La Filosofía Política de Kant: Progreso, Moralidad y Sociedad Cosmopolita
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Según Kant, la naturaleza tiene una meta: el pleno desarrollo de la humanidad. La historia es una marcha hacia un «Estado de ciudadanía mundial», o una «sociedad cosmopolita», donde será posible el pleno desarrollo de las capacidades humanas, sobre todo de la libertad y de la moralidad. Kant señala que esta idea de una «sociedad cosmopolita» final debe ser la idea reguladora que presida tanto el comportamiento ético universal de los individuos como la comprensión de la historia misma como historia universal.
Para Kant, el problema básico del género humano consiste en llegar a una sociedad civil que administre adecuadamente el derecho en general. Y este objetivo solo se puede lograr en una sociedad en la que se compagine la libertad de los individuos con la justicia social que, según Kant, sería la meta que la naturaleza habría fijado a los seres humanos.
El Conflicto como Motor del Progreso
El triunfo final de la razón sobre lo irracional se va consiguiendo de una forma no exenta de violencia y de irracionalidad. Es decir, los medios de los que se sirve la naturaleza para impulsar el progreso y el desarrollo de la humanidad son las luchas y la confrontación de los seres humanos en la vida social. Los desastres de las guerras, los conflictos y la necesidad de evitarlos es lo que ha impulsado a los seres humanos a hacer pactos, a ir dándose leyes y a ir mejorando sus instituciones políticas de un modo cada vez más perfeccionado. Kant trata de explicar en qué consiste ese conflicto como motor del progreso legal. Él lo llama la «insociable sociabilidad» de los seres humanos. Es decir, es un conflicto provocado por la inclinación humana a formar una sociedad (o sea, por la sociabilidad), que, sin embargo, va siempre unida a otra inclinación de signo opuesto (a una insociabilidad) provocada por el egoísmo de cada individuo, que amenaza perpetuamente con producir conflictos y con hacer imposible esa sociedad.
Moralidad y la Necesidad de Transformación Interior
Una sociedad perfecta solo puede levantarse sobre una ciudadanía moralizada, que no solo se limite a cumplir externamente las leyes (mera legalidad), sino que sienta en su interior el deseo de hacer el bien en lugar del gusto por satisfacer su egoísmo (auténtica moralidad). Para que se alcance la realización total de la humanidad (que es la meta de la historia) es preciso que el ser humano corrompido por dentro por su egoísmo y por sus pasiones cambie este modo de ser y opte por seguir con su razón la ley moral. El ser humano, aunque conserve en su interior la conciencia moral, está corrompido, predispuesto a la realización de lo malo, subordinando la ley moral (o sea, el bien común) a su beneficio privado. Y cambiar esta inclinación fundamental para convertirla en la tendencia opuesta es una tarea que el ser humano no puede realizar por sí solo. Por esta razón, Kant tiene que recurrir finalmente a Dios como único poder capaz de garantizar la posibilidad de esa conversión interior, la única que puede suponer una verdadera renovación de la humanidad. Luego, el ser humano debe hacerse digno de la ayuda divina y esperar que Dios complete su esfuerzo de un modo insondable para la razón.