Fernando VII, Guerra de Independencia: Crisis Monárquica y Repercusiones en España y América
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El Reinado de Fernando VII y la Intervención Napoleónica
El reinado de Fernando VII comenzó en un contexto de profunda crisis. El monarca necesitaba contar con el reconocimiento explícito del Emperador Napoleón Bonaparte, por lo que se desplazó con su séquito a Bayona. Sin embargo, allí se encontró con una estratagema: Napoleón lo apresó y determinó que la dinastía de los Borbones no volvería a reinar en España.
El Estallido de la Guerra de Independencia
Como resultado de la imposición de una sustitución dinástica, se produjeron las Abdicaciones de Bayona: Fernando VII devolvió la Corona a su padre, Carlos IV, quien a su vez la cedió a Napoleón. Posteriormente, Fernando VII también renunció a sus derechos como Príncipe de Asturias. Napoleón designó entonces a su hermano, José I Bonaparte, como nuevo rey de España.
La reacción del pueblo fue el levantamiento que se produjo el 2 de mayo de 1808, extendiéndose por diversas regiones como Asturias, León, La Coruña, Valladolid, Zaragoza, Valencia, Sevilla, Cádiz y Granada, lo que marcó el inicio de la Guerra de Independencia Española.
La Formación de Poderes Políticos Revolucionarios
Este vacío de poder y la resistencia al invasor francés supusieron la formación de aproximadamente trece Juntas de Gobierno autónomas, generalmente dirigidas por miembros de las clases dominantes locales. Su principal objetivo era organizar la resistencia contra los franceses y ejercer la autoridad de forma provisional en nombre del rey ausente, Fernando VII.
Para coordinar los esfuerzos, estas juntas provinciales promovieron la creación de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, que se instaló inicialmente en Aranjuez y fue presidida por el Conde de Floridablanca. Ante el avance de las tropas francesas, la Junta Central se vio obligada a trasladarse primero a Sevilla y, finalmente, a Cádiz. Tras su disolución debido a la presión militar y las dificultades internas, se nombró un Consejo de Regencia compuesto por cinco miembros, con el mandato primordial de convocar Cortes Generales y Extraordinarias.
Esta nueva estructura de poder tuvo una trascendental importancia para los Reinos de Indias (América y Filipinas). El debate principal en los territorios ultramarinos giró en torno al reconocimiento de la legitimidad de estos nuevos poderes revolucionarios peninsulares y su capacidad para representar a dichos reinos. Se generó una situación de gran confusión en América, ya que llegaban noticias contradictorias sobre la existencia de múltiples centros de poder que reclamaban autoridad y representación sobre los Reinos de Indias.
Influencia de los Sucesos Peninsulares en América
Los Tres Centros de Poder Emergentes
La crisis en la península generó una compleja situación en América, donde se percibían principalmente tres centros de poder que reclamaban legitimidad:
- Las instituciones tradicionales del Antiguo Régimen: Aquellas que ya existían y que Fernando VII había dejado al partir hacia Bayona. Entre ellas destacaban el Consejo de Castilla, el Consejo de Indias y las Capitanías Generales, las cuales intentaban seguir transmitiendo órdenes a la América colonial.
- Los nuevos poderes revolucionarios antifranceses: Formados por las Juntas provinciales, la Junta Central Suprema, el Consejo de Regencia (que asumió el poder en 1810) y, finalmente, las Cortes de Cádiz. Estos órganos representaban la resistencia española y reclamaban la soberanía en ausencia del rey.
- El gobierno josefino: El aparato estatal impuesto por Napoleón, con su hermano José I Bonaparte como rey de España, apoyado por los afrancesados. Este gobierno de influencia francesa también buscó el reconocimiento y la lealtad de los territorios americanos.
La Desconfianza en las Colonias Americanas
Esta multiplicidad de centros de poder y la incertidumbre sobre la autoridad legítima generaron una profunda desconfianza en las colonias americanas hacia las autoridades peninsulares. En muchos territorios de la América española, no se habían producido cambios de gobierno que reflejaran la nueva y caótica situación de la metrópoli, lo que alimentó la incertidumbre y, eventualmente, el surgimiento de movimientos juntistas propios que cuestionaron la autoridad de los representantes de la corona, sentando las bases para los posteriores procesos de independencia.