Francisco de Goya: Genio Pictórico y Visionario del Arte Español
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El aragonés Francisco de Goya es un pintor difícil de encasillar. Vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX, cultivando tanto el neoclasicismo como el romanticismo. Dominó todas las técnicas artísticas: la pintura mural y de caballete, los cartones para tapices y el grabado. Su temática fue igualmente diversa, abarcando bodegones, cuadros religiosos e históricos, y escenas costumbristas.
La factura de su pincelada es de una libertad total y un dominio completo de la materia. Con los años, su estilo tendió a ser más amplio, largo, suelto y expresivo. Las texturas en sus obras varían desde el aspecto liso de los cartones hasta el rugoso de las Pinturas Negras. Goya dibujaba con rapidez, sugiriendo formas mediante trazos, o insistía en los contornos con líneas marcadas. Llegó a utilizar gruesos empastes, modelando la pintura a veces con los dedos o la espátula. En sus cuadros, el color y la pasta son los elementos dominantes. Pasó de los tonos suaves y luminosos de sus cartones a obras más contrastadas con colores fuertes; en las Pinturas Negras, su gama cromática se redujo a ocres, negros y marrones, lo que él denominaba el "no color".
Goya empleó procedimientos compositivos variados, desde una ordenación geométrica conforme a triángulos y cuadrados, hasta una libertad compositiva que, aunque audaz, nunca fue caótica, ya que siempre existen líneas rectoras en la estructura del cuadro.
Centró su atención en la figura humana, mostrando un menor interés por el marco ambiental. En sus obras, percibimos la vida del pueblo como elemento político y la agitación de las masas. Goya representó la verdad sin detenerse ante lo más horrible: pintó lo bello con delicadeza exquisita, pero también supo destacar lo feo, lo terrible y lo monstruoso. Cultivó numerosos temas, incluyendo los religiosos, populares y retratos, entre otros.
Su pintura evolucionó del idealismo de los cartones al expresionismo de las Pinturas Negras. Su obra abrió las puertas a muchos movimientos del siglo XIX y, en parte, del XX, anunciando el impresionismo (ejemplificado en La lechera de Burdeos), el expresionismo (en sus Pinturas Negras) y el surrealismo (como se ve en Los Caprichos).
La Familia de Carlos IV: Un Retrato Real con Profundidad Psicológica
El esquema general de La Familia de Carlos IV es bastante monótono, lleno de verticales formadas por las propias figuras. Los colores predominantes son los cálidos, en especial los dorados. Esta obra es, sin duda, el retrato más conseguido de Goya.
Los miembros de la familia real van ataviados con ropajes suntuosos; sin embargo, a pesar del boato, el estilo naturalista que imprime el artista logra captar la individualidad de los personajes, de modo que cada uno de ellos tiene la suficiente fuerza como para romper en cualquier momento la unidad que se espera de un cuadro de grupo.
La figura dominante es la de la Reina María Luisa, situada en el centro. Realmente era ella quien se ocupaba de los asuntos políticos, y su relación ilícita con Godoy (favorito del rey y mecenas de Goya) era muy conocida y estaba maliciosamente en boca del pueblo. No obstante su rostro altivo y perspicaz, Goya apreció también su lado más tierno en la forma de coger a sus hijos.
La figura del rey, a pesar de encontrarse un poco más adelantada hacia el espectador que la de la reina, nos parece la de alguien resignado y conocedor de sus circunstancias, característica que acentúa su mirada un tanto nebulosa.
Por su parte, Goya rinde un sincero homenaje a su predecesor, Velázquez, insertando un autorretrato parecido al de Las Meninas. La diferencia estriba en que Velázquez se pintó con la altivez merecida de un artista que disfrutaba de una posición dominante, mientras que Goya se muestra más conservador y recatado, emergiendo entre las sombras de dos telas situadas al fondo a la izquierda.