La Filosofía de Kant: Un Viaje por el Conocimiento y la Moral Universal
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Dos hechos producían a Immanuel Kant asombro y admiración: el cielo estrellado sobre su cabeza y la ley moral en su interior. Esta dualidad, la coexistencia entre un mundo determinista y la libertad moral del ser humano, constituyó el núcleo de su ambicioso proyecto filosófico: averiguar cómo pueden coexistir ambas en un mismo plano.
La filosofía kantiana se articula en torno a tres preguntas fundamentales que guían su pensamiento crítico:
¿Qué podemos saber?
(El problema del conocimiento)¿Qué debemos hacer?
(El problema ético)¿Qué nos cabe esperar?
(El problema de la Historia y de la Religión)
El Problema del Conocimiento: Racionalismo, Empirismo y la Revolución Copernicana
Cuando Kant aborda el problema del conocimiento humano, se encuentra con dos soluciones opuestas propuestas por las corrientes filosóficas dominantes de su época: el racionalismo y el empirismo. Los racionalistas sostenían que la base de todo conocimiento residía en la razón, mientras que los empiristas, en cambio, afirmaban que se encontraba en la experiencia sensible.
Kant, en su búsqueda de una síntesis, estaba de acuerdo con los empiristas en que todo nuestro conocimiento sobre el mundo proviene de las percepciones. Sin embargo, también coincidía con los racionalistas en que existen ciertas condiciones inherentes a la mente que ayudan a formar nuestra percepción de la realidad. Para ilustrarlo, Kant podría haber usado una analogía: al usar unas gafas con lentes rojas, percibo el mundo de una manera limitada o diferente a como lo hacía antes. Aun así, todo lo visto proviene del mundo exterior a mí, pero el modo en que lo veo está determinado por las gafas. En esta analogía, las gafas representan las condiciones a priori que determinan nuestro concepto de la realidad.
Las Condiciones A Priori del Conocimiento
Kant identificó dos condiciones a priori fundamentales de la sensibilidad: el tiempo y el espacio, y el principio de causalidad. Todo lo que percibimos lo relacionamos intrínsecamente con el tiempo y el espacio. Estas son formas a priori de la sensibilidad humana, es decir, son anteriores a cualquier experiencia y constituyen la estructura inherente de nuestra percepción. Pertenecen a la constitución de la mente humana y son cualidades de la razón, no propiedades del mundo en sí.
De esta forma, no es la conciencia la que se adapta pasivamente a las cosas, sino que las cosas se adaptan a las condiciones de la conciencia: la famosa Revolución Copernicana de Kant. Así como Copérnico propuso que la Tierra giraba alrededor del Sol, Kant postuló que los objetos de conocimiento giran en torno a las estructuras cognitivas del sujeto.
El principio de causalidad, o ley de causa y efecto, también forma parte de la razón humana. La ley causal rige siempre de manera absoluta porque nuestra razón busca una explicación o causa para todo suceso. La afirmación de que todo suceso ha de tener una causa es, para Kant, una afirmación universal y necesaria.
La experiencia sensible, también conocida como la materia del conocimiento, es el componente a posteriori, es decir, aquello que se adquiere después de la experiencia.
Los Límites del Conocimiento Humano
Esta teoría conduce a Kant a la conclusión de que el conocimiento humano está delimitado a lo que puede conocer a través de su razón y experiencia. Nos resulta imposible conocer realidades de las que no podemos tener experiencia sensible, como Dios, la inmortalidad del alma y la libertad (las Ideas de la Razón). Estas son realidades que se pueden pensar, pero no conocer empíricamente. Por tanto, la metafísica, en su sentido tradicional, no es una ciencia, ya que plantea problemas que se encuentran fuera del alcance del conocimiento humano.
La Ética Kantiana: La Razón Práctica y el Imperativo Categórico
Kant sostenía que es inherente al ser humano la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Todos poseemos una conciencia moral que nos permite discernir entre lo correcto y lo incorrecto, pues forma parte de nuestra naturaleza racional. Por tanto, todos los seres humanos disponemos de una razón teórica y una razón práctica. La razón teórica nos permite conocer la realidad tal como es, mientras que la razón práctica nos indica cómo debemos actuar, basándose en lo que debe ser.
No podemos determinar lo que está bien y lo que está mal basándonos en lo que sucede (un enfoque a posteriori), sino en lo que debe ser (un enfoque a priori). Esta es la única manera de establecer una ley moral universal, válida en cualquier tiempo y espacio.
El Imperativo Categórico: Fundamento de la Moralidad
La ley moral, para Kant, se formula a través del imperativo categórico, que presenta dos formulaciones principales:
Fórmula de la Ley Universal:
«Actúa solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal». Esto implica que tu acción debe ser universalizable, es decir, que desearías que todos actuaran de la misma manera en esa situación.Fórmula de la Humanidad:
«Actúa de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre a la vez como un fin, nunca meramente como un medio». Esto significa que las personas, incluida tu propia persona, poseen un valor intrínseco y no deben ser utilizadas meramente como instrumentos para alcanzar otros fines.
Historia y Religión en el Pensamiento Kantiano
Kant nos indica que el fin racional de la historia es el cumplimiento progresivo de la ley moral en la sociedad. Por otro lado, la existencia de Dios no puede comprobarse empíricamente, pero tampoco puede negarse racionalmente. Para Kant, no resulta irracional suponer la existencia de Dios, ya que es un postulado de la razón práctica, necesario para la realización plena de la moralidad y la esperanza de un bien supremo.