Factores Clave en la Difusión de la Industrialización en Europa
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Los factores de difusión
Los principales factores determinantes de la transferencia del proceso de industrialización a las regiones avanzadas de la Europa continental pueden resumirse en los siguientes: la transferencia de tecnología, la evolución de la población, la exportación de capital, la extensión del comercio y el papel del gobierno.
La nueva tecnología que surgió en Gran Bretaña abrió una brecha entre ella y los demás. En una época generalmente mercantilista, los conocimientos técnicos eran un activo económico importante, y en Gran Bretaña se aprobó una legislación que prohibía la exportación de maquinaria y proyectos, así como la emigración de artesanos cualificados, entre 1781 y 1786. Fueron suavizadas por primera vez en 1824, cuando se permitió de nuevo la emigración de artesanos, y en 1825 un sistema de autorizaciones flexibilizó las demás reglamentaciones. Todas ellas fueron abolidas en 1843.
A pesar de las prohibiciones hubo un tráfico de maquinaria, proyectos y expertos hacia el Continente. Aparte de la literatura científica que podía obtenerse legalmente en Gran Bretaña, los extranjeros obtuvieron información de los nuevos procesos mediante el envío de espías industriales, a través del contrabando de máquinas o proyectos, o contratando expertos británicos, o por la propia emigración de los expertos británicos. Además, una vez iniciado el proceso de cambio tecnológico en las regiones pioneras del Continente, éstas actuaron como centros de difusión de segunda mano hacia las zonas de su influencia.
La industrialización de Europa, como la de Gran Bretaña, tuvo lugar en un contexto de aumento de la población. La población europea pasó de 156 millones en 1750 a 275 millones de personas en 1850. La tasa anual de crecimiento no sólo fue alta, sino que, además, se mantuvo una creciente tasa de emigración al mismo tiempo. El crecimiento demográfico, con grandes diferencias regionales y nacionales, fue el resultado de altas tasas de natalidad y de una reducción de la mortalidad. Al mismo tiempo, se reforzaron los movimientos migratorios. En principio, los hombres se movían dentro de los territorios industriales, como Alsacia, el norte de Francia, Sajonia, Renania o las ciudades textiles del norte de Italia, y se congregaron en las ciudades principales. Pero éstas no podían absorber el aumento total de población que empezó a producirse en el campo, y la crisis de alimentos de mediados de los años cuarenta fue la explosión de la presión acumulada en una oleada de hambre y emigración a ultramar, desde el sudoeste de Alemania, Irlanda, Escocia y, un poco más tarde, Escandinavia. Dos millones y medio de personas abandonaron Alemania entre 1815 y 1870. De 1861 a 1890, alemanes y ciudadanos de Austria-Hungría emigraron en gran cantidad a Rusia, así como al norte y al sur de América. Estos movimientos migratorios fueron el resultado de evidente desequilibrio entre el aumento de la población y las posibilidades de empleo en cada una de las regiones europeas.
Por otra parte, las exportaciones de capital a gran escala comenzaron en el siglo XIX con el desarrollo de la industrialización. Su forma más característica fue la inversión fija en servicios públicos, principalmente ferrocarriles, pero también en muelles, tranvías e instalaciones de gas, agua y electricidad, aunque la inversión en empresas industriales y mineras, en papel del Estado, en bancos y compañías de seguros, e incluso en fincas y plantaciones no era del todo desconocida.
Ese flujo exterior de capitales fue determinado por dos nuevas realidades. En primer lugar, la serie de innovaciones técnicas que generó grandes inversiones iniciales en capital fijo, e inversiones adicionales para su indispensable mantenimiento en condiciones de rentabilidad. En segundo lugar, la desigualdad del desarrollo, la coexistencia de demandas semejantes entre los países que se encontraban en diferentes fases de desarrollo, mientras que el capital para hacerles frente sólo se encontraba disponible en las regiones más adelantadas. Los primeros flujos importantes de capital derivados de la industrialización estuvieron relacionados con los ferrocarriles. El capital extranjero jugó un papel particularmente significativo en la industrialización europea.
Los procesos de industrialización favorecieron un crecimiento extraordinario de las transacciones comerciales entre regiones y naciones. Existió una relación estrecha entre comercio, tecnología y difusión del progreso técnico. La industrialización implicó un crecimiento de la productividad, gracias al empleo de las nuevas tecnologías, que desembocó en una mayor especialización productiva y en un crecimiento del nivel de vida (los salarios tendían a subir). Las diferencias en los precios relativos (condicionadas por la tecnología, los recursos naturales, el capital, o el nivel salarial) entre los diferentes países estimuló el comercio y ayudó a la difusión de la tecnología.
El factor geográfico también jugó un papel importante, porque con los medios de transporte de que se disponía y el control fronterizo en esta etapa, los vecinos más próximos tenían una ventaja inmensa en costes de transporte y posibilidades de contrabando. Los segundos y terceros industrializadores disfrutaron, así, de una significativa protección, debida a la distancia, para sus mercados.
En definitiva, Gran Bretaña estuvo equipando a sus rivales mientras éstos se encontraban en mejor situación que ella, pagando salarios más bajos, para hacer uso de la nueva tecnología. Fue desplazada de los mercados europeos, mientras que las importaciones de los países industrializados constituían el sector de crecimiento más rápido de su propia balanza comercial. En consecuencia, para la Europa interior el comercio fue un importante canal de transmisión del proceso de industrialización.
Por último, destacar que las contribuciones más positivas del Estado se tradujeron a menudo en acciones pequeñas y modestas, como el mantenimiento de exposiciones industriales o la creación de escuelas técnicas. El Estado también colaboró proporcionando un marco legal, “paz interior y seguridad exterior” en cuyo seno la inversión privada recibió estímulo.
La protección arancelaria también fue un factor destacado y concentró un debate permanente sobre sus efectos en el ritmo de la industrialización en los diferentes estados nacionales. Las reducciones arancelarias sobre materias primas o semimanufacturas y los altos aranceles sobre las manufacturas fueron continuamente demandadas al Estado por parte de los empresarios industriales, como medida temporal para acortar la desventaja frente a la manufactura británica.
La introducción de una legislación comercial unificada y con una mayor coherencia interna simbolizó esta contribución positiva de los gobiernos al progreso económico. A esto hay que añadir los movimientos de unificación de Alemania e Italia, que crearon grandes mercados internamente libres.
El Estado también jugó un papel importante en la construcción de los ferrocarriles ya que las líneas tuvieron el carácter de concesiones estatales, y además proporcionó privilegios y subvenciones a las empresas concesionarias. En líneas generales, las líneas se construyeron primero donde se las demandaba, pero los tramos de la red planeada que se bifurcaban hacia regiones sin un tráfico adecuado absorbían un capital disponible que podía haberse utilizado mejor en otras partes y cuyo servicio tenía que alimentarse mediante impuestos.