Francisco Salzillo: Vida y Obra del Maestro Escultor del Barroco Español
Enviado por Chuletator online y clasificado en Plástica y Educación Artística
Escrito el en español con un tamaño de 6,63 KB
Vida y Obra de Francisco Salzillo
Francisco Salzillo nació en 1707, siendo el segundo de siete hermanos. Heredó el taller paterno, situado en la vivienda familiar, cerca del convento de Santa Isabel. Todas las biografías mostraron a un escultor plenamente identificado con el medio cultural y religioso que le rodeaba, al que respondían sus encargos. La fama con que su figura quedaba se basaba en la favorable respuesta que encontraban sus obras en un público sencillo, fácilmente conmovido por ellas. De Salzillo se destacó un aspecto considerado básico en la originalidad de sus figuras, como fueron la rápida fama alcanzada y la perfección lograda sin más contacto que con el legado paterno y su voluntario aislamiento.
Obras Destacadas de Salzillo
Virgen de las Angustias
La Virgen de las Angustias es una obra de 1741 y se encuentra en la iglesia de San Bartolomé. Representa un momento de gran tensión emocional con dos figuras que infundían al espectador sentimientos avivados por la visión del cuerpo maltrecho de Cristo y la desolada expresión de la Virgen. Se transforma el tipo iconográfico de la Piedad. Cristo es ahora un cuerpo inerte que resbala pesadamente entre las rodillas de la Virgen. Ha abandonado el regazo de María para que el espectador pueda contemplarlo sin obstáculos. Este efecto dramático se acrecienta con la importancia del detalle y otros accesorios, como los angelitos sobre la superficie rocosa del calvario. Sus desoladas y tiernas expresiones, la forma con que besan y reverencian el cuerpo inerte de Cristo, intensifican el carácter emocional del conjunto.
Sagrada Familia
La Sagrada Familia se encuentra en la Iglesia de San Miguel, en Murcia. Obra de su primera época, de 1735, es un admirable grupo de cinco figuras: Jesús, María, San José, Santa Isabel y San Joaquín. San José se encuentra ligeramente retrasado, contemplando con aire ausente la escena, mientras San Joaquín y Santa Ana forman un triángulo cuyo vértice es la cabeza de la Virgen. La separación simbólica de ambos mundos queda subrayada por las escalinatas que han de ascender hasta alcanzar a Cristo, el cual, vuelto hacia Santa Ana, parece ir en su busca. Salzillo, con esta obra, añadió una novedad compositiva, como fue la ruptura de la equilibrada forma triangular de origen rafaelesco. Las facciones sonrosadas y amables de sus niños, los rostros de sus vírgenes y la visión de la ancianidad fueron patrones frecuentes en la obra de Salzillo. Sus colores preferidos a la hora de policromar las figuras eran los verdes, azules y rojos.
Los Pasos de Salzillo para la Cofradía de Jesús Nazareno
Los pasos que realizara Salzillo para la Cofradía de Jesús Nazareno de Murcia constituyen una parte fundamental de su legado escultórico. La compleja forma de componer un paso exigía pericia y habilidad para equilibrar en una sola superficie las cambiantes condiciones visuales de la imagen. La procesión tenía como objetivo fundamental mostrar al espectador la trama argumental de la Pasión de Cristo, orientando su reacción de aprobación o rechazo. La definición de caracteres y la definición de la condición moral de cada uno de los personajes que intervienen en la escena ocupaba un lugar privilegiado en la escultura pasionaria, aliado siempre con la capacidad que el rostro tenía para reflejar los estados del alma. Así, el cuerpo del justo debía ser bien proporcionado porque se asoció la idea de belleza física a la de belleza moral, mientras que “al hombre de malas costumbres conviene un rostro deforme, orejas largas, boca pequeña”.
La Caída
La Caída es el primero de la serie, iniciado en 1752. La disposición de las figuras en este paso significó un ejercicio calculado para poder resolver la dificultad del grupo de la forma más natural posible. La expresión de Cristo parece inspirada en la tradicional imaginería española, por lo que debería convertirse en el centro de toda la escena desde el punto de vista simbólico y compositivo.
San Jerónimo Penitente
San Jerónimo Penitente está, caso poco frecuente en la obra de Salzillo, firmada y fechada en 1755. Figuró en el Monasterio de los Jerónimos de La Ñora y hoy se encuentra en el Museo de la Catedral. Se considera como escultura capital de Salzillo y una de las mejores de toda la imaginería española. La figura, de 1,65 metros, aparece sobre una peana entelada, tallada en madera y policromada. El santo, semiarrodillado, desnudo de medio cuerpo, porta en su mano izquierda un crucifijo. La mano derecha permanece extendida en movimiento y ademán de golpearse el pecho con una piedra. Apoya el codo izquierdo sobre un pequeño saliente en el que hay un libro abierto y una calavera. Un sombrero de ermitaño, un león y otro libro con la firma y fecha rodean la imagen sobre la peana, de acuerdo con la iconografía dominante a fines del siglo XIV y principios del XV, que prefería al doctor dálmata en su aspecto ascético, frente a una interpretación más doctoral o estudiosa del Renacimiento. La imagen transmite a la vez la humanidad y santidad, como un desnudo portentoso de detalles anatómicos jamás logrados y una expresión de vida interior muy intensa; esta expresión recorre todo el cuerpo, de la cabeza a los pies, en un manejo de músculos, huesos y nervios.
La Última Cena
La Última Cena, tallada en 1761, fue a sustituir un paso sobre el mismo tema realizado por su padre, Nicolás, en 1700. En esta obra, Salzillo tenía que enfrentarse al reto de componer una escena con trece figuras sentadas alrededor de una mesa. Para ello, Salzillo recurre a representar la escena en el momento en el que Cristo anuncia la traición por uno de los apóstoles. Es un momento de gran tensión emocional y le permitía a Salzillo representar las diversas reacciones ante el anuncio de Cristo. Cada apóstol habría de reaccionar de manera distinta, según su carácter o según el grado de comprensión alcanzado. Todos buscaron un significado a las palabras de Cristo y, al reaccionar, crearon líneas diferentes de composición, girando sus cuerpos, levantando o extendiendo sus brazos, dirigiendo la mirada hacia el comensal más cercano, etc. Judas, objeto de la profecía, fue situado al extremo de la mesa con todos los signos propios de su bajeza moral. El eje de la escena viene marcado por la figura de Cristo y San Juan que, confiado, duerme en su regazo. Desde la figura de Cristo se extiende una línea marcada por su brazo que se dirige hacia el extremo ocupado por Judas quien, intranquilo, se gira hacia el espectador.