Filosofías del Placer: Explorando el Epicureísmo y el Utilitarismo
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Éticas Hedonistas: La Búsqueda del Placer y la Felicidad
Las éticas hedonistas defienden que la acción moral se justifica por el placer. Dentro de esta corriente filosófica, se destacan principalmente dos escuelas:
El Epicureísmo
Fundado por Epicuro de Samos, el epicureísmo sostiene que el sabio busca la autosuficiencia. La felicidad se consigue a través del placer, entendido como la satisfacción de los deseos naturales, considerado el primer bien natural, principio y fin de la vida feliz. Para Epicuro, la felicidad consiste en alcanzar el placer y, fundamentalmente, evitar el dolor.
La búsqueda del placer se basa en una investigación empírica sobre los móviles del comportamiento humano. Su máxima fundamental es: «Vivir conforme a la Naturaleza». Esta es una ética que se inspira en un estado primitivo, el estado de naturaleza, que, según Epicuro, ha sido corrompido por las opiniones desordenadas de los seres humanos.
El sabio epicúreo es prudente y moderado, no se deja llevar por el libertinaje ni los excesos. Es bueno y virtuoso porque sabe gozar, dentro de un orden, de los placeres naturales. Sin embargo, dado que estos placeres son diversos y desiguales, la razón actúa como una facultad calculadora, determinando los medios más seguros para lograr el mayor placer posible. La razón moral, en este sentido, es eminentemente calculadora.
El sabio organiza su vida evaluando qué actividades le proporcionan el mayor placer y el menor dolor, priorizando aquellos placeres más intensos y duraderos, con las consecuencias menos dolorosas. Así, distribuye inteligentemente los placeres a lo largo de su existencia, haciendo de la moral el arte de vivir felizmente.
El Utilitarismo
El utilitarismo define la utilidad como la propiedad de cualquier objeto o acción para producir ventaja, beneficio, placer o felicidad. Las acciones moralmente buenas son aquellas que conducen a la felicidad del mayor número de personas. Se trata de una teoría que busca el placer colectivo y la felicidad general.
La acción humana, impulsada por los sentimientos sociales inherentes a todo individuo, busca el placer. La satisfacción de estos sentimientos es una fuente fundamental de bienestar. La simpatía, entendida como la capacidad de ponerse en el lugar de otro, compartiendo su sufrimiento y su alegría, impulsa al ser humano a extender el deseo de obtener el mayor placer a toda la humanidad.
De ahí surge el principio fundamental del utilitarismo: «La máxima felicidad posible para el mayor número posible de personas», que sirve como criterio de moralidad y base para la toma de decisiones racionales. Toda acción se aprueba o desaprueba en función de su tendencia a aumentar o disminuir el placer de las partes interesadas.
Aunque el placer puede calcularse para alcanzar un máximo, el utilitarismo, especialmente en la versión de John Stuart Mill, distingue los placeres no solo por su cantidad, sino también por su cualidad. Existen placeres superiores e inferiores, y aquellos que han experimentado ambos tipos son los más cualificados para discernir su valor. Generalmente, se considera que los placeres intelectuales y morales son superiores. En situaciones extremas, el utilitarismo puede exigir el sacrificio de la felicidad individual en aras del bien común.