para el ganado, el labradío era dedicado a millo y patatas, el monte para conseguir leña y tojo para el ganado y el cabás o piorno. No se alteró la situación del campesino gallego durante mucho tiempo y esta situación de sobreexplotación se mantendría hasta llegado el siglo XX.

Los foros se perpetuaron y el sistema evolucionó. En la época de los Reyes Católicos, dentro del sector monacal hay una reforma a partir de la Congregación de Valladolid, que busca la centralización frente al autonomismo previo, que pretende el control de toda la tierra arrendada en distintos sistemas de arrendamiento para volver a arrendarla en períodos de tiempo más cortos y con rentas variables en la búsqueda de financiación económica para asumir los gastos de las grandes construcciones barrocas que se estaban produciendo dentro del clero. En el caso gallego pretendían reactualizar el contrato de foro para poder actualizar las rentas. Estos cambios pusieron nerviosa a la sociedad gallega pues traían cambios revolucionarios: si eso se llevaba a cabo el campesino perdía la capacidad efectiva sobre la tierra y los propietarios perdían su capacidad de ser rentistas. Llegó un momento en la que se abrió una lucha dialéctica entre monárquicos, campesinos y fidalgos, pues no se sabía cómo se llevaría a cabo la situación. No todos los monárquicos ni eclesiásticos estaban de acuerdo con esta nueva propuesta de la Congregación de Valladolid, pues entendían que era negativo en el caso gallego, para ambas partes (campesinos y rentistas).

Los argumentos utilizados desde el grupo monacal para la reactualización de los foros:

  • Derecho Natural: el contrato existente entre el propietario del derecho y del útil tenía una fecha de caducidad, pasado este tiempo por derecho natural las tierras tenían que volver a los señores arrendadores.
  • La mala situación del campesinado gallego venía determinada porque el contrato de foro incrustaba un grupo social nuevo, el intermediario fidalgo, que era el que llevaba un porcentaje de la renta sin trabajar la tierra ni tener derecho sobre ella.
  • El rey no podría tomar una solución al respecto porque se trataba de bienes eclesiásticos sobre todo. Bajo jurisdicción eclesiástica pretendían alegar que eran bienes espirituales y por tanto el rey no tenía ámbito de actuación.

Los defensores del foro argumentaban:

  • Defienden que es falso el argumento del derecho natural porque el contrato era una cesión de explotación de tierra de A a una segunda persona labrega B pero que eran tierras incultivadas, por lo que si las tierras estaban cultivadas y producían, esta riqueza se debía al esfuerzo del labrego (enfiteusis).
  • Situación de imaginación: de haber una reforma agraria en Galicia y los monasterios recuperasen sus propiedades acontecería un paro total del campesinado gallego por arrebatarles su modo de vida.
  • Llevando a la práctica la recuperación de los foros, al ser la Iglesia la mayor propietaria de las tierras de Galicia esto llevaría a una desaparición total de la aristocracia y a la aparición de una teocracia (alto clero con poder propietario).

La solución que se adopta es política, en un momento en el que los monárquicos comienzan a llevar a cabo los primeros despojos de foros en la Audiencia. Carlos III dará una solución a la situación gallega con la Real Pragmática de 1763, en la que el monarca ordena que ningún juez aceptara querella de despojo hasta nueva orden, una orden que nunca llegó y los contratos permanecieron desde este año hasta el siglo XX. Con esto no se resuelve nada pero se para el proceso: el campesino gallego conquista el derecho de la propiedad privada y la fidalguía permanece viviendo de las rentas, dotando a las clases sociales de una estabilidad estructural desde el XVIII hasta el XIX y determinando que Galicia entre al mundo contemporáneo con unas características políticas, sociales y económicas más vinculadas al Antiguo Régimen que al liberalismo europeo. La reforma liberal del siglo XIX se orientará en dos direcciones: por un lado en la desamortización de los bienes eclesiásticos que busca racionalizar los bienes de la Iglesia para ponerlos en circulación dentro del sistema capitalista y en la supresión de señoríos jurisdiccionales. Todo esto determinará que la aplicación económica del sistema liberal sea muy complicada: el foro estuvo totalmente exento de la legislación antiseñorial y desamortizadora. Será durante la dictadura de Primo de Rivera que se alcance el Decreto de Redención de Foros en el año 1929, aunque el último despojo de foro será del año 1973.

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