Filósofos Presocráticos: Del Mito a la Razón

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Pitágoras y la Escuela Pitagórica

Pitágoras fundó la escuela que lleva su nombre. Sostenía que el hombre estaba compuesto por alma y cuerpo. El alma, inmortal y eterna, es lo que mantiene con vida al hombre. Para Pitágoras, el alma ayudaba a mantener unido el Cosmos, y la armonía regía el mundo.

Creía que los números eran el fundamento de todas las cosas, elementos reales. De esta mística de los números surge el famoso Teorema de Pitágoras. Algunos ejemplos de su concepción numérica son:

  • 1: Unidad
  • 2: Línea
  • 3: Triángulo
  • 10: Número perfecto (1+2+3+4)

Pitágoras afirmaba que todo el mundo estaba compuesto por números.

Heráclito de Éfeso

Heráclito (500 a.C.), filósofo jónico, observó la naturaleza y concluyó que era imposible conocerla completamente debido a su constante movimiento y cambio. Afirmaba que nada permanece fijo y estable, que todo fluye. Su famosa frase: "Nadie se baña en el mismo río dos veces", ilustra esta idea.

Su arjé era el fuego: todo se compone de fuego y todo se descompone en fuego, representando la perfección. Para Heráclito, las cosas son y no son a la vez. La transformación del cosmos se daba mediante dos fuerzas antagónicas: la disgregadora (pluralidad) y la agrupadora (unidad). También postuló una razón eterna (logos) que rige y gobierna todas las cosas.

Parménides de Elea

Parménides (504 a.C.), filósofo itálico, afirmaba que solo existía el ser, y que el "no ser" era absurdo. El ser, según él, es uno, único, compacto, eterno, inmóvil, continuo, homogéneo, finito, limitado, esférico e indivisible.

Aunque contradecía su idea principal del ser único e inmutable, Parménides sostenía que los seres proceden del fuego y de la tierra, una mezcla de ambos: el fuego como calor y la tierra como frío. El alma también se componía de tierra y fuego, siendo el fuego la causa de vida e inteligencia.

Empédocles de Agrigento

Empédocles (450 a.C.), filósofo pluralista, postuló cuatro elementos como su principal arjé: agua, tierra, fuego y aire. Estos elementos, originarios e inmutables, se mezclaban en la Tierra y estaban sometidos a dos fuerzas: amor y odio. El amor los une y el odio los separa.

Cuando predominaba el amor, se formaba una esfera igualitaria e infinita. El odio deshacía la armonía creando caos, hasta que el amor volvía a intervenir. Este ciclo explicaba el cambio de los seres en el mundo, según Empédocles.

Anaxágoras de Clazómenas

Anaxágoras (460 a.C.), otro filósofo pluralista, afirmaba que las cosas provenían de partículas llamadas "spermata" (semillas). Estas semillas contenían todas las cosas físicas que percibimos por los sentidos. Los elementos tradicionales (agua, tierra, fuego y aire) quedaban obsoletos.

Las semillas, divisibles infinitamente, nunca dejaban de existir. Cada semilla tenía propiedades diferentes, llevando a la idea de que "todo está en todo". Anaxágoras concibió el Nous (mente o inteligencia) como el origen del Universo y causa de la existencia.

Para Anaxágoras, lo macroscópico describe las cosas en grande y lo microscópico (spermata) las describe en pequeño.

Ontología: estudio de las cosas en sí, priorizando el objeto ante el sujeto. Describe el mundo como el conjunto de todos los objetos.

Gnoseología: teoría del conocimiento; responde a la pregunta de cómo es posible el conocimiento.

El nous significa darse cuenta de lo que sucedió.

Los Atomistas

Leucipo (440 a.C.) y Demócrito (420 a.C.) fueron los principales exponentes del atomismo. Su obra, mal vista en la antigüedad por negar la existencia de espíritus y la indestructibilidad de los dioses, fue quemada. Para los atomistas, todo era material.

Los principios de la escuela atomista eran:

  • Ser material
  • Gran vacío (no ser)
  • Movimiento eterno

El Gran Vacío penetra en el Ser, destruyéndolo y formando átomos, homogéneos, llenos, sólidos, idénticos y compactos.

El alma, material y compuesta de átomos sutiles en movimiento, era el principio de movimiento en hombres y animales. La muerte llegaba cuando el alma se disgregaba y desaparecía.

En su teología, los dioses vivían felices sin pensar en los hombres. Su ética, limitada a la felicidad en el presente, no tenía normas de conducta. El criterio de conducta era el placer, regulado por la razón.

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