Fascismo Italiano y Nazismo Alemán: Orígenes, Ideología y Consecuencias
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Bases Ideológicas del Fascismo Italiano y Alemán
Los textos claves del fascismo se encuentran en la obra de Hitler Mi lucha (Mein Kampf, 1925) y en la Doctrina del fascismo, texto atribuido a Mussolini que aparece en la Enciclopedia Italiana en 1932. Sus bases ideológicas serían, en síntesis:
- La exaltación del Estado: Los individuos están totalmente subordinados al Estado, que es omnipotente y totalitario. “El concepto fascista del Estado lo abarca todo; fuera de él no pueden existir valores humanos o espirituales” (Mussolini).
- El rechazo del parlamentarismo: El fascismo parte de la desigualdad de los hombres, en contraposición al liberalismo, y rechaza la democracia porque concede los mismos derechos a todos.
- El racismo y la desigualdad como forma de organización social: La mujer tiene un papel secundario, reduciéndola al ámbito del hogar («kinder, küche, kirche»: niños, cocina, iglesia). La desigualdad también afecta a las relaciones entre los pueblos y a la oposición de razas superiores-razas inferiores. El pueblo alemán, la raza aria, es superior a las demás, sobre todo a los eslavos, judíos y gitanos que, como los homosexuales, discapacitados o los individuos asociales, son considerados infrahombres o subhombres (Untermenschen).
- La exaltación del líder supremo: Una nación fuerte necesita encontrar al hombre providencial, al líder o caudillo al que debe prestársele obediencia ciega. A este hombre se le llamó en Italia «Duce» y en Alemania «Führer». El líder era el vértice de una organización jerárquica y estaba convencido plenamente de su obra, llegando a identificar su destino con el de la nación, como queda manifestado en la expresión «un pueblo, un imperio, un líder» (ein Volk, ein Reich, ein Führer) utilizada en la Alemania nazi.
- El control económico: Los fascismos se hicieron con el control de la economía y crearon un sistema autoritario-corporativo basado en la “economía nacional” y en la autarquía, donde desaparecía la lucha de clases y era sustituida por la colaboración de clases.
- El nacionalismo exacerbado y militarismo: En el caso alemán, estas ideas estaban en conexión con la idea de la creación de una Gran Alemania para todas las comunidades de origen o lengua alemana que había en Europa (Austria, Checoslovaquia, Polonia) y con la “necesidad” de contar con un «espacio vital» (Lebensraum) para Alemania, que debía expandirse hacia el Este y a costa de la URSS y de los demás pueblos eslavos. En el caso italiano, el punto de partida era el «irredentismo» y la recuperación de los territorios del Trentino, Trieste e Istria, así como la mayor parte del litoral dálmata (Yugoslavia) y zonas de África (Abisinia) que se le había prometido a Italia si entraba en la Primera Guerra Mundial contra Alemania. Tales promesas no se cumplieron en las resoluciones del Tratado de Versalles.
- La justificación de la violencia llevada a cabo por el Estado: Los fascismos defendieron el uso de la violencia como método para hacerse con el poder. La conocida Marcha sobre Roma de los fascistas italianos y la creación de cuerpos paramilitares, SA (Sección de Asalto) y SS (Escuadras de Defensa) para el control de la calle y la imposición del terror por parte de los nazis, serían expresión de la aplicación de este principio.
- El dogmatismo, la intolerancia y la irracionalidad: El fascismo desconfía de la razón y afirma la primacía de lo irracional, alentando el fanatismo y la intolerancia contra el diferente.
El Fascismo en Italia (1922-1945)
Orígenes del Fascismo Italiano: Benito Mussolini
La historia del fascismo italiano es inseparable de la de su líder, Benito Mussolini, que había sido expulsado del partido socialista italiano por apoyar la participación de Italia en la Primera Guerra Mundial. En 1919 fundó los “Fasci italiani dei combattimento”, grupo militar integrado por excombatientes en paro que reprimían con el empleo de la violencia a los movimientos obreros y al partido socialista y que explotaban la idea de la «victoria mutilada» y de revancha contra las cláusulas del tratado de Versalles, que, según ellos, habían traicionado a Italia. Este movimiento fascista creado por Mussolini, y al que le daba impulso desde su periódico, “Il Popolo d'Italia”, defendía un régimen militarista, autoritario y nacionalista, que centralizase el poder en una persona y un movimiento (Partido Nacional Fascista) y que era contrario a las instituciones democráticas. En 1921, con medio millón de afiliados y con los ”fascio di combattimento” como núcleo de partida, Mussolini fundaba el Partido Nacional Fascista. Pronto consiguieron el apoyo de amplios sectores de la burguesía, que temían una revolución bolchevique, y alcanzaron también el apoyo de los terratenientes, de los industriales y propietarios de las fábricas, a los que les servían para deshacerse, por medio de la violencia y de los ataques, de la oposición obrera y sindical, tanto socialista como comunista. En septiembre de 1922, los camisas negras, como también eran conocidos los fascistas, organizaron una marcha sobre Roma para presionar al gobierno por la incapacidad de resolver la situación económica. En respuesta, Víctor Manuel III nombró a Mussolini primer ministro.
Evolución del Fascismo Italiano
En la dictadura de Mussolini pueden diferenciarse dos fases:
1. De 1922 a 1926: Eliminación de la Oposición
Este período se caracterizó por la eliminación de la oposición por medio de la violencia, aunque se pretendió aparentar respeto por las formas constitucionales. En un primer momento compartieron el poder y solo disponían de cuatro carteras. En 1924 se celebraron elecciones y los fascistas consiguieron de manera fraudulenta hacerse con dos tercios de la cámara. El secretario del Partido Socialista, Matteotti, denunció el fraude, pidió la anulación de las elecciones y fue asesinado. Ante este hecho, la oposición reclamó al rey la vuelta a las normas constitucionales y la abolición de la milicia fascista, pero el monarca no accedió. Como consecuencia de esta negativa, abandonaron el Parlamento 127 diputados de la oposición, dejando las instituciones en manos de los fascistas. Mussolini asumió entonces todos los poderes, disolvió el Parlamento y anuló cualquier oposición mediante la creación de un tribunal político para la defensa del Estado.
2. De 1926 a 1936: Implantación del Estado Totalitario Fascista
Se prohibieron los partidos políticos (excepto el Partido Fascista) y los sindicatos, se decretó la censura de prensa y se ampliaron los poderes del Duce, que gobernó con decretos-leyes anulando la división de poderes. También en estos años se aprobó la Ley de Defensa del Estado, por la que se creó un Tribunal especial para juzgar delitos políticos. El poder residía solo en el Duce, asistido por el Gran Consejo Fascista, órgano supremo que decidía la composición de la Cámara de los Diputados.
Economía, Estado Fascista y Relaciones con la Iglesia Católica
Se creó el llamado «Sistema corporativo», que pretendía implantar un nuevo régimen de organización económica y social que conjugara los intereses de los trabajadores y de los patronos, presentándose como el sistema más eficaz para superar la lucha de clases, pues las corporaciones unificaban en su seno a los representantes de la empresa (capital) y de los obreros (trabajo). La política económica del fascismo fue intervencionista, aunque en los cinco primeros años practicó una política de liberalización que redujo el paro y elevó los salarios, pero no eliminó la inflación. A partir de la crisis de 1929, adoptó un programa de autarquía, de rearme y de realización de numerosas obras públicas. No hubo en el sistema fascista ni planes quinquenales al estilo soviético, ni cuestionamiento de la propiedad privada ni alteraciones radicales del sistema capitalista más allá de la intervención en el mercado, manteniendo en la práctica el sistema de producción capitalista, aunque bajo la dirección suprema del Estado. Aun así, resultaba evidente que el fascismo procuraba contentar a todas las clases sociales del capitalismo.
Relaciones con la Iglesia: Por último, debemos señalar que las relaciones que mantuvo el fascismo con la Iglesia fueron muy estrechas y ambos firmaron los Pactos de Letrán en el año 1929, por los que el Estado italiano reconocía la soberanía del Papa sobre la ciudad del Vaticano y se le indemnizaba por la pérdida de los Estados de la Iglesia. Por su parte, el Vaticano legitimó la dictadura de Mussolini y permaneció en silencio mientras esta duró.