Fundamentos de la Moralidad Cristiana: Actos, Pasiones, Virtudes y Conciencia

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Fundamentos de la Moralidad Cristiana

La moralidad cristiana se cimienta en principios que rigen la conducta humana, buscando la plenitud del bien y la armonía con la voluntad divina. Este documento explora los pilares de esta moralidad: los actos humanos, las pasiones, las virtudes y la conciencia moral.

Moralidad de los Actos Humanos

La moralidad de los actos humanos se determina por tres fuentes esenciales: el objeto elegido, la intención y las circunstancias. El objeto elegido especifica moralmente el acto de voluntad, juzgándolo como bueno o malo según la razón.

Es fundamental comprender que no se puede justificar una acción mala por el hecho de que la intención sea buena. Un acto moralmente bueno requiere la bondad simultánea del objeto, de la intención y de las circunstancias. La máxima es clara: no está permitido hacer un mal para obtener un bien.

Moralidad de las Pasiones

El término pasiones designa los afectos y los sentimientos que experimenta el ser humano. A través de sus emociones, el hombre intuye lo bueno y lo malo. Ejemplos inminentes de pasiones son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría y la tristeza.

En sí mismas, las pasiones no poseen bien ni mal moral. Sin embargo, su moralidad surge en la medida en que dependen o no de la razón y de la voluntad. La perfección del bien moral radica en que el hombre sea movido al bien no solo por su voluntad, sino también por su corazón, integrando así sus emociones en una conducta virtuosa.

Las Virtudes

La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe.

Virtudes Cardinales

Estas virtudes se agrupan en torno a cuatro pilares fundamentales:

  • Prudencia: Dispone la razón práctica para discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.
  • Justicia: Consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
  • Fortaleza: Asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la práctica del bien, superando el temor y las adversidades.
  • Templanza: Modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados, garantizando el dominio de la voluntad sobre los instintos.

Las virtudes morales crecen mediante la educación, los actos deliberados y el esfuerzo perseverante.

Virtudes Teologales

Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Son tres:

  • Fe: Por la fe creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos propone creer.
  • Esperanza: Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios, con una firme confianza, la vida eterna y las gracias necesarias para merecerla.
  • Caridad: Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios.

Dones del Espíritu Santo

Los siete dones del Espíritu Santo, concedidos a los cristianos, perfeccionan las virtudes y hacen al hombre dócil a las inspiraciones divinas. Estos dones son:

  • Sabiduría
  • Entendimiento
  • Consejo
  • Fortaleza
  • Ciencia
  • Piedad
  • Temor de Dios

Conciencia Moral

La conciencia moral es definida como “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella.” Es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto.

Para el hombre que ha cometido el mal, el veredicto de su conciencia constituye una garantía de conversión y de esperanza. Una conciencia bien formada es recta y veraz; formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador.

Cada cual debe poner los medios para formar su conciencia. Ante una decisión moral, la conciencia puede formar un juicio recto de acuerdo con la razón y la ley divina o, al contrario, un juicio erróneo que se aleja de ellas. El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Sin embargo, la conciencia moral puede permanecer en la ignorancia o formar juicios erróneos, y estas ignorancias y errores no están siempre exentos de culpabilidad.

La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se forma y se perfecciona la conciencia moral.

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