Filosofía de San Agustín: Conocimiento, Dios, Hombre y Ciudad de Dios

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Filosofía de San Agustín

El Conocimiento

Para San Agustín, el objetivo del conocimiento es Dios. La verdad, para San Agustín, es Dios. La finalidad última del conocimiento es la verdad, es decir, Dios. Para encontrar la verdad es necesaria la colaboración de la razón y de la fe.

En la filosofía de San Agustín no hay una clara distinción entre razón y fe. No se dedicó a establecer los cometidos de la razón y la fe, pero propone una fe que pueda comprenderse, por eso, establece dos funciones para la razón:

  1. La razón precede a la fe, hace comprensible la fe, examina aquello que es posible creer razonablemente.
  2. La razón va a profundizar en los contenidos de la fe, esclarecer los contenidos.

Sin embargo, como autor cristiano, hay una primacía de la fe sobre la razón, ya que la razón es limitada. Sin la fe, está expuesta a error; además, por sí sola es incapaz de hallar la verdad.

Teoría del Conocimiento

Lo primero que se plantea San Agustín en su teoría del conocimiento es la posibilidad de encontrar la verdad o si, por el contrario, los escépticos tienen razón. Esto le supuso un enfrentamiento contra los escépticos.

Para ello, San Agustín argumenta que los escépticos sostienen que la verdad es inaccesible, pero que existe la verdad. A esto, San Agustín les contesta: "Si me engaño, existo". Por lo tanto, la primera verdad es el descubrimiento de la autoconciencia, por eso propone una búsqueda en el interior.

A partir de aquí, podemos diferenciar tres niveles de conocimiento:

  1. Conocimiento sensible de la realidad: la información que percibimos por los sentidos, pero es un conocimiento que no es válido porque es una realidad en permanente cambio, ya que el mundo sensible cambia y no es fiable.
  2. Conocimiento racional: lo obtenemos gracias a la razón y consiste en juzgar lo sensible a partir de las ideas eternas de Platón.
  3. Conocimiento de la contemplación de las ideas eternas inmutables: consiste en contemplar las ideas eternas a través de la mente, sin que intervengan los sentidos. Esto conduce a la sabiduría y solo es posible por la iluminación divina. Esta iluminación hace referencia a la luz de Dios que ilumina el alma humana y permite descubrir en el interior las ideas.

Por lo tanto, el conocimiento requiere una búsqueda en el propio interior del alma, donde el hombre encontrará la verdad.

La Existencia de Dios

San Agustín elaboró unos argumentos para demostrar la existencia de Dios:

  • El orden del universo, ya que Dios se hace visible a través de sus efectos.
  • El consentimiento universal: la humanidad coincide en que hay un ser superior.
  • El fundamento de las verdades eternas: el ser humano juzga y esas ideas provienen de un ser inmutable y eterno.

Además, para San Agustín, la naturaleza de Dios está más allá de lo que podemos comprender. La naturaleza divina está tan alejada que la mente humana no puede comprenderla. Por eso no podemos decir lo que es Dios, sino lo que no es. Decía que Dios es inmutable, lo define como el Ser.

La Creación del Mundo

Para explicar la creación del mundo, San Agustín dice que Dios ha creado a partir de la nada. El mundo no es eterno, tiene un principio y un final, y solo Dios es eterno. Dios crea el mundo fuera del tiempo porque el tiempo empieza en el momento de la Creación. También crea el mundo por su libre voluntad para hacer participar a las criaturas de su perfección. Por último, Dios ha creado la materia y, por lo tanto, no puede ser origen del mal.

San Agustín explica las generaciones de nuevas criaturas con las "razones seminales", una especie de semillas invisibles de todas las cosas que han sido, son y serán, y que Dios habría creado al principio.

El Hombre y el Alma

Los rasgos característicos del hombre según San Agustín son:

  1. El hombre es un ser que depende de Dios: solo gracias a la iluminación podrá tener un conocimiento máximo, ya que Dios ilumina la mente del hombre. Además, el hombre depende de Dios para ser libre, ya que para esto es necesaria la gracia de Dios.
  2. El hombre es un alma caída: debido al pecado, tiende hacia lo material y no puede evitar pecar. Solo podría salvarse si Dios le concede la gracia divina, que consiste en hacer buen uso del libre albedrío, es decir, elegir el bien. Esto indica una concepción pesimista del hombre.
  3. El hombre es cuerpo más alma: el alma es inmortal pero no eterna. Además, utiliza un argumento platónico para demostrar la inmortalidad: el alma es el principio que da vida al cuerpo, pero es superior al cuerpo.

La Felicidad, la Libertad y el Alma

La ética de San Agustín es teleológica eudemonista, ya que parte de que la vida humana tiene una finalidad. El fin de la vida y de la conducta del hombre es la felicidad. Pero San Agustín dice que la felicidad está en Dios, por eso, para lograr la felicidad, debe unirse a Dios haciendo el bien. Esto es lo que lleva a San Agustín a enfrentarse contra los maniqueístas.

El Mal

El mal es la ausencia de bien. Así rechaza el maniqueísmo, que defendía la existencia de un principio del bien y otro del mal. El mal aparece cuando se hace un uso inadecuado del libre albedrío, la capacidad para elegir libremente. El alma se aparta de Dios y el hombre es responsable del mal, no Dios.

Con esta teoría se aparta del intelectualismo ético de Platón: no se obra mal por ignorancia, sino por el uso indebido del libre albedrío.

El Libre Albedrío y la Libertad

El libre albedrío es la capacidad para elegir libremente dada por Dios. En cambio, la libertad es la capacidad para hacer buen uso del libre albedrío, es decir, hacer el bien.

La Ciudad de Dios

San Agustín introduce la concepción lineal de la historia y del tiempo. Para San Agustín, existen dos ciudades que conviven en el mundo: la Ciudad de Dios y la ciudad terrenal.

En la Ciudad de Dios, los hombres aman a Dios por encima de todas las cosas, mientras que en la ciudad terrenal se aman a sí mismos. En el Juicio Final, ambas ciudades se separarán y se salvarán únicamente los que amen a Dios. Además, identifica la Iglesia con la Ciudad de Dios, y solo ahí puede haber verdadera justicia.

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