Filosofía y Deporte: Las Visiones de Ratzinger y Ortega

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La Visión de Joseph Ratzinger sobre el Fútbol

Para Joseph Ratzinger, el fútbol se ha convertido en un acontecimiento global que une a los hombres de todo el mundo por encima de las fronteras nacionales, con un mismo sentir, con idénticas ilusiones, temores, pasiones y alegrías.

Al principio, partió de una posible respuesta a por qué el hombre se siente fascinado por este juego. Dijo que era “una repetición más de lo que ya se experimentó en la antigua Roma: pan y circo”.

No obstante, Ratzinger elaboró una nueva cuestión: ¿A qué se debe semejante fascinación, que lleva a poner el juego junto al pan y darle la misma importancia?

Su respuesta fue que aquel grito que pedía “pan y juego” era la expresión del deseo de una vida paradisíaca, una especie de regreso al primer hogar, al paraíso, como una escapatoria de la existencia cotidiana, con su dureza esclavizante.

Ratzinger resalta la urgencia del juego como expresión del “anhelo del paraíso”. Radica la fascinación por el fútbol en el sustrato lúdico que retorna al Edén, en el espíritu de cooperación de equipo.

Por esto, puede decirse que, pese al sombrío trasfondo de su industrialización, esta fiesta universal del fútbol es una de las pocas hermosas expresiones universales que ha podido construir y conservar la civilización.

La Perspectiva de José Ortega y Gasset sobre el Deporte

Ortega sostiene que dentro del hombre biológico y utilitario existe un hombre deportivo y lujoso que hace filosofía como parte del juego ilusorio; en este sentido, ubica a quienes piensan la filosofía dentro del grupo de aquellas personas para quienes la cosa superflua es la cosa necesaria. El desinterés utilitario que subyace tanto en el deporte como en la filosofía es visto por Ortega como un don de generosidad que florece solo en las cimas de mayor altitud vital. Es por ello que recomienda no tomar la vida muy en serio, sino como el temple del mismo espíritu que lleva a ejercitar un deporte y ocuparse de un juego.

Ortega entendía el espíritu deportivo como una metáfora del deseo humano. El deportista da lo mejor a cambio de nada, hace deporte por el placer de hacerlo, porque quiere, da su esfuerzo sin buscar recompensa material alguna. Ortega entendía el espíritu deportivo como paradigma del estado anímico con que el hombre crea, avanza y progresa.

Establece una relación entre su visión "circunstancial" de la vida humana con la ocupación deportiva, que aunque "pueril", "lujosa", "perturbadora" y "escapista", puede aplicarse a los contenidos de lucha con las situaciones difíciles de la vida a las que el ser humano se encuentra enfrentado. El deporte es entonces una paradoja existencial donde los humanos, por un lado, nos apartamos de aquellos momentos penosos de la vida y, por otra, buscamos resolver de manera lúdica tales "circunstancias", llevando simultáneamente al juego, como contenido de estos, los forcejeos frente a la vida. Por esa razón, le da al deporte la categoría de "lujo vital". La lujosa práctica deportiva, asumida por el prototipo inglés del 'Gentleman', es entendida por Ortega como un ideal posible de deportividad que se puede proponer a los países pobres de nuestro planeta.

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