Fundamentos Éticos: Exploración de Fines, Deberes y Juicios Morales
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Ética Teleológica: La Búsqueda del Fin Último
La perspectiva teleológica en ética pone un énfasis primordial en la finalidad o el propósito de las acciones. Al examinar las consecuencias de las normas y los actos, nos adentramos en un marco ético teleológico. Esta aproximación ética evalúa tanto el fin perseguido como los medios utilizados para alcanzarlo. Aristóteles, por ejemplo, consideraba su ética como teleológica, dado que el elemento crucial es el fin de la acción humana. Dicho fin es la Eudaimonía, que se traduce comúnmente como felicidad o florecimiento humano. Se sostiene que todas las actividades humanas tienden, en última instancia, a la búsqueda de esta felicidad. La Eudaimonía no se considera un medio para otro objetivo, sino un fin en sí misma. La justificación de una acción, desde este punto de vista, reside en la evaluación de las consecuencias más beneficiosas para todos los individuos afectados por ella. Para determinar qué curso de acción conducirá a la felicidad o al bienestar general, es necesario investigar los intereses y necesidades de dichos individuos. Este enfoque ético concibe al ser humano como una persona autónoma, defendiendo su capacidad para decidir por sí mismo aquello que más le favorece.
Ética Deontológica: El Primado del Deber
En contraste, la ética deontológica sostiene que las acciones son intrínsecamente correctas o incorrectas, independientemente de las consecuencias que puedan generar. Esta postura se fundamenta en la premisa de que no podemos prever con certeza todas las posibles derivaciones de nuestros actos y, por lo tanto, no podemos ser plenamente responsables de ellas. Para Immanuel Kant, el criterio ético fundamental es la buena voluntad, argumentando que es lo único en el mundo que puede ser considerado bueno sin restricción alguna. La razón de ser de la acción radica en el deber, que se impone como una ley moral a la voluntad. El comportamiento ético se juzga, entonces, de acuerdo con reglas o principios. Según esta ética, actuamos correctamente solo cuando nuestra motivación es el cumplimiento del deber en sí mismo, sin esperar nada a cambio, a diferencia de la búsqueda de la Eudaimonía propuesta por la teleología.
Kant no proporciona un conjunto de reglas morales específicas o un código detallado. En su lugar, invita a cada individuo a formular sus propias máximas morales. No obstante, para que estas máximas autoimpuestas adquieran validez universal y necesaria, deben poder ser universalizadas a través del imperativo categórico. Este imperativo se presenta en varias formulaciones, siendo dos de las más destacadas:
- Actúa solo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal.
- Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio.
Kant también distingue el imperativo hipotético, el cual establece condiciones de posibilidad contingentes, estructurándose como: "Debes hacer X si quieres conseguir Y". Estos imperativos pueden ser:
- De habilidad (o técnicos): Indican los medios para alcanzar un fin posible. Por ejemplo: "Debes estudiar esta materia si quieres aprobar el examen".
- De prudencia (o pragmáticos): Se refieren a los medios para alcanzar la felicidad, un fin que se puede presuponer en todos los seres humanos. Por ejemplo: "Debes moderar tus pasiones si quieres ser feliz".
Tipos de Juicios de Valor
Tanto la acción práctica como el conocimiento teórico involucran, de una forma u otra, una estipulación o valoración. Existen diversos tipos de actitudes valorativas, cada una con una complejidad característica, manifestada a través de diferentes componentes emocionales y conductuales. El acto de juzgar implica una valoración que se expresa mediante juicios de valor. Estos juicios son el resultado de un proceso mental y pueden clasificarse de la siguiente manera:
Juicios de Obligación Moral
Estos juicios prescriben o prohíben ciertas acciones basándose en consideraciones morales.
- Particulares: Se refieren a situaciones o individuos específicos. Por ejemplo: "No debería fugarme de la cárcel", "Lo que hizo Juan está mal".
- Generales: Se aplican a clases de acciones o a todos los individuos en determinadas circunstancias. Por ejemplo: "Deberíamos cumplir nuestras promesas", "Todos los individuos tienen derecho a la libertad".
Juicios de Valor Moral
Estos juicios evalúan el carácter moral de personas, acciones o rasgos de carácter.
- Particulares: Se centran en un individuo o acto concreto. Por ejemplo: "Mi abuelo es un buen hombre", "Ella es responsable de lo que hizo".
- Generales: Se refieren a cualidades o tipos de personas. Por ejemplo: "La benevolencia es una virtud", "Un individuo idealmente bueno no bebe ni fuma en exceso".
Juicios de Valor No Moral
Estos juicios expresan valoraciones sobre aspectos que no son inherentemente éticos, como la estética, la utilidad o el placer.
Ejemplos incluyen: "El auto nuevo es más atractivo", "El placer es bueno en sí mismo", "Juan no tuvo una vida muy buena". Estos juicios establecen una distinción entre lo 'bueno' y lo 'malo' en un sentido no moral, donde se evalúan cualidades, experiencias o estados de cosas. Es fundamental distinguir estos juicios valorativos de las meras descripciones de hechos o aspectos.
Concepto de Norma
Una norma puede entenderse de diversas maneras, entre ellas como:
- Aquello que está de acuerdo con los hábitos o costumbres sociales.
- Aquello que es conforme con un principio racional o lógico.
- Aquello que coincide con la historia o la tradición de una comunidad.
Una norma se considera universal cuando su validez es independiente de condicionantes personales, sociales, culturales y circunstanciales. Por el contrario, una norma no es universal (o es particular/relativa) si su validez no puede ser concebida sin que se haya satisfecho alguno de estos condicionantes específicos.
Principios Éticos y su Fundamentación
El término "principio" es polisémico, lo que puede llevar a ambigüedades. En el contexto ético, es crucial distinguir sus diferentes acepciones.
Principio como Fundamento de la Realidad (Ontológico)
Un fundamento ontológico se refiere a la base del ser o de la existencia. Por ejemplo, se puede sostener que la verdad de una proposición radica en su correspondencia con una realidad objetiva, la cual se considera existente y, por ende, cognoscible (por ejemplo, a través de la percepción o la razón). De forma análoga, se podría argumentar que la bondad posee una existencia real, lo que fundamentaría su naturaleza y los juicios éticos sobre ella. La afirmación de que 'si la verdad existe, se afirma la fe' puede interpretarse como la idea de que la creencia en una verdad objetiva o fundamental puede requerir un elemento de convicción o aceptación básica, similar a la fe, especialmente en ciertos marcos filosóficos o metafísicos.
Principio como Fundamento del Conocimiento (Epistemológico)
Además, "principio" puede entenderse en un sentido epistemológico, como un principio del conocimiento. En esta acepción, un principio es un criterio o punto de partida fundamental desde el cual se inicia un proceso de razonamiento, investigación o adquisición de conocimiento sobre la realidad u otros asuntos. Es la base sobre la que se construyen otros conocimientos o argumentaciones.