Filosofía Medieval: Conocimiento en Santo Tomás y San Agustín
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Filosofía Medieval: Conocimiento en Santo Tomás
Santo Tomás distingue dos fuentes distintas de conocimiento, la razón y la fe. La razón conoce de forma imperfecta la esencia de Dios y tiene unos límites que sólo pueden ser ampliados por la fe. Razón y fe tienen contenidos propios y específicos, pero también contenidos comunes. Para Santo Tomás razón y fe son autónomas e independientes, no puede existir contradicción entre los contenidos de ambas y deben ayudarse mutuamente: la razón ayuda a la fe para construir la teología y la fe a la razón como criterio extrínseco negativo de sus conclusiones. Santo Tomás en relación con el conocimiento racional afirmará que se parte de la percepción sensible para elaborar mediante abstracción los conceptos universales. El entendimiento agente abstrae las características comunes conociendo el concepto universal y el entendimiento posible aplicará dichos conceptos universales a lo concreto para hacer juicios.
Dios en San Agustín
San Agustín defiende el Creacionismo: el mundo y el tiempo han sido creados por Dios desde la nada. Esta creación se explica a partir de la Teoría del Ejemplarismo: Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de aquellas ideas eternas que están en su mente divina (los arquetipos). Además, Dios depositó en la materia los gérmenes de todos los seres futuros para que fueran apareciendo progresivamente en el tiempo. Todo ser creado se constituye pues de materia (que puede ser corpórea o espiritual) y forma (la esencia que le hace ser lo que es). Esta creación no es abandonada por Dios una vez creada, sino que Dios la cuida y gobierna y para ello ha concebido un plan para el mundo y éste plan se expresa en la ley eterna. Por ello, le surge a San Agustín el problema del mal, pues si el mal existiera sería algo creado por Dios siendo así él mismo malo. La solución, para San Agustín, es considerar que todo lo creado por Dios es bueno, siendo el mal o la imperfección no algo real, sino carencia de ser o perfección. Además, el mal sólo lo es en tanto individual y concreto pero no para la totalidad de la creación en donde siempre resulta de él un bien mayor. Explicará así igualmente el mal moral humano que es fruto de un bien mayor: la libertad. Si bien para San Agustín la existencia de Dios está clara, intentará hacer una demostración de la misma. Admitirá varios argumentos como la propia grandeza de la creación (la realidad es demasiado compleja para no haber sido creada por una inteligencia) o el argumento del consenso (la mayoría de los hombres creen en Dios). Pero el argumento preferido por San Agustín es el derivado del carácter eterno e inmutable de ciertas ideas que tenemos en nuestra alma, que contrasta con la naturaleza humana, mutable y finita, y por lo tanto tienen que tener como causa un ser eterno e inmutable: Dios. A éste se le conoce imperfectamente a través de las huellas que ha dejado en las criaturas.
Ética en Santo Tomás
Aquino afirma la existencia de la ley natural, la forma moral en que Dios ha impuesto en el alma humana la ley eterna respetando su libertad. La ley natural tiene varios preceptos que se fundamentan en uno principal: el deber de desarrollar la propia esencia humana realizando el bien y evitando el mal. De éste se derivan tres preceptos primeros en relación a las facultades del alma: el deber de conservar la vida, que desarrolla la facultad vegetativa; el deber de procrear y educar a los hijos, que desarrolla la facultad sensitiva; y el deber de respetar la justicia social y de buscar la verdad (el conocimiento de Dios), desarrollando así la facultad racional. Para Santo Tomás, los preceptos de la ley natural son evidentes (todos pueden llegar a conocerlos), universales (valen para todos los seres humanos) e inmutables (no cambian nunca) por estar implícito en la esencia humana. A través de la conciencia podemos deducir de estos preceptos generales unos preceptos secundarios, concretos para las distintas situaciones cotidianas, que sí pueden admitir excepciones.
Ser humano en San Agustín
Su concepción del hombre se influencia del platonismo, adopta su dualismo y la primacía del alma sobre el cuerpo. Rechaza las teorías platónicas de la preexistencia del alma etc. En el alma distingue entre la razón inferior y la razón superior.
El hombre fue creado a imagen de Dios. Su alma espiritual es simple e inmortal pues al no tener partes no puede corromper ni descomponer. Distingue en ella tres potencias principales, la memoria, la inteligencia y la voluntad.
Ve al hombre desde el prisma del pecado original, a consecuencia del cual nuestra naturaleza ha quedado incompleta, y el hombre es un ser empecatado con un fuerte tirón hacia el mal.
Este pesimismo antropológico tiene importantes consecuencias, en la cuestión del origen del alma. Su posición oscila entre la afirmación de que Dios crea cada alma individual con ocasión de la concepción de un nuevo ser humano y la de que las almas de los hijos provienen de las de los padres, doctrina que explicaría la simplicidad y espiritualidad del alma. Agustín, señala la primacía de la voluntad y del amor sobre el conocimiento, pues es el amor quien nos mueve y puesto que Dios nos ha creado libres ese amor podemos dirigirlo a Dios, el único que puede saciar nuestra ansia de felicidad o apartarnos de él dirigiéndolo a bienes mudables y materiales.
Política en San Agustín
San Agustín es el primer pensador que analiza el sentido de la historia humana y la concibe como el escenario donde Dios se manifiesta al hombre y donde se produce la salvación. Así, la historia es lineal teniendo un principio, la creación, y un fin, el Juicio Final, y adquiriendo un significado global en ese final de los tiempos. En este desarrollo histórico, San Agustín señalará que existen dos grandes grupos humanos según sea el objeto de su amor: los que se aman a sí mismos por encima de todo (la Ciudad terrenal) y los que aman a Dios por encima de todo (la Ciudad de Dios). Estas dos ciudades están mezcladas en cualquier sociedad a lo largo de la historia, manteniendo una lucha ética entre sus componentes. La historia humana avanza hacia el triunfo y salvación de los integrantes de la Ciudad de Dios que se dará al final de los tiempos.