Fe, Razón y Existencia: Explorando el Pensamiento de San Agustín y Santo Tomás de Aquino

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Colaboración entre Fe y Razón en San Agustín

Para San Agustín, la fe y la razón no están enfrentadas, sino que trabajan juntas para llegar a la verdad, ya que esta es única. La razón ayuda a la fe planteando preguntas y aclarando lo que la fe revela, mientras que la fe da respuestas a cuestiones que la razón por sí sola no puede resolver. Esto se refleja en su famosa frase: “Hay que creer para comprender y comprender para creer”. Sin embargo, cuando hay conflictos entre ambas, la fe tiene la última palabra, porque hay cosas que la razón no puede entender del todo, como los misterios de Dios o del alma. Agustín no separaba claramente la filosofía (razón) de la teología (fe), como solemos hacer hoy. Para él, ambas eran caminos unidos que llevaban al conocimiento de Dios. Aunque reconocía el poder de la razón, siempre la veía desde la perspectiva de la fe cristiana. La razón no buscaba verdades por su cuenta, sino que profundizaba en lo que la fe ya enseñaba. Además, Agustín centraba su pensamiento en el ser humano, en el alma interior que busca la salvación con la ayuda de la gracia divina. Para él, fe y razón son fuerzas que, juntas, permiten al alma acercarse a Dios y comprender la verdad.


La Creación según San Agustín

Creación Instantánea y el Verbo

Para San Agustín, la creación del mundo ocurrió en un solo instante por la voluntad de Dios. Después de eso, Dios no interviene directamente en el mundo, salvo en la llegada de Jesucristo. Dios creó todo mediante el "Verbo" (la Palabra, logos), que son las ideas perfectas que tenía en su mente. Estas ideas sirven de modelo para crear todas las cosas, como un artista crea su obra según un modelo.

Razones Seminales

Agustín también explica que, aunque nuevas especies y criaturas surgen con el tiempo, todo estaba planeado desde el principio por Dios a través de "razones seminales" (semillas invisibles). Estas semillas permiten que todo siga su curso sin necesidad de que Dios intervenga constantemente.

El Tiempo y la Eternidad

Además, Agustín ve el tiempo como algo muy diferente a la eternidad de Dios. Mientras que el tiempo está relacionado con el cambio y el movimiento, la eternidad de Dios es un "presente eterno". El tiempo solo puede medirse en nuestra conciencia, que recuerda el pasado (memoria) y anticipa el futuro (expectación). Para Agustín, el tiempo es como un "estiramiento" del alma que nos permite vivir el pasado y el futuro mientras tratamos de acercarnos a la eternidad de Dios.


Conocimiento y Método Agustiniano: La Experiencia Interior

Refutación del Escepticismo

San Agustín se enfrentó al escepticismo, una postura que negaba que se pudiera conocer la verdad de manera segura. Refutó esta idea señalando que decir "no hay verdad" ya implica una contradicción, pues esa afirmación pretende ser una verdad. Además, Agustín propuso que hay un conocimiento indudable: el conocimiento que el alma tiene de sí misma. Aunque podamos equivocarnos sobre lo que percibimos o pensamos, no podemos dudar de que estamos teniendo esos pensamientos. Por eso afirmó: "Si me equivoco, soy", ya que incluso al errar, sabemos que existimos como seres pensantes.

La Verdad Interior y la Iluminación Divina

Para Agustín, el verdadero conocimiento no viene del mundo exterior (conocimiento sensible), que es cambiante e imperfecto, sino de mirar hacia nuestro interior, donde reside la verdad. Dentro del alma encontramos ideas universales y perfectas, que no provienen de los sentidos, sino de Dios, quien ilumina nuestro entendimiento. Esta "luz de Dios" nos permite acceder a las verdades más profundas, un conocimiento superior que Agustín llama sapientia (sabiduría). Es en la contemplación de estas verdades eternas donde el alma se conecta con las huellas del Creador. Aunque reconoce que también hay conocimientos sensibles (lo que percibimos con los sentidos y almacenamos en la memoria), para Agustín estos no constituyen un verdadero conocimiento, ya que no son estables ni universales. Solo cuando el alma encuentra regularidades en lo sensible habrá conocimiento, al que llama scientia, que es inferior respecto a la sapientia.

Influencia Platónica y Distinciones Clave

El pensamiento de San Agustín está muy influido por las ideas de Platón, pero las adapta al cristianismo.

  • El conocimiento verdadero se basa en ideas eternas, que son el fundamento de todo lo que sabemos.
  • El conocimiento no está en las cosas cambiantes que vemos en el mundo, sino en las verdades que nunca cambian, como Dios.
  • Agustín distingue entre sapientia (sabiduría, que se enfoca en Dios y las verdades eternas) y scientia (conocimiento de las cosas del mundo). Esto es parecido a la diferencia que hace Platón entre doxa (opinión) y episteme (conocimiento verdadero).
  • Platón habla de la luz del Sol como lo que nos permite entender, y Agustín toma esta idea, pero dice que es Dios quien ilumina nuestra mente para que podamos conocer las verdades eternas. A diferencia de Platón, Agustín no cree que recordemos cosas de una vida anterior, sino que todo conocimiento viene gracias a la iluminación de Dios.


Dios en el Pensamiento de San Agustín

San Agustín dedica mucho de su filosofía a reflexionar sobre Dios y su relación con el mundo y con el ser humano. Aborda dos grandes temas:

1. ¿Cómo sabemos que Dios existe?

Ofrece varias ideas para demostrar la existencia de Dios:

  • El consenso universal: Casi todas las personas en todas las culturas creen en algo superior; según Agustín, esta unanimidad no es casual.
  • El orden en el mundo: El mundo está lleno de cosas mutables y contingentes, y todo tiene un propósito y está conectado. Por ejemplo, la lluvia llega cuando las plantas la necesitan. Este orden no puede ser casual; debe haber alguien que lo organice: Dios.
  • Las verdades eternas: Existen cosas que no cambian, como las matemáticas o las leyes universales. Estas verdades no pueden depender de los humanos, que somos cambiantes, sino de un ser inmutable: Dios.

San Agustín no usa pruebas sobre el mundo exterior para demostrar que Dios existe. En lugar de eso, cree que la verdadera prueba está en las "ideas", que son verdades eternas e inmutables. Estas ideas no dependen de las personas, sino que son para todos, siempre iguales. Para Agustín, lo más importante de Dios es que Él es inmutable, es decir, que nunca cambia.

2. ¿Qué es Dios?

San Agustín cree que es más fácil decir lo que Dios no es (por ejemplo, no es algo físico o cambiante) que lo que Dios sí es, ya que nuestra mente limitada no puede comprenderlo del todo. Sin embargo, basándose en la Biblia, concluye que:

  • Dios es eterno, perfecto e inmutable, lo único que "es" verdaderamente sin mezclarse con el cambio o el no-ser, como ocurre con las cosas de este mundo.
  • Dios es el creador del universo desde la nada, siguiendo ideas eternas que siempre han estado en Él.
  • Dios es único, aunque existe en tres personas (la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo).

El Ser Humano según San Agustín

Composición Dualista y Facultades del Alma

San Agustín considera al ser humano como la obra maestra de la creación, compuesto por cuerpo y alma. Él ve el alma dividida en tres facultades (aunque reconoce la división aristotélica: alma vegetativa, sensitiva y racional): memoria (relacionada con el ser), entendimiento (relacionado con el saber) y voluntad (relacionada con el amor).

Además, Agustín las vincula con la Trinidad divina: la memoria corresponde al Dios Padre, la inteligencia al Hijo y la voluntad al Espíritu Santo.

Los Dos Amores: Caritas y Cupiditas

En cuanto a la vida humana, Agustín cree que el amor es fundamental. Hay dos tipos de amor que guían la vida:

  • El "Amor Dei" o caritas (amor a Dios, que busca la verdad divina y es espiritual).
  • El "Amor sui" o cupiditas (amor egoísta hacia uno mismo, relacionado con los deseos y pasiones del cuerpo).

Como la voluntad humana es libre, las personas pueden elegir entre el bien y el mal, guiados por estos amores.


El Problema del Conocimiento en Santo Tomás de Aquino

Relación entre Fe y Razón

El problema del conocimiento, según Santo Tomás de Aquino, se centra en cómo conciliar la razón con la fe. Santo Tomás era un gran admirador de la filosofía de Aristóteles, que considera la máxima expresión de lo que la mente humana puede entender. Pero, al mismo tiempo, creía profundamente en las enseñanzas del cristianismo, que considera verdades reveladas por Dios. Para resolver esta cuestión, Santo Tomás distingue tres tipos de verdades:

  1. Verdades de la razón: Son aquellas que se entienden usando solo la lógica y la experiencia, sin depender de la fe.
  2. Verdades de la fe: Son creencias religiosas que no pueden ser demostradas con la razón. Estas verdades se aceptan porque han sido reveladas por Dios y se llaman “artículos de fe”.
  3. Verdades compartidas (preámbulos de la fe): Son aquellas que pertenecen tanto a la fe como a la razón. Estas verdades pueden ser entendidas tanto a través de la razón como de la fe.

Santo Tomás propone que la fe y la razón deben colaborar. La razón puede ayudar a defender las creencias religiosas frente a personas escépticas. Si la razón parece contradecir la fe, entonces la conclusión de la razón debe ser revisada, porque para Santo Tomás, la fe tiene la última palabra. Esto se debe a que Dios, como fuente de la fe, no puede equivocarse, mientras que los razonamientos humanos sí pueden contener errores.


¿Cómo Conocemos el Mundo que nos Rodea?

Santo Tomás, siguiendo la filosofía de Aristóteles, tiene una visión del conocimiento diferente a la de Platón y San Agustín. Platón afirmaba que el conocimiento proviene de ideas a las que se accede mediante la razón, y San Agustín creía que era Dios quien iluminaba la mente para otorgar esas ideas. En cambio, Santo Tomás sostiene que el conocimiento humano comienza con los sentidos, que nos proporcionan datos concretos. A partir de esta experiencia sensorial, el entendimiento agente abstrae las características universales presentes en las cosas (por ejemplo, identifica la idea de “ser humano” observando personas concretas como Pepito o Juanito). Estas formas universales no están separadas de las cosas sensibles, sino que el entendimiento debe extraerlas. Santo Tomás rechaza la idea de que nacemos con conocimiento innato. Nuestro entendimiento está vacío al nacer (tabula rasa) y se llena progresivamente mediante la experiencia sensible y el trabajo del entendimiento. Los universales, aunque reales porque han sido creados por Dios, sólo se descubren a través de las cosas particulares que percibimos con los sentidos.


Problemas de Dios y Realidad en Santo Tomás: Teología y Metafísica

Las Cinco Vías para Demostrar la Existencia de Dios

Santo Tomás de Aquino buscó demostrar racionalmente la existencia de Dios y explicar las creencias cristianas. Según él, aunque la proposición “Dios existe” es una verdad que conocemos por fe, también puede ser demostrada mediante la razón. Esta verdad no es evidente para todos porque la mente humana es limitada, pero puede conocerse a posteriori, partiendo de los efectos observables en el mundo y remontándose a sus causas. Para ello, Santo Tomás desarrolló las Cinco Vías que demuestran la existencia de Dios:

  1. El Primer Motor: Todo lo que se mueve es movido por otro. Como no puede haber una cadena infinita de movimientos, debe existir un Primer Motor inmóvil, y ese motor es Dios.
  2. La Causa Primera: Todo efecto tiene una causa. Dado que no puede haber una cadena infinita de causas, debe existir una causa inicial incausada, y esa causa es Dios.
  3. El Ser Necesario: Los seres creados son contingentes, es decir, podrían no existir. Si todo fuese contingente, en algún momento no habría existido nada, pero eso es falso. Por lo tanto, debe haber un Ser Necesario que siempre ha existido, y ese ser es Dios.
  4. El Ser Perfecto: Observamos grados de perfección en las cosas. Para que existan estos grados, debe haber un Ser Perfecto, la máxima perfección, que es Dios.
  5. La Inteligencia Ordenadora: Los seres irracionales actúan de manera ordenada hacia fines específicos. Esto implica la existencia de una inteligencia superior que los dirige, y esa inteligencia es Dios.

Estas vías no solo confirman que Dios existe, sino que también nos revelan aspectos de Él: Dios es motor, causa, necesario, perfecto y una inteligencia suprema.

Conocimiento de la Naturaleza de Dios

Santo Tomás considera que podemos conocer más sobre Dios de dos maneras:

  • Por la vía negativa (via negationis): Negando las imperfecciones que observamos en las criaturas. Si las criaturas son cambiantes, Dios es inmutable; si son complejas, Dios es simple.
  • Por la vía de la eminencia (via eminentiae): Atribuyendo a Dios las perfecciones que vemos en las criaturas, pero en grado absoluto. Por ejemplo, si algunos seres son buenos, Dios es la bondad absoluta.

Sin embargo, el conocimiento humano de Dios siempre será limitado, ya que nuestra razón no puede comprenderlo tal como Él se conoce a sí mismo.


Ética de San Agustín: El Problema del Mal y el Libre Albedrío

San Agustín se preocupó por el problema de la teodicea (busca explicar cómo puede coexistir un Dios omnipotente, omnisciente y perfectamente bueno con la existencia del mal en el mundo). Se puede dividir en dos tipos de mal:

  • El mal natural (como terremotos o enfermedades): lo explica diciendo que todo en la creación es bueno en su conjunto. Aunque las cosas cambian o mueren, esto permite que otras cosas surjan. Todo en el mundo tiene un propósito y es parte de la creación divina.
  • El mal moral (el que proviene de las acciones humanas): solo veía dos posibles soluciones: la solución maniquea (que decía que había un principio maligno junto a Dios) y la solución neoplatónica, que dice que el mal no es una cosa real, sino la falta de bien. Agustín se inclinó por esta última idea, diciendo que el mal es causado por el mal uso que los humanos hacen de su libre albedrío (la posibilidad de elegir).

Libre Albedrío, Gracia Divina y Libertad Verdadera

Aunque Dios creó un mundo bueno, dejó espacio para que los humanos puedan elegir. Esta libertad es un bien, pero no es un bien absoluto, ya que también permite el mal, pues las personas pueden usar su libertad para alejarse de Dios y dedicarse a lo que desean de manera egoísta. Los humanos están atrapados en un conflicto interno entre el amor de Dios (caritas) que nos lleva al bien y el amor propio (cupiditas) que nos aleja del bien. Debido a este estado de caída, los humanos no pueden volver a Dios por sí mismos, sino que necesitan la gracia divina. La gracia es un don entregado por Dios que permite al hombre no solo querer el bien, sino también hacerlo. Sin la gracia, podemos conocer lo que es correcto, pero no cumplirlo. Con la gracia, nuestra voluntad se hace buena y podemos optar por el bien.

La verdadera libertad, según Agustín, es servir a Cristo, y aunque no la alcancemos completamente en esta vida, es la forma en que nos acercamos a la verdadera libertad tras la muerte. La vida es, entonces, un drama donde la libertad humana, afectada por nuestras inclinaciones al mal y la ayuda de la gracia, nos impulsa a tomar decisiones que nos acercan o nos alejan de Dios.


La Historia desde una Perspectiva Teológica: La Ciudad de Dios

En La Ciudad de Dios, San Agustín defiende al cristianismo de ser culpable de la caída del Imperio Romano. Propone una visión teológica de la historia como una lucha entre dos modelos ideales:

  • La Ciudad de Dios (Jerusalén), que está guiada por el amor a Dios (caritas).
  • La Ciudad del Hombre (Babilonia), que está dirigida por el amor a uno mismo y los placeres del cuerpo (cupiditas).

Estas "ciudades" no son lugares concretos, sino ideas que representan dos formas de vivir. San Agustín cree que toda la historia humana es una lucha entre estas dos fuerzas. Aunque las personas (como los paganos) viven en ciudades del mundo, como Roma, también son parte de la Ciudad de Dios, una comunidad eterna de cristianos, tanto los del pasado, como los del presente y el futuro. Aunque ahora ambas ciudades estén mezcladas, él cree que, en el Día del Juicio, serán separadas. En su visión, la historia es un proceso en el que Dios va formando su Ciudad de Dios, guiando todo según su plan, aunque no siempre entendamos sus razones.

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