Felipe II: Reinado, Política y Conflictos de un Imperio

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Felipe II: Un Reinado Marcado por la Defensa del Imperio y la Fe

Felipe II, a diferencia de su padre, apenas salió de España durante su reinado. No destacó como jefe militar, pero se convirtió en el gran defensor de la Contrarreforma frente a los protestantes. Impulsó un rígido control sobre la iglesia y prohibió que sus súbditos marchasen a estudiar al extranjero. La política interior estuvo condicionada por los intereses exteriores, en especial los dinásticos y religiosos.

Conflictos Internos: Moriscos y el Caso Antonio Pérez

Hubo dos conflictos principales:

  • El conflicto morisco: Surgió cuando la población morisca de las Alpujarras se levantó contra el trato que recibía de las autoridades y de los cristianos viejos. La rebelión se extendió por Andalucía occidental y fue reprimida de forma muy dura.
  • El caso Antonio Pérez: Derivado de la actuación de Antonio Pérez, hombre de confianza del rey, acusado del asesinato del secretario de Juan de Austria. Pérez se refugió en Aragón huyendo de la justicia castellana y posteriormente consiguió huir a Francia.

Política Exterior: Defensa de la Dinastía y el Catolicismo

La política exterior de Felipe II se basó en la defensa de los intereses dinásticos de la casa de Austria y del catolicismo. La lucha contra los turcos forzó la alianza de España, Venecia y el papado, que organizaron la Liga Santa. Se formó una gran flota que derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto en 1571.

La Rebelión de Flandes: Un Desafío Constante

La rebelión de Flandes contra la dominación hispana comenzó en 1568 y se prolongó durante varias décadas, siendo uno de los factores principales de la decadencia del imperio español. Las causas de la rebelión fueron políticas, religiosas y económicas. La fuerte represión de las tropas enviadas por Felipe II se combinó con periodos de mayor tolerancia, pero en conjunto, la guerra de Flandes debilitó bastante a la monarquía hispana. La guerra no tuvo final hasta finales del siglo XVII.

Inglaterra: De Aliado a Enemigo

A pesar de que Inglaterra había sido aliada de España, la situación cambió en las décadas finales del siglo XVI. La acción de los piratas ingleses frente al comercio español con América, y el apoyo británico a los rebeldes holandeses convirtieron a Inglaterra en un enemigo de la monarquía hispana. Felipe II organizó la Armada Invencible para conquistar las islas, pero las adversidades meteorológicas y la lejanía de las bases de la flota española produjeron la derrota de la Armada Invencible antes de entrar en combate.

La Unidad Ibérica: Anexión de Portugal

En 1580, Felipe II heredó Portugal, convirtiéndose en el soberano del imperio más extenso que jamás había existido. Se logró así la unidad peninsular que los Reyes Católicos habían intentado sin éxito.

Sistema Político: Autoritarismo Limitado

El sistema político estaba condicionado por la voluntad autoritaria de los monarcas, que se vio limitada por las leyes e instituciones vigentes en los territorios donde ejercía su poder. Se fortaleció la administración y centralización, pero no se impulsó una política homogénea en todo el imperio.

Organización Territorial del Imperio

El reino de Castilla era la base de la política imperial. El Consejo Real, las Cortes y el sistema fiscal facilitaban la unidad, aunque Canarias, Granada y Navarra mantuvieron sus regímenes especiales. En la Corona de Aragón, cada reino conservó sus instituciones y su sistema de representación, al igual que Milán, Flandes y Portugal.

Instituciones en América

En América se crearon instituciones que se mantuvieron vinculadas a la autoridad real. Carlos y Felipe II institucionalizaron el llamado régimen polisinodial, que consistía en la existencia de numerosos consejos de carácter consultivo. El único órgano común a todo el imperio era el Consejo de Estado, que tomaba las grandes decisiones de política exterior.

Economía y Finanzas del Imperio

No obstante, buena parte del territorio estaba en manos de los señoríos territoriales, de manera que eran los nobles quienes ejercían su autoridad en ellos. En Aragón y Cataluña, los reyes tuvieron mayores dificultades para hacer valer su poder, ya que mantenían instituciones propias que aplicaban la legislación de cada reino. La política imperial exigía enormes sumas de dinero, y estos ingresos provenían fundamentalmente de los bienes del patrimonio real, los impuestos cobrados a los súbditos, y el oro y plata procedentes de América. Los impuestos eran de dos tipos: directos, como los servicios, que eran votados por las Cortes, e indirectos, entre los que destacaba la alcabala, que gravaba todos los intercambios comerciales en un 10% de su valor.

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