Filosofía de Aristóteles: Realidad, Ser Humano y la Búsqueda de la Felicidad
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Realidad y Conocimiento en Aristóteles
Aristóteles defiende que la única realidad es la Physis, dividida en el mundo supralunar (eterno e inmutable) y el sublunar (cambiante). En su teoría hilemórfica, sostiene que los seres están compuestos de Materia (de qué están hechos) y Forma (su esencia). Todo ser busca alcanzar su perfección a través del cambio, pasando de potencia a acto. Para explicar la naturaleza, propone cuatro causas: formal, material, eficiente y final. En su Metafísica, Aristóteles estudia el ser en cuanto ser y los principios fundamentales, como el de no contradicción. Con el concepto de un Primer Motor Inmóvil, explica el origen del movimiento y la perfección en la realidad. Finalmente, en el conocimiento, defiende la inducción desde lo particular hacia lo universal y distingue entre el entendimiento agente (universal) y el paciente (individual).
El Ser Humano según Aristóteles
Aristóteles sostiene que el ser humano es una sustancia única compuesta de cuerpo (Materia) y alma (Forma), inseparables. El alma es el principio de vida y mortal, excepto el entendimiento agente, que es inmortal pero impersonal. Distingue tres funciones en el alma: la vegetativa (nutrición y desarrollo, común en todos los seres vivos), la sensitiva (percepción, propia de los animales) y la intelectiva (conocimiento, exclusiva de los seres racionales). La función intelectiva es la más elevada y distintiva del ser humano, ya que permite el conocimiento racional.
Ética Aristotélica: La Búsqueda de la Felicidad
Para Aristóteles, la moral se basa en que todos los seres tienen un fin natural, y para los humanos este fin es la felicidad (eudemonia), de ahí que su ética se denomine eudemonismo. La verdadera felicidad consiste en desarrollar lo que es característico del ser humano: su capacidad intelectual. Así, Aristóteles considera que la vida contemplativa, o el desarrollo del intelecto y la búsqueda de sabiduría, es la actividad más elevada y lo que más nos acerca a la felicidad. Sin embargo, dado que el ser humano no es solo intelecto, sino que también tiene necesidades corporales y sociales, nunca puede alcanzar la felicidad absoluta, que solo pertenece al Primer Motor Inmóvil, un ser totalmente dedicado al pensamiento. Para satisfacer las necesidades más prácticas, el ser humano debe cultivar las virtudes éticas, que organizan su vida diaria y facilitan el desarrollo de su intelecto. Estas virtudes son hábitos adquiridos por la práctica constante, y su objetivo es alcanzar un "término medio" entre dos extremos de comportamiento (uno por exceso y otro por defecto), determinado mediante la razón y adaptado a cada persona.