Falta un pedazo de cielo

Enviado por Antonio y clasificado en Física

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Un hombre que cuando era pequeño, a los 10 años,  recuerda que le compraron un tren eléctrico de juguete pero que olía muy mal el transformador (por una sustancia química, generada por la electricidad al atravesar el aire, llamada ozono) y que tenía un defecto, despedía una chispa eléctrica que desintegraba los enlaces de las moléculas de oxígeno.

El aire que respiramos tiene un 20% de oxígeno (la molécula 02, que son 2 átomos de oxígeno enlazados) y el oxígeno molecular es el que nos pone en marcha. El ozono es O3 (3 átomos de oxígeno enlazados).

La chispa eléctrica al dividir esas moléculas de oxígeno, estas quedan ansiosas de combinarse y se combinan con una molécula cualquiera (M) que la necesitan para que se llevan a cabo (un catalizador), y por eso el transformador del tren producía ozono.

Así lo hacen también en industrias y coches. En la década de los 20, cuando se rompía un frigorífico, se desprendía gases malolientes y para que no pasase eso se necesitaba un material ni ponzoñoso ni inflamable, que no causara corrosión, ni quemara los ojos, ni atrajese al gato… Y lo inventaron químicos estadounidenses y alemanes, los clorofluorocarbonos (CFC), formado por átomos de carbono unidos a átomos de cloro y flúor. Al poco tiempo se uso para muchos productos (espumas aislantes, disolventes, agentes limpiadores…) y se produjo en grandes toneladas en industrias.

Pero estas moléculas no se destruían tan fácilmente y eliminaban las moléculas de ozono sin eliminarse a sí mismo. Y esto es malo, porque el ozono es lo que nos protege de los rayos de luz ultravioleta del Sol, y actualmente sólo hay 3 milímetros de espesor de esa capa de ozono que nos protege. El que disminuya el grosor de la capa de ozono que nos protege de los rayos ultravioleta es muy peligroso porque aumenta las posibilidades de obtener un cáncer de piel, hay mayor incidencia de cataratas oculares, los rayos afectan más al sistema inmunitario (sistema que combate contra las enfermedades), y las personas de piel clara lo sufren más porque no tienen tanta protección natural.

Otro problema que se nos antoja es el calentamiento global de la Tierra porque inciden más sobre la Tierra los rayos de luz ultravioleta. Pero, estos rayos de luz ultravioleta inciden sobre todo en el océano Antártico afectando mucho a el fitoplancton (algas del mar). Y la destrucción de estas algas colapsa la cadena alimentaria porque son necesarias para pequeños crustáceos. También se podría romper la cadena alimentaria porque con estos rayos de luz ultravioleta podrían poner en peligro las cosechas y el abastecimiento alimentario humano.

En verdad, no sabemos cuánto nos afectaría el seguir destruyendo la capa de ozono y no sabemos qué pasará. Muchos científicos (Rowland y Molina) pedían que se parase de producir clorofluocarbonos que una vez producidos no se podían eliminar de la Tierra, y eliminaban el ozono.

Al poco tiempo vieron que se había reducido casi la mitad del ozono primaveral y, por tanto, saltaron todas las alarmas y se volvió a pedir la prohibición de los CFC. Pero las industrias químicas decían que esto no se producía por los CFC, cosa que se demostró poco más tarde que sí que eran las culpables en mayor medida de esa destrucción del ozono.

Muchas empresas prometieron reducir la producción de envases que tenían CFC, o reducir su producción de CFC… Y se firmó el Tratado de Montreal,  se esperaba que EEUU no lo firmara ya que es el país que más tendrá que cambiar su actuación, el que más le costará… Y gran mérito de que aceptaran ese acuerdo se debe al embajador estadounidense Richard Benedick y a la ministra británica Margaret Thatcher.

Cabe destacar la actuación de la empresa estadounidense DuPont que era una de las empresas que más producía CFC y, por tanto, una de las que más dañaba la capa de ozono.  Pero ha sido una de las que más ha reducido su producción y se ha comprometido a reducirlo aún más.

Más tarde, se consolidó este tratado al firmar otros dos (el de Londres y el de Copenhague) en el que se adhirió la antigua Unión Soviética, China… Se acordó la reducción progresiva de la producción de CFC hasta su total desaparición en el 2000, y luego esperar un siglo para que la atmósfera se limpie del todo.

Pero esto causó otro problema, ¿Con qué se sustituirían los CFC? ¿Existe un material así que no contamine? ¿Es muy caro? ¿Quién pagarás las investigaciones para crearlo? ¿Y si el sustituto causa cáncer?

Actualmente, están siendo temporalmente remplazados los CFC por HCFC que son moléculas similares pero con átomos de hidrógeno. Siguen siendo dañinos para la capa de ozono pero mucho menos y son más caros.

Ha empezado a descender los niveles de cloro y bromo, y la capa de ozono ha empezado una recuperación a largo plazo. Y todo empieza vertiendo alguna sustancia a la atmósfera que no se examina cuánto contamina por ser estudios muy caros y luego pasa a ser un peligro de dimensión planetaria. No somos prudentes ni inteligentes cómo para prever las consecuencias de nuestras acciones. Debemos ser más cuidadosos y menos tolerantes con la contaminación de este planeta. Debe haber más higiene planetaria y observar y entender más el mundo. Debemos pensar y actuar por nosotros y por nuestras futuras generaciones.

“El Protocolo de Montreal y sus enmiendas representan un triunfo y un motivo de gloria para la especie humana”.

En resumen, es una lectura que nos explica cómo está la capa de ozono y la incidencia de los CFC (clorofluorocarbonos) en la destrucción de esa capa de ozono que nos protege de los rayos ultravioletas.

También, destaco la importancia que se  da a resaltar los logros del Protocolo de Montreal y sus enmiendas, que logran reducir la producción de CFC, y por tanto, reducen los daños a la capa de Ozono. Y llama la atención la necesidad de ser más prudentes en prever las consecuencias de nuestras acciones.

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