Filosofía de San Agustín: El Hombre, la Verdad y la Moral
Enviado por Chuletator online y clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 4,15 KB
San Agustín de Hipona
El Ser Humano
Su concepción del hombre se ve influenciada por el platonismo, adopta su dualismo y la primacía del alma sobre el cuerpo. Rechaza las teorías platónicas de la preexistencia del alma, etc. En el alma distingue entre la razón inferior y la razón superior.
El hombre fue creado a imagen de Dios. Su alma espiritual es simple e inmortal, pues al no tener partes no puede corromperse ni descomponerse. Distingue en ella tres potencias principales: la memoria, la inteligencia y la voluntad.
Ve al hombre desde el prisma del pecado original, a consecuencia del cual nuestra naturaleza ha quedado incompleta, y el hombre es un ser 'empecatado' con un fuerte tirón hacia el mal.
Este pesimismo antropológico tiene importantes consecuencias en la cuestión del origen del alma. Su posición osciló entre la afirmación de que Dios crea cada alma individual con ocasión de la concepción de un nuevo ser humano y la de que las almas de los hijos provienen de las de los padres, doctrina que explicaría la simplicidad y espiritualidad del alma.
Agustín señala la primacía de la voluntad y del amor sobre el conocimiento, pues es el amor quien nos mueve y, puesto que Dios nos ha creado libres, ese amor podemos dirigirlo a Dios, el único que puede saciar nuestra ansia de felicidad, o apartarnos de él dirigiéndolo a bienes mudables y materiales.
Conocimiento
En su teoría del conocimiento (en general, en toda su filosofía) hay elementos cristianos y neoplatónicos. Al contrario de otros autores cristianos, en especial los de la Escolástica, Agustín no plantea un problema en las relaciones entre razón y fe, sino que estas se complementan.
Agustín se mostró como alguien que incansablemente busca la Verdad, en cuya contemplación se halla la felicidad humana. Esta Verdad (las verdades eternas e inmutables) existe (polémica contra el escepticismo) y la encontramos en nuestro interior, la descubrimos mediante la introspección. Pero tal Verdad no puede tener su origen ni en la realidad sensible ni en el alma, pues es superior a ambas, sino en Dios, quien la ha puesto en nuestra alma. Para que podamos conocerla se hace necesaria la acción de Dios (teoría de la iluminación), quien obra como un sol que ilumina nuestras mentes.
Hay, pues, un conocimiento superior, la sabiduría, que tiene por objeto la Verdad eterna, y uno inferior, el conocimiento sensible. En medio, la ciencia, el conocimiento racional mediante el que referimos las Ideas eternas a la realidad sensible.
La Ética: El problema del mal y la libertad
- La ética afirma que aunque sepamos qué es el bien y el mal, es la libertad quien elige uno u otro. Problema del mal y sentido de la libertad.
- La voluntad humana tiende a la felicidad, necesidad que solo se puede cubrir gracias a Dios, actuando de acuerdo con la ley divina.
- Pero el hombre puede elegir obrar mal, alejándose de Dios. Cuando el hombre obra mal y se aleja de Dios, comete un pecado del que él mismo es responsable y por el que tendrá que responder ante la justicia divina.
- Además, el hombre, por el pecado original, se inclina al mal, de manera que no tiende a realizar el bien. De ahí la necesidad de la Gracia divina para poder actuar bien, aunque la Gracia no suprime la libertad del hombre.
- ¿Por qué Dios nos ha creado libres si con ello podemos obrar mal y condenarnos? Dios no nos hace libres para que podamos elegir el mal, sino para que podamos elegir vivir rectamente y amar a Dios. Solo actuando libremente, las acciones buenas pueden ser premiadas y las malas castigadas.
Sobre la naturaleza del mal:
- Siendo joven, siguió la doctrina maniquea, según la cual el mal tendría un carácter positivo.
- Tras su conversión al cristianismo, negó la entidad al mal; el mal es una privación, una carencia de Bien. Al no ser algo real, el origen del mal no puede ser atribuido a Dios.
- Hay que diferenciar entre el mal físico y el mal moral (el verdadero mal): la acción del hombre contraria a Dios, en el pecado, que el hombre realiza libremente.