La Familia en Aparecida: Comunidad de Amor y Vida

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La Familia a la Luz de Aparecida

La familia es comunidad de vida y de amor. La esencia y el contenido de la familia son definidos, en última instancia, por el amor. El documento de Aparecida renueva el llamado a las familias de América Latina y el Caribe para que sean Buena Noticia para el mundo.

La Familia en el Plan de Dios

La familia cristiana está fundada en el sacramento del Matrimonio entre varón y mujer, signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por la Iglesia. Desde esta alianza de amor se despliegan la paternidad y la maternidad, la filiación y la fraternidad, y el compromiso de los dos por una sociedad mejor. Los cristianos creemos que "la familia es imagen de Dios que, en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia". En la comunión de amor de las tres personas divinas, nuestras familias tienen su origen, su modelo perfecto, su motivación y su último destino. Dado que la familia es el valor más querido por nuestros pueblos, debe asumirse la preocupación por ella como uno de los ejes transversales de toda acción evangelizadora de la Iglesia. En toda diócesis se requiere una pastoral familiar "intensa y vigorosa" para proclamar el Evangelio de la familia, promover la cultura de la vida, y trabajar para que los derechos de las familias sean respetados.

Niños, Adolescentes y Jóvenes

Los niños son don y signo de la presencia de Dios en nuestro mundo, por su capacidad de aceptar con sencillez el mensaje evangélico. Jesús los escogió con especial ternura y presentó su capacidad de aceptar el Evangelio como modelo para entrar en el Reino de Dios. Por otro lado, la niñez, al ser la primera etapa de la vida del ya nacido, constituye una ocasión maravillosa para la transmisión de la fe. Los jóvenes y adolescentes constituyen la gran mayoría de la población de América Latina y del Caribe. En su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que Jesús les hace. Como discípulos misioneros, las nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes, sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad.

El Bien de los Ancianos

El respeto y la gratitud hacia los ancianos deben ser testimoniados en primer lugar por su propia familia. La Palabra de Dios nos interpela de muchas maneras a respetar y a valorar a nuestros mayores y ancianos. Incluso nos invita a aprender de ellos, y a acompañarlos en su soledad y fragilidad. Muchos ancianos han dado su vida por el bien de su familia y de la comunidad. Merecen ser reconocidos como hijos e hijas de Dios y a ser queridos, en particular, por la cruz de sus dolencias, la capacidad disminuida o la soledad.

Varón y Mujer

La relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua. Se trata de amortizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es corresponsable, junto con el hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana. La mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad. El varón, desde su especificidad, está llamado por el Dios de la vida a ocupar un lugar original y necesario en la construcción de la sociedad, en la generación de la cultura y en la realización de la historia.

La Familia, Santuario de Vida

El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, también posee una altísima dignidad que no podemos pisotear y que estamos llamados a respetar y a promover. La vida es un regalo gratuito de Dios, don y tarea que debemos cuidar desde la concepción, en todas sus etapas y hasta la muerte natural, sin relativismos. La globalización influye en las ciencias y en sus métodos prescindiendo de los cauces éticos. Los discípulos de Jesús tenemos que llevar el Evangelio al escenario de estas, promover el diálogo entre ciencia y fe, y en ese contexto presentar la defensa de la vida. Este diálogo debe ser realizado por la ética y en casos especiales por una bioética bien fundada. La bioética debe trabajar con esta base epistemológica, de manera interdisciplinar, donde cada ciencia aporta sus conclusiones.

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