El Foro Romano: Arquitectura y Funciones de las Basílicas Antiguas

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El Foro Romano: Evolución y Nuevos Elementos

A partir del siglo II, el Foro Romano experimentó una notable expansión, impulsada por el expansionismo y los logros militares. Esta etapa trajo consigo la incorporación de nuevos elementos arquitectónicos que desempeñaron funciones cruciales en la vida política, administrativa y de representación de la ciudad.

Las Basílicas: Origen y Características

Un elemento destacado de esta transformación fueron las basílicas. Su origen es objeto de debate entre los autores:

  • Algunos lo sitúan en el mundo griego, en las grandes Stoas.
  • Otros lo derivan de un espacio asociado al rex sacrorum, presente desde los inicios en la Regia.

Desde el siglo II, el Foro llegó a contar con cuatro basílicas: Porcia, Fulvia, Opimia y Sempronia. Inicialmente, estos espacios eran simples espacios porticados que ofrecían refugio a los ciudadanos.

Estructura y Función de las Basílicas

A partir de esta época, las basílicas se identifican por:

  • Un espacio interno abierto.
  • Al menos tres naves, con la central más ancha y elevada a una segunda planta.
  • La segunda planta presentaba vanos para la iluminación.

En el centro de estas estructuras se celebraban juicios, mientras que en las naves laterales se llevaban a cabo contratos comerciales. En la zona exterior, las tabernae albergaban el comercio menor y se abrían al foro.

La Basílica Porcia

La primera basílica, la Porcia, se ubicaba junto al Comicio y la Curia Hostilia. Fue construida en el 185 a.C. por Catón el Censor (o el Viejo) a su regreso de Grecia. Se cree que su construcción estuvo ligada a la Curia porque esta última se había quedado pequeña, permitiendo así repartir las funciones judiciales entre ambos edificios. Lamentablemente, no quedan restos de ella, pero tenemos información gracias a autores como Vitruvio y Tito Livio.

La Basílica Fulvia Emilia (o Emilia)

La segunda basílica, y el único exponente que ha sobrevivido parcialmente, es la Fulvia Emilia. Fue creada en el 179 a.C. por Mario Fulvio Nobilior y Marco Emilio Lépido, de ahí su nombre inicial. La gens Aemilia realizó varias reformas posteriores; Lucio Emilio Lépido Paulo llevó a cabo un plan de actuación que le otorgó una renovación y su nombre, siendo conocida como Basílica Paula. Posteriormente, Augusto también intervino, realizando una renovación integral que incluyó la marmorización interna y un nuevo pavimento, devolviéndole su nombre original: Basílica Emilia.

De esta basílica quedan escasos vestigios, pero es posible restituir su fisionomía y planta. Contaba con una gran nave central, siguiendo los modelos de Vitruvio, y un pórtico exterior con tabernae. El interior estaba dividido en cuatro naves, siendo la central la más amplia y decorada con mármol africano de tonalidad grisácea, aunque se sabe que su procedencia era Asia Menor, material utilizado por Augusto.

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