Filosofía de San Agustín: Ética, Libre Albedrío y la Ciudad de Dios

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Filosofía de San Agustín: Ética y Política

San Agustín de Hipona, una figura central en la filosofía y teología cristiana, articuló un pensamiento profundo sobre la naturaleza humana, la moralidad y la organización social. Sus reflexiones, influenciadas por el neoplatonismo y arraigadas en la fe cristiana, ofrecen una visión integral sobre la búsqueda de la felicidad y la convivencia humana.

Ética Agustiniana: La Búsqueda de la Felicidad y el Bien Supremo

San Agustín plantea que el objetivo fundamental de todo ser humano es alcanzar la felicidad. Estamos hechos para el verdadero bien que otorga esta felicidad: Dios. Esta se halla en el amor a Dios, y la libertad nos capacita para tomar esa dirección. San Agustín propone que, para alcanzar este bien supremo, se deben usar los bienes temporales no como un fin en sí mismos, sino como un medio para alcanzar el verdadero bien. Por esta razón, no todo acto es un acto moral, ya que no todo acto emana del amor a Dios.

El Libre Albedrío y el Origen del Mal Moral

  • Libre Albedrío: El libre albedrío, don divino, permite al ser humano elegir entre el bien y el mal. Las faltas morales, por tanto, provienen del mal uso de este libre albedrío, es decir, de la elección deliberada de apartarse de la voluntad divina.
  • El Mal Moral y el Pecado: El mal moral es el pecado. El pecado consiste precisamente en el mal uso del libre albedrío, e implica la posibilidad de que el ser humano, mediante el ejercicio de su libertad, decida no seguir el camino de Dios y darle la espalda. El pecado depende de la mala voluntad, no porque esta se dirija intrínsecamente a hacer el mal, sino porque se dirige erróneamente contra el orden natural y divino. La ley eterna es la voluntad de Dios; quienes obran de acuerdo con ella alcanzan la verdadera felicidad, y quien la ignora acaba siendo desgraciado.
  • Razón, Voluntad y Mal Moral: La razón puede conocer el bien, y sin embargo, la voluntad puede ignorarlo o rechazarlo. Este desajuste entre el conocimiento racional y la elección voluntaria es la raíz del mal moral.

    Razón (conoce) → Voluntad (elige) → Mal Moral

La Necesidad de la Gracia Divina

San Agustín sostiene que el alma fue creada para regir al cuerpo, y sin embargo, a menudo es regida por él. La primera desviación del bien moral fue el pecado original, manifestado como soberbia. Por lo tanto, el ser humano necesita la gracia divina para poder luchar contra sus inclinaciones y dar un buen uso a su libertad. Para hacer el bien, es necesario que coexistan el libre albedrío y la gracia.

Política Agustiniana: Las Dos Ciudades

En el mundo, San Agustín distingue un gran número de sociedades muy variadas. Sin embargo, esa indiscutible variedad se puede clasificar en dos tipos fundamentales, que coexisten y se entrelazan en la historia humana:

  • La de aquellos que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios: la Ciudad Terrena.
  • La de quienes aman a Dios por encima de sí mismos: la Ciudad de Dios.

Características y Relación entre las Ciudades

  • La Ciudad de Dios se mantiene unida por la caridad fraterna que viven sus miembros.
  • La Ciudad Terrena asienta su unidad en la autoridad que logre dominar los intereses particulares que necesariamente surgen cuando sus ciudadanos parten del amor a sí mismos.
  • La Ciudad de Dios, en virtud de su amor, es indiscutiblemente superior a la terrenal: solo en ella puede reinar la justicia, el orden y la paz verdadera. Así, la Ciudad de Dios se presenta como el ideal al que la Ciudad Terrena debería encaminarse.
  • San Agustín tenía claro que las dos ciudades se encuentran mezcladas entre sí en la historia; por ello, no se pueden identificar directamente con el Estado, una, y con la Iglesia, la otra.

La Paz como Fin Supremo

La paz es considerada como fin último o bien supremo para ambas ciudades. Esto se debe a que el ser humano es un ser social y, por naturaleza, también busca la paz. Incluso aquellos que hacen la guerra, lo hacen con la esperanza de conseguir una forma de paz. La diferencia entre las dos ciudades en relación con la paz radica en que, mientras la Ciudad Terrena busca la paz como un fin en sí mismo (una paz temporal), la Ciudad de Dios la busca como un medio para alcanzar la paz eterna y la redención.

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