Fragmentos Clásicos: Salustio, Séneca y Virgilio en la Antigüedad Romana

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Salustio

De coniuratione Catilinae

Fragmento 36, 2-3

Cuando esto se supo en Roma, el Senado declara enemigos públicos a Catilina y a Manlio, y al resto de sus gentes establece un día, antes del cual les estará permitido abandonar las armas sin perjuicio, excepto a los condenados por pena capital. Ordena además que los cónsules hagan un reclutamiento, que Antonio se apresure con el ejército a perseguir a Catilina y Cicerón quede como defensor de la ciudad.

Fragmento 31

Entonces el cónsul M. Tulio, ya sea temiendo su presencia, ya sea movido por la ira, pronunció un discurso brillante y útil al estado, que después publicó por escrito. Pero, cuando él se sentó, Catilina, como estaba preparado para fingir todo, volviendo el rostro y con voz suplicante comenzó a suplicar a los senadores que no creyeran nada de él a la ligera.

Fragmento 31, 1-2

Por estas cosas los ciudadanos estaban conmovidos y cambiando el semblante de la ciudad. De una enorme alegría y euforia, que la pasada tranquilidad había producido, de repente la tristeza invadió a todos: se alteraban, se atemorizaban, no se fiaban suficientemente de lugar o de persona alguna; ni vivían en guerra ni tenían paz; cada uno medía los peligros según su propio temor.

Bellum Iugurthinum

Fragmento 5, 1

Voy a describir la guerra que el pueblo romano sostuvo con Yugurta, el rey de los Númidas, primero porque fue grande y terrible, y la victoria incierta, segundo porque entonces por primera vez se salió al paso de la soberbia de la nobleza. Este enfrentamiento mezcló indiscriminadamente lo divino y lo humano, y llegó a tal punto de locura que los enfrentamientos civiles, la guerra y la destrucción pusieron fin a Italia.

Séneca

Ad Lucilium Epistulae

Fragmento LI, 5-8

Hay que encender el ánimo y mantenerlo lejos de las debilidades del placer. Un solo invierno difuminó a Aníbal y a aquel hombre, indómito ante las nieves y los Alpes, lo desquició la suavidad de la Campaña. Venció por las armas, pero fue vencido por los vicios. Deben ser combatidos sobre todo los placeres que, como ves, arrastran hacia sí incluso a las mentes fieras. La fortuna sostiene una guerra conmigo, pero no voy a cumplir sus órdenes. No admito su yugo, es más, lo rechazo, porque se debe actuar con más virtud. No se debe debilitar el ánimo.

Virgilio

Aeneidos

Fragmento II, 234-239

Rompemos los muros y abrimos las murallas de la ciudad. Todos se ponen manos a la obra y ponen rodillos bajo las patas, y tienden a su cuello cuerdas de estopa; atraviesa los muros el ingenio fatal, lleno de armas. Alrededor muchachos y doncellas cantan y se alegran de tocar con su mano la cuerda.

Fragmento I, 50-54

La diosa meditando consigo misma tales cosas en su corazón encendido, llega a la patria de las tormentas, Eolia, un lugar infestado por los furibundos austros. Allí, en una inmensa gruta, el rey Eolo doblega con su poder a los combativos vientos y las tempestades resonantes y los refrena con cadenas y la cárcel.

Fragmento IV, 124-128

Dido y el caudillo troyano llegarán a la misma cueva. Estaré allí y, si tu predisposición me está asegurada, los uniré en un matrimonio estable y la declararé suya. Este será su matrimonio.” La Citerea (Venus), no sintiéndose contraria a la propuesta, asintió y, descubiertas las astucias, se echó a reír.

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