Filosofía Moral: Emotivismo, Utilitarismo e Intelectualismo Socrático
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Diferencias y Semejanzas entre Emotivismo y Utilitarismo
Emotivismo
Cualquier teoría que considere que los juicios morales surgen a partir de las emociones. Así, la moral no pertenece al ámbito racional, no puede ser objeto de discusión o argumentación y, por tanto, no existe propiamente lo que se ha llamado conocimiento ético.
Para David Hume (1711-1776), las normas y juicios morales surgen del sentimiento de aprobación o rechazo que provocan en nosotros ciertas acciones. Para los emotivistas, todos los juicios morales tienen la única función de provocar estos sentimientos no solo en mí, sino en mi interlocutor. La función que poseen juicios y normas morales es influir en los sentimientos y en la conducta del interlocutor.
La ética de Hume es un estudio y una descripción de las pasiones humanas, independientes de la razón:
- Pasiones directas: Surgen de forma inmediata del placer y del dolor (deseo, tristeza, alegría, etc.).
- Pasiones indirectas: Orgullo, humildad, vanidad, amor, odio, envidia, generosidad y todas las que derivan de estas.
Los juicios morales no pueden ser juicios de razón porque la razón nunca puede impulsarnos a la acción ni incitarnos a actuar, puesto que se ocupa de las relaciones entre ideas. La razón es y solo debe ser la esclava de las pasiones. El sentimiento es el fundamento de la moral, puesto que nos impulsa a actuar por la perspectiva de placer o dolor.
Utilitarismo
Cercana al eudemonismo y al hedonismo, defiende que la finalidad humana es la felicidad o el placer.
John Stuart Mill (1806-1873) considera que las acciones y normas deben ser juzgadas por el principio de utilidad o principio de máxima felicidad. Se trata de una ética teleológica, al valorar las acciones como medios para alcanzar un fin y según las consecuencias que se desprendan de ellas: una acción es buena cuando sus consecuencias son útiles (nos acercan a la felicidad) y es mala si sus consecuencias no lo son (nos alejan de la felicidad y el placer).
El principio de la moral es la mayor felicidad (mayor placer) para el mayor número posible de seres vivos. Según Mill, la principal diferencia entre el utilitarismo y el hedonismo clásico es que el primero transciende el ámbito meramente personal: el placer es un bien común.
Jeremy Bentham introdujo una aritmética de los placeres, pues creía que el placer podía medirse, porque todos los placeres son iguales en cualidad, pero no en cantidad.
Para Mill, hay valores superiores: solo las personas que han experimentado estos placeres están facultadas para juzgar, y juzgan superiores los placeres intelectuales y morales. Cuanto más conscientes y cultos, más necesitamos para ser felices; cuanto menos conscientes y cultivados, más fácil será contentarnos.
El Intelectualismo Moral Socrático
El intelectualismo moral sostiene que conocer el bien es hacerlo. Solo actúa inmoralmente quien desconoce en qué consiste el bien. Esta teoría moral es doblemente cognitivista:
- Afirma que es posible conocer el bien.
- Defiende que este conocimiento es el único requisito que el ser humano necesita para practicarlo.
Para ser feliz es necesario obrar bien, y para obrar bien es necesario aprenderlo: sabiduría, virtud y felicidad se identifican.
“No obra mal el que quiere sino el ignorante, el que no sabe.”
Para Sócrates, no hay personas que obren mal por voluntad, sino por ignorancia; y no hay personas verdaderamente buenas si estas no son primero sabias. El filósofo griego Sócrates (470-399 a.C.) sostiene que el bien es algo que tiene existencia objetiva y validez universal, y al ser humano le es posible conocerlo. Sócrates concibe la moral como un saber, de la misma manera que quien sabe de carpintería es carpintero, solo aquel que sabe qué es la justicia es justo.