Fundamentos y Corrientes Clave de la Filosofía Ética
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Introducción a las Teorías Éticas
Una teoría ética es una teoría filosófica que intenta fundamentar la moral, es decir, justificar su validez y legitimidad. Como tal, la moral consiste en:
- Una serie de preceptos o normas (por ejemplo, "busca el término medio", "haz lo que beneficie a la mayoría").
- Una serie de valores (como templanza, utilidad, felicidad).
Según el tipo de fundamento que proporcione, hablaremos de un tipo de teoría ética o de otro. Así, serán teorías distintas aquellas que conciben y defienden la moral como una búsqueda de la vida buena o como el cumplimiento del deber.
Clasificación Principal de las Teorías Éticas
Éticas Materiales o Éticas de los Fines
Son aquellas cuyo fundamento posee un contenido concreto, material, como la felicidad, el placer, la virtud o la utilidad. Estas éticas implican la búsqueda de un fin o bien supremo.
Éticas Formales o Éticas del Deber
Son aquellas que no otorgan ningún contenido concreto a su fundamento, sino que se fijan sólo en la forma, es decir, la manera que tiene el ser humano de actuar, y no en lo que hace. No se centran en la consecución de un fin, sino en la aceptación de un deber.
Corrientes Destacadas dentro de las Éticas Materiales
1. Intelectualismo Moral
El filósofo griego Sócrates (470-399 a.C.) es el principal exponente de esta corriente. Sostiene que el bien es algo que tiene existencia objetiva y validez universal, y al ser humano le es posible conocerlo. Sócrates concibe la moral de la siguiente manera:
- No hay personas malas, sino ignorantes.
- No hay personas buenas si estas no son primero sabias.
Según esta teoría, conocer el bien es hacerlo: sólo actúa inmoralmente el que desconoce en qué consiste el bien. Puede comprobarse que esta teoría moral es doblemente cognitivista, ya que no sólo afirma que es posible conocer el bien, sino que además defiende que este conocimiento es el único requisito que el ser humano necesita para cumplirlo.
2. Eudemonismo
Las éticas que consideran la felicidad (eudaimonía, en griego) como el fin de la vida humana y el máximo bien al que se puede aspirar son éticas eudemonistas. Estas intentan explicar en qué consiste la felicidad.
Aristóteles (384-322 a.C.) es su figura más representativa. Afirma que todos los seres tienen por naturaleza un fin (telos). El fin al que tiende el ser humano por naturaleza es la actividad racional. Por lo tanto, la máxima felicidad del ser humano residirá en la vida conforme a la razón.
Según Aristóteles, la razón (logos) tiene que encauzar nuestras aspiraciones y deseos, y realizar aquellos que conducen a la felicidad. Quien así actúa ejercita la prudencia (phrónesis), virtud fundamental para elegir en cada situación lo que nos conviene para el conjunto de la vida y alcanzar así una vida plena y feliz.
3. Hedonismo
El término hedonismo proviene del griego hedoné, que significa placer. Es la doctrina que identifica el placer con el bien y concibe la felicidad en el marco de una vida placentera.
Exponentes del Hedonismo:
- Aristipo de Cirene (c. 435 – c. 356 a.C.): Para él, la finalidad de nuestra vida es el placer, entendido principalmente como goce sensorial, sensual y corporal, y no como mera fruición intelectual. Los placeres deben ser inmediatos.
- Epicuro de Samos (341 – 270 a.C.): El epicureísmo también identifica el placer con la felicidad. Sin embargo, Epicuro define el placer como la ausencia de dolor en el cuerpo (aponía) y la ausencia de perturbación en el alma (ataraxia). La felicidad consiste en organizar de tal modo nuestra vida que logremos el máximo placer y el mínimo dolor, priorizando los placeres espirituales, la amistad y la tranquilidad del alma sobre los placeres corporales efímeros.
4. Estoicismo
Corriente filosófica iniciada por Zenón de Citio (c. 334 – c. 262 a.C.). El estoicismo considera que el mundo se encuentra gobernado por una ley o razón universal (Logos) que determina el destino de todo lo que en él acontece. El ser humano está limitado por un destino inexorable que no controla.
Desde esta perspectiva, la conducta correcta y la felicidad sólo son posibles en el seno de una vida virtuosa, vivida en conformidad con la naturaleza y la razón. Esto implica alcanzar la imperturbabilidad del alma (apatheia), un estado de serenidad que se logra mediante la aceptación del destino y la insensibilidad racional hacia el placer y el dolor externos (que no dependen de nosotros).
En un sentido amplio, se consideran estoicas todas las doctrinas éticas que defienden la indiferencia ante los placeres y dolores externos, así como el control de las pasiones y deseos, buscando la virtud y la serenidad a través de la aceptación del orden natural y el cumplimiento del deber.