Filosofía Moderna: El Ser, la Ética y el Conocimiento en Descartes, Hume y Kant
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La Concepción del Ser Humano en Descartes
La metafísica cartesiana desemboca en una filosofía del ser humano basada en un dualismo antropológico, pues el ser humano está formado por dos sustancias distintas: el alma o sustancia pensante (*cogito*), y el cuerpo o sustancia extensa. Queda patente la influencia de la filosofía platónica en el pensamiento cartesiano. Lo principal es nuestra conciencia o sustancia pensante, que es independiente del cuerpo; en concreto, en una parte del cerebro, la llamada glándula pineal, donde, según él, se alojaría el alma. Dado su mecanicismo, para Descartes el cuerpo se rige por la inercia propia de las máquinas, al estar formado de sustancia extensa o material. Por el contrario, el *cogito* —nuestra alma— es sustancia pensante y está formado por pensamiento (ideas), por lo que sí puede moverse por causas finales, que son aquellos fines que sigue nuestra conciencia. Así, la libertad del ser humano reside, para Descartes, en que sea el alma o *cogito* la que guíe con sus fines al cuerpo. Para realizar esta libertad, el alma requiere dirigir el cuerpo, pero el cuerpo es fuente de pasiones. Así, la libertad se da cuando el alma o *cogito*, compuesto por ideas, impone su conocimiento a las pasiones del cuerpo. De modo que la adquisición de conocimiento será un punto fundamental para que el ser humano pueda ser libre.
La Ética de Hume
El estudio que realiza sobre la ética constituye una reflexión, además del bien o del mal, sobre nuestras acciones o sobre lo que realmente hacemos. Para Hume, la razón no es el fundamento de los juicios morales, ya que el conocimiento intelectual no puede determinar que nosotros realicemos una acción o la evitemos. El conocimiento es o bien de relaciones entre ideas, o bien de hechos:
- El conocimiento de relaciones entre ideas por sí mismo no impulsa a realizar una determinada acción.
- El conocimiento de hechos no son juicios morales, solo hechos.
El juicio se hace en el interior de uno mismo, en el sentimiento. Mientras no lleguemos al sentimiento, no habrá juicio. Así, los juicios de valor no son ni relaciones de ideas ni cuestiones de hecho, sino una cuestión de sentimiento basada en la propia experiencia de placer o de rechazo que tengamos con respecto a alguna acción particular. Las posibilidades que tiene una misma acción de ser buena o de ser mala establecen diferentes juicios de valor: el sentimiento es el que mueve hacia lo bueno, y por eso no puede ser personal y subjetivo, sino que su dimensión ética de bondad o maldad se adquiere al ser matizado por la utilidad social. Si la bondad o la maldad no se derivan de las relaciones de ideas ni de las cuestiones de hecho, el valor que adjudiquemos a las cosas no puede derivarse de los hechos, de lo que las cosas son. Y esto está claro, ya que para Hume, entre el orden natural y el orden social no hay correspondencia:
- El orden natural tiene por objeto la descripción de los fenómenos y averiguar cuál es su verdad o falsedad.
- El orden social tiene como fin la valoración de las conductas.
A lo largo de toda la historia, la moral se ha fundamentado en el orden natural y, según Hume, se ha basado en una serie de principios:
- La razón no tiene influencia en el mundo de las pasiones, que es el mundo de la acción y de la valoración moral.
- El sentimiento de placer produce la aprobación de ciertos actos a los que denominamos virtudes. Cuando estos actos producen un rechazo, los denominamos vicios.
- La fuerza de la justicia se deriva de una convención humana.
La Crítica de Hume al Yo
Hume rechaza la idea de identidad personal. Según él, esta idea no deriva de ninguna impresión constante e invariable: el yo es una colección sucesiva de estados de conciencia, de fenómenos psíquicos como placer, dolor, alegría, etc. El yo se presenta como un haz de percepciones, como una colección de impresiones, y lo que nos lleva a asignar identidad a las percepciones es la memoria, que recuerda la continuidad en la sucesión; como la memoria trae lo pasado al presente, creemos que siempre es lo mismo.
Crítica de Hume a la Idea de Dios
Para Hume, Dios no es ninguna impresión. Nadie tiene una impresión interior o exterior de Dios y, por ser una idea que no deriva de ninguna impresión, carece de contenido empírico. Afirma que demostrar la existencia de Dios mediante una inferencia causal es también erróneo, porque saltaríamos de una impresión a algo que está más allá de la experiencia sensible. Así, como la idea de Dios no deriva de ninguna impresión, su existencia no puede demostrarse. Sin embargo, Hume no niega su existencia.
Crítica de Hume a la Idea de Sustancia
Concebimos la sustancia material como un sustrato de la multiplicidad de cualidades, pero para Hume, dado que lo único que captamos por las impresiones son esas cualidades (color, olor, sonido, etc.), no podemos saber racional y lógicamente si existe una sustancia material o no. Dice Hume que lo único que entendemos por mundo exterior no es algo que se nos dé en la experiencia, sino que es algo que está fuera del conocimiento del hombre y, por definición, tiene que ser extraempírico. La razón de todo esto es que si el mundo exterior se pudiera conocer mediante alguna impresión, ya no sería algo exterior, sino algo interior al ser una percepción del individuo. Así, del mundo exterior, al ser distinto de las ideas y las impresiones, no hay conocimiento.
El Conocimiento en Hume
Hume es uno de los máximos representantes del empirismo británico, y sostiene que todo conocimiento procede de la experiencia. Rechaza por completo la existencia de ideas innatas y defiende que la mente es como una hoja en blanco que se va llenando con las impresiones (percepciones vivas y directas) y sus copias debilitadas, las ideas. Según Hume, una idea solo es válida si puede relacionarse con una impresión, lo que le lleva a cuestionar muchas creencias tradicionales, como la existencia del alma, de Dios o de una sustancia permanente.
Hume distingue entre dos tipos de conocimiento:
- Las relaciones de ideas, como las matemáticas y la lógica, que son seguras pero no dicen nada sobre el mundo.
- Los juicios de hecho, que sí informan sobre la realidad, pero nunca son seguros, porque se basan en la experiencia y no en una necesidad lógica.
Este análisis le lleva a criticar la idea de causalidad. Según Hume, nunca vemos una conexión necesaria entre causa y efecto, solo una sucesión constante de hechos. La creencia de que A causa B es producto de la costumbre, no de la razón. Así, la ciencia no puede alcanzar certezas absolutas, sino solo creencias fundadas en la repetición de experiencias.
En resumen, Hume limita el conocimiento humano a lo que se puede experimentar directamente y niega que podamos tener certeza sobre lo que va más allá de los sentidos, como Dios, el yo o la causa. Su pensamiento representa una fuerte crítica a la razón y abre la puerta al escepticismo moderno.
El Problema del Yo en Kant
Para Kant, el yo no es una sustancia como pensaban los racionalistas, sino una condición necesaria del conocimiento. En su teoría, el yo aparece como la “apercepción trascendental”, es decir, la capacidad que tiene la conciencia de decir “yo pienso” y de unificar todas las representaciones en una sola conciencia.
Este yo no es empírico (no es el yo que cambia con el tiempo o el que describe la psicología), ni tampoco una “*res cogitans*” como en Descartes. Es un yo puro, formal, vacío de contenido, pero necesario: sin él, no podríamos decir que las percepciones pertenecen a un mismo sujeto. Gracias al yo trascendental, podemos aplicar las categorías (como causalidad, sustancia, etc.) y construir conocimientos coherentes.
Sin embargo, este yo no puede conocerse a sí mismo como objeto, porque no es un fenómeno, sino una condición del conocimiento. No es una realidad que podamos experimentar, sino una estructura lógica. Por eso, el yo es un noúmeno, algo que podemos pensar pero no conocer.