Formalismo Moral de Kant y Ética del Discurso de Habermas: Principios y Diferencias
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El Formalismo Moral de Kant
Para Kant, la razón posee dos usos principales:
- Uso puro de la razón: Se ocupa de conocer cómo son las cosas del mundo físico.
- Uso práctico de la razón: Se ocupa de saber cómo debemos actuar, cuáles son los principios de la conducta humana. Sólo aquí puede hablarse de libertad.
Kant advierte que, en el momento de iniciar una acción, la razón humana actúa bajo la forma de imperativo, porque impone una obligación (debes hacer esto; haz esto). Los imperativos pueden ser de dos tipos: hipotéticos y categóricos.
Los imperativos hipotéticos son aquellos que están sujetos a una condición. Responden al esquema: si quieres X, entonces debes hacer Y.
Los imperativos categóricos no están sujetos a ninguna condición, no hacen referencia a ningún contenido moral concreto y son válidos para toda acción, con independencia de cuál sea ésta. Son, por tanto, de carácter universal (por ejemplo: debes respetar siempre la dignidad humana).
Una acción es moral sólo cuando se basa en imperativos categóricos. Es decir, cuando la persona decide llevarla a cabo, únicamente, porque ha elegido dicha acción como la debida, sin esperar nada a cambio. De lo contrario, una acción podría ser legal, pero nunca moral.
- Una formulación del imperativo categórico sería: obra de tal modo que puedas querer que el motivo de tu acción se convierta en ley universal.
Con el fin de poder encontrar un fundamento al imperativo categórico, Kant distingue entre autonomía y heteronomía de la voluntad. La voluntad es autónoma cuando se da a sí misma su propia ley; y es heterónoma cuando recibe pasivamente la ley de algo o de alguien que no es ella misma.
- Así, toda ética teleológica o de fines, como las éticas de la felicidad, las éticas de mandamientos, recompensas, castigos… son siempre heterónomas.
Sólo la voluntad puede ser juzgada como buena o mala. Por ello, únicamente una voluntad autónoma que obedezca el imperativo categórico será buena.
La Fuerza del Diálogo en la Ética de Habermas
El núcleo central de toda la filosofía de Habermas es la denominada teoría de la acción comunicativa, que sienta las bases de la ética del discurso.
Para Habermas, el diálogo es el elemento que permite comprender los intereses que mueven a los integrantes de una sociedad. Este diálogo debe estar sujeto a unas normas muy concretas para que, a través de la aplicación de las mismas, se puedan obtener acuerdos. Esos acuerdos alcanzados a través del consenso funcionarán como principios éticos universales.
Principios básicos del diálogo según Habermas:
- Libertad: Nadie puede ser coaccionado para hablar o no hablar, o ver condicionado su discurso.
- Seriedad: Intención de solucionar el problema tratado.
- Validez: El diálogo debe incluir a todos los afectados.
- Simetría: Todos los interlocutores tienen la misma importancia y sus puntos de vista son tenidos por igual.
Así, al respetar estos principios, los interlocutores se constituyen en una comunidad ideal de diálogo.
Principios de los diálogos establecidos:
- Principio de universalización: Toda norma para que sea considerada universal, ha de contar con la aceptación libre, por parte de todos los afectados, de los efectos que se deriven de su cumplimiento.
- Principio de la ética del discurso: Solo pueden considerarse válidas las normas que encuentren, o puedan encontrar aceptación por parte de todos los interlocutores del discurso.
Estas normas, intersubjetivas y universales, no son eternas ni absolutas. Toda norma es susceptible de ser revisada y mejorada para que ningún interlocutor de la comunidad ideal pueda sentirse apartado o no reconocido. Esta es la principal diferencia de la posición de Habermas con respecto a otro tipo de posturas éticas.
De todo ello se desprende que la justicia y la felicidad, como metas de la ética, son realizaciones prácticas de los individuos.