Filosofía del Ser y la Moral: Perspectivas de Descartes y San Agustín
Enviado por Chuletator online y clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 4,39 KB
El Problema del Ser Humano y la Moral: Antropología y Ética en Descartes
Descartes afirmará un dualismo según el cual alma (el cogito) y cuerpo (sustancia extensa) mantienen una lucha permanente, siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo mediante dicha conexión. El ser humano es propiamente la sustancia pensante (el cogito), independiente de la sustancia extensa (que en este caso es su cuerpo físico). El cuerpo, como toda la realidad física, actúa como una máquina (tal y como defiende el Mecanicismo) y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma (el cogito), que es inmortal, actúa de forma libre y debe gobernar a esa misma máquina.
Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo, pues entonces es cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa, sino que gobierna en él su cogito y es auténticamente libre. Descartes no tendrá un sistema ético terminado, sino que defenderá una moral provisional. Como resultado de la duda como método y mientras se construye una ética indudable y cierta, los seres humanos deberán actuar moralmente de forma moderada, de acuerdo con las costumbres y leyes de los distintos lugares. Así, con esta moderación, el error no será nunca absoluto mientras se busca esa ética cierta que producirá la Razón.
El Problema de Dios y la Realidad: Metafísica y Teología en San Agustín
San Agustín defiende el Creacionismo: el mundo y el tiempo han sido creados por Dios desde la nada. Esta creación se explica a partir de la Teoría del Ejemplarismo: Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de aquellas ideas eternas que están en su mente divina (los arquetipos). Además, Dios depositó en la materia los gérmenes de todos los seres futuros para que fueran apareciendo progresivamente en el tiempo. Todo ser creado se constituye, pues, de materia (que puede ser corpórea o espiritual) y forma (la esencia que le hace ser lo que es). Esta creación no es abandonada por Dios una vez creada, sino que Dios la cuida y gobierna, y para ello ha concebido un plan para el mundo, y este plan se expresa en la ley eterna.
Por ello, le surge a San Agustín el problema del mal, pues si el mal existiera, sería algo creado por Dios, siendo así Él mismo malo. La solución, para San Agustín, es considerar que todo lo creado por Dios es bueno, siendo el mal o la imperfección no algo real, sino carencia de ser o perfección. Además, el mal solo lo es en tanto individual y concreto, pero no para la totalidad de la creación, donde siempre resulta de él un bien mayor. Explicará así igualmente el mal moral humano, que es fruto de un bien mayor: la libertad.
Si bien para San Agustín la existencia de Dios está clara, intentará hacer una demostración de la misma. Admitirá varios argumentos como la propia grandeza de la creación (la realidad es demasiado compleja para no haber sido creada por una inteligencia) o el argumento del consenso (la mayoría de los hombres creen en Dios). Pero el argumento preferido por San Agustín es el derivado del carácter eterno e inmutable de ciertas ideas que tenemos en nuestra alma, que contrasta con la naturaleza humana, mutable y finita, y por lo tanto tienen que tener como causa un ser eterno e inmutable: Dios. A este se le conoce imperfectamente a través de las huellas que ha dejado en las criaturas.