Fundamentos Esenciales: Signos, Morfología Lingüística y el Espíritu Barroco

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Los Signos

Los signos son un elemento de la comunicación humana, inmediatamente perceptible a través de los sentidos, que sustituye a un objeto, concepto o idea de la realidad (el referente del signo). La información sobre el referente se transmite gracias a que ese signo evoca en la mente del receptor el mismo concepto o imagen que en el emisor.

Clases de Signos

Los signos se clasifican en:

  • Humanos y no humanos.
  • Los humanos se dividen en:
    • Verbales (utilizamos la comunicación verbal).
    • No verbales (gestos, imágenes).
  • También pueden ser: visuales, auditivos, naturales, artificiales.

Tipos Específicos de Signos

  • Indicio (Señal)

    Signo que mantiene una relación natural de causa-efecto. Por ejemplo: el humo es signo de la existencia de fuego; las canas, de la edad; la fiebre, de enfermedad.

  • Icono (Imagen)

    Signo que presenta una relación de semejanza con su referente. Por ejemplo: un retrato es un signo icónico de una persona; un plano, de un lugar.

  • Símbolo

    Signos que se utilizan para representar otras realidades, como las banderas, la notación química, etc.

Morfología Lingüística: Sustantivo y Adjetivo

El Sustantivo

  • Forma

    El sustantivo se caracteriza por poder recibir morfemas flexivos de género y número.

  • Género

    Permite establecer la concordancia con el sustantivo de otras palabras que se refieren a él y que también admiten variación de masculino y femenino.

El Adjetivo

  • Forma

    Morfológicamente, el adjetivo es una clase nominal que recibe los morfemas flexivos de género y número. Admiten apreciativos.

  • Género

    Tanto el género como el número permiten la concordancia del adjetivo con el sustantivo. Hay adjetivos que no marcan mediante un morfema la distinción de género, por ejemplo: graduable, idealistas.

El Barroco: Cultura y Pensamiento del Siglo XVII

El término Barroco, que tuvo en su origen un carácter peyorativo, ha sido adoptado para definir el conjunto de rasgos propios de la cultura de gran parte del siglo XVII. Se produce una continuidad y una evolución que con el paso del tiempo acaba por imprimir a la cultura del siglo XVII unos rasgos evidentes con respecto a la cultura del siglo XVI. En la literatura española, por ejemplo, se mostraría con claridad la distancia existente entre la lengua de una égloga de Garcilaso y la de las Soledades de Góngora.

Se produce una desvalorización de lo terreno y se vuelve a insistir en ideas medievales como la brevedad de la vida y la caducidad de las cosas. La convicción de la fugacidad de lo terreno está en la base de la vida barroca por excelencia: la del desengaño.

Frente al idealismo y al optimismo renacentistas, las ilusiones renacentistas han dado paso a la frustración y el desencanto como consecuencia de las conflictivas circunstancias histórico-sociales. La vida ahora está presidida por la idea de la muerte: vivir es solo un breve tránsito entre la cuna y la sepultura, título de una obra de Quevedo. El tiempo lo destruye todo y, por tanto, todo es vanidad. La realidad es solo ilusión y apariencia: "la vida es sueño".

El hombre barroco es un ser esencialmente desconfiado. Para sobrevivir en una realidad en la que las cosas no son como parecen, donde todo está lleno de trampas en un mundo tan engañoso, es necesario saber manejarse. La prudencia, la discreción, el saber ocultarse y el engaño son las máximas que deben guiar la conducta de aquel que quiera triunfar.

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