Factores Clave en la Valoración Actual del Trabajo

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Elementos Configuradores de la Actual Valoración del Trabajo

En la consideración actual del trabajo, de la ética profesional y del sujeto de la misma, confluyen tres corrientes bien diferenciadas:

La Concepción Clásica

En el mundo clásico, el trabajo no gozó de la consideración social que se le reconoce en la actualidad. El trabajo manual o físico era despreciado y tomado como un elemento determinante del bajo rango social de quien lo realizaba. El trabajo correspondía a los esclavos. El ocio era entendido como la única ocupación digna del hombre.

Esta falta de consideración social de lo que actualmente entendemos por trabajo va unida a la desvalorización del sujeto que lo realiza, el esclavo. El trabajo no tenía ninguna valoración social, ni tampoco el sujeto que lo realizaba, que carecía de la condición de persona. La concepción clásica del trabajo pervivirá hasta el comienzo de la Edad Moderna. En esta época se inicia un cambio radical de perspectiva que conducirá a una cierta inversión del planteamiento clásico.

La Visión Moderna

En el pensamiento moderno comienza a valorarse positivamente el trabajo solo en la medida en que es eficaz, en cuanto que produce resultados externos. Nos encontramos ante una consideración instrumental del mismo.

Lo importante, lo verdaderamente valorado, son los resultados de la actividad humana. Llega a considerarse verdadero, bueno o válido aquello que produce los resultados deseados. Este será el parámetro determinante para valorar la actividad laboral.

Este distinto modo de entender la actividad humana implica la progresiva primacía de la poiesis frente a la praxis. Podemos entender por poiesis aquel tipo de actividad que sitúa su fin en un resultado externo, en una determinada cosa o producto. La praxis es aquel tipo de operación cuyo fin es la buena práctica en sí misma.

La mentalidad moderna hace primar elementos como la producción o la eficacia, sobre la dimensión personal del trabajo. Se presupone que la actuación humana debe buscar, no tanto la buena acción en sí (praxis) como el resultado externo o el producto de la misma (poiesis).

Por ello, la concepción moderna priva, progresivamente, al actuar humano de su dimensión más genuinamente personal. En última instancia, la persona pasará a ser definida en función, no de la calidad intrínseca de sus acciones, sino de los resultados o el producto de su trabajo. Es ahora el capital el que ocupa la posición sagrada y preeminente.

La Aportación del Humanismo Social Cristiano

La conciencia de la realidad personal del ser humano y de su actividad, presente desde los orígenes del cristianismo, se acrecentó durante los siglos XIX y XX, y ha llegado hasta nuestros días. En el siglo XIX, la Iglesia Católica, a través de diversos documentos, dio respuesta a los graves problemas sociales que se derivaron del liberalismo extremo, configurando así la concepción contemporánea de la Doctrina Social de la Iglesia. La doctrina contenida en estos textos ha impregnado la consideración actual del trabajo humano.

El núcleo de la concepción cristiana del trabajo podría destacarse en las siguientes notas:

  • Centralidad de la noción de persona.
  • La dignidad de lo personal impregna el actuar humano.
  • El trabajo debe estar al servicio de la persona y sus derechos.
  • El trabajo debe perseguir el bien común.

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