La Filosofía de Mill: Placeres Superiores, Felicidad y la Insatisfacción de Sócrates

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Para Mill, el principio utilitarista era el principio de la mayor felicidad y evitar el máximo dolor para la gente. Para descubrir esto, Mill primero tiene que solucionar dos objetivos: evitar equívocos y malas interpretaciones, y explicar los principios utilitaristas de manera clara y coherente.

Mill tenía una gran diferencia con Bentham, ya que para este último todos los placeres son iguales, solo hay que tener en cuenta la cantidad; es decir, la felicidad está vinculada a la cantidad de placeres que tendrás. En cambio, Mill decía que había una diferencia cualitativa entre los placeres, ya que no todos los placeres son iguales. Hay placeres que son mejores que otros. A partir de aquí, Mill dice que los placeres de la mente son mejores que los del cuerpo.

Por ello, Mill decía: “Prefiero ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho”. Es decir, para Mill era fundamental no confundir insatisfacción con infelicidad, ya que él definía a un necio como una persona que tiene un placer o deseo muy fácil de satisfacer, y atribuía el adjetivo de Sócrates a aquellas personas que eran intelectualmente inquietas, inconformistas, muy críticas y que, por lo tanto, se regían siempre por su conciencia, y que a consecuencia de esto derivarían muchas insatisfacciones, pero que estas insatisfacciones no le reportarían ser infeliz. Por lo tanto, un Sócrates, según Mill, debía despertar la conciencia de la gente y, por lo tanto, obligarlos a pensar por sí mismos; debía, también, crear mejores ciudadanos y mejores personas. Un Sócrates intentaría reformar las instituciones como hizo Sócrates con las de Atenas y también debía obligar a los políticos a conocer los conceptos e ideas que están en juego en la convivencia. Pero Mill se planteaba que, con todas las tareas que debía hacer un Sócrates, era evidente que nunca podría llegar a ser feliz porque sus objetivos eran casi imposibles de conseguir por completo.

Pero, por lo contrario, Mill defendía que seguramente las personas semejantes o parecidas a Sócrates habían llegado a conocer más y mejores placeres que el necio, ya que, a diferencia del necio, un Sócrates nunca hubiera aceptado los placeres del necio, ya que los de este último eran muy fáciles de satisfacer. Por lo tanto, debíamos plantearnos, ¿un sabio desearía volverse ignorante? o ¿un hombre inteligente desearía volverse un imbécil? Es obvio que la respuesta a estas preguntas sería negativa, ya que la cualidad de los placeres de un Sócrates, aunque no sean tan fáciles de satisfacer, no se asemeja a la cualidad de los placeres que puede tener un cerdo, es decir, un necio. Pero por el otro lado, ¿un necio desearía volverse un Sócrates, es decir, un sabio? Seguramente, sí, aunque como sus placeres no van más allá de los que son fáciles de conseguir, no se lo plantea.

Por lo tanto, llegados a este punto, Mill define la diferencia entre satisfacción e insatisfacción, la primera como el hecho de haber satisfecho un deseo y la segunda como el seguido de deseos no satisfechos. Y, expuesto esto, debemos saber que para Mill la felicidad de la vida no era estar satisfecho sino feliz; por lo tanto, podemos ver que estaba en completo desacuerdo con todos aquellos necios. Por lo tanto, para Mill, los valores importantes son los que nos hacen felices, es decir, los que contribuyen, aunque sea un poco, a nuestra felicidad, aunque estos placeres no estén del todo satisfechos.

Por lo tanto, los placeres que nos permiten ser felices son los placeres nobles, es decir, aquellos que son nobles e intelectuales y, por lo tanto, si entendemos bien el concepto de felicidad, sabremos y veremos claramente que estos placeres nobles son inseparables de la dignidad humana. Por lo tanto, deberíamos plantearnos, ¿dónde hay más potencial de felicidad, en la insatisfacción de un Sócrates o en la satisfacción de un necio? Y la respuesta de Mill es clara: hay mucho más potencial de felicidad en la insatisfacción de un Sócrates, ya que, como hemos dicho anteriormente, la felicidad se mide por la cualidad de los placeres, no por el número de placeres que te son satisfechos si, como en el caso de un necio, estos son muy fáciles de satisfacer.

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