Formación de la Marca Hispánica y Evolución de los Reinos Cristianos en la Península Ibérica
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La Creación de la Marca Hispánica
En el siglo VIII, Carlomagno, rey de los francos, realizó varias expediciones en territorio hispánico contra los musulmanes de al-Ándalus. Aunque el monarca consiguió el control de importantes ciudades como Pamplona, Jaca, Girona y Barcelona, fracasó al intentar dominar Zaragoza, Huesca y Tortosa. Por ello, los francos sintieron la necesidad de proteger la frontera sur de su reino frente a los ataques musulmanes y crearon una franja protectora fuertemente fortificada alrededor de los Pirineos. A esta franja la llamaron Marca Hispánica. Así que lo que hicieron fue dividirla en condados, que estaban gobernados por condes y marqueses. Tras la muerte de Carlomagno, estos, que gobernaban los diferentes territorios de la Marca Hispánica (Pamplona, Aragón y Cataluña), tendieron a convertir su cargo en hereditario y a desvincularse del reino franco.
Los Condados Catalanes
Tras la descomposición del poder carolingio en el siglo IX, el territorio oriental de la Marca Hispánica se organizó en pequeños condados. El dominio de los reyes francos sobre estos condados catalanes fue más duradero que en Aragón y Pamplona. A finales del siglo IX, Vifredo el Velloso, conde de Barcelona, incorporó otros condados catalanes a su dominio y convirtió en hereditarios sus derechos. Su nieto, Borrell II, se negó a renovar el juramento de vasallaje al rey franco. A lo largo de los siglos X y XII, la casa condal de Barcelona se expandió hacia el norte de los Pirineos y extendió su dominio a los territorios de Occitania. También dirigió la ofensiva de sus ejércitos contra al-Ándalus y ocupó Tarragona (1117).
El Sistema de Parias
Cuando en el año 1031 el Califato de Córdoba se descompuso en taifas, desapareció la inferioridad militar de los reinos cristianos frente al estado musulmán. Entonces, a lo largo del siglo XI, los reyes cristianos iniciaron una fuerte presión militar sobre las taifas. Los gobernantes de las taifas intentaron defender los ataques comprometiéndose a entregarles anualmente una cantidad de oro y objetos preciosos: las parias. Estas eran, por tanto, una especie de tributo con el que los jefes pretendían comprar la paz. Con los ingresos de las parias, los reinos cristianos reforzaron su poder militar, construyendo nuevos castillos y fortificaciones, y dispusieron de un mayor número de guerreros que estaban mejor equipados para la guerra.
Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid
Fue un noble castellano del siglo XI, huérfano desde pequeño, educado en la corte y vasallo de Alfonso VI de León y Castilla. Sus relaciones con el monarca fueron difíciles y alternaron etapas de colaboración con otras de expulsión del reino. Durante el destierro de Castilla, Rodrigo creó una hueste de guerreros que luchaban a sus órdenes. Con ellos estuvo un tiempo al servicio del rey islámico de Zaragoza, y los musulmanes le aplicaron el título de Sidi, de ahí el nombre de El Cid. Más adelante, luchó contra los almorávides y conquistó el reino taifa de Valencia. La personalidad de Rodrigo impresionó a los castellanos, y los juglares cantaron sus hazañas, reflejadas en el "Cantar de mio Cid".
Las Repoblaciones Libres
A mediados del siglo IX, se realizó la primera repoblación masiva del valle del Duero y del sur pirenaico. En estas zonas se formaron comunidades de campesinos libres que ocupaban pequeñas parcelas de tierra y que habitaban en pequeños caseríos aislados, cuyo conjunto constituía una villa. Los habitantes de las villas se reunían en un concejo que decidía los asuntos de interés colectivo: zonas de barbecho, selección de cultivos, turnos para el pasto de los animales. A partir del siglo XI, la necesidad de defender y gobernar el territorio fortaleció a los nobles y monjes que poseían castillos y monasterios donde los campesinos podían refugiarse, y ejércitos capaces de luchar. Por ello, fueron recibiendo del monarca el derecho a ejercer como señores sobre sus tierras. Muchos campesinos libres acabaron sometiéndose a un señor para verse protegidos, con lo que perdieron el dominio de sus tierras y se convirtieron en siervos. En algunas zonas, los siervos quedaron adscritos a la tierra y los señores incrementaron de forma abusiva sus derechos sobre los campesinos, es decir, los malos usos.