Fábulas Clásicas: Reflexiones sobre la Vida, la Suerte y la Moral

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Los Pescadores y el Atún

Unos pescadores salieron a pescar. Después de mucho tiempo sin éxito, se desanimaron y se disponían a marcharse. De repente, un atún, perseguido por peces más grandes, saltó a su barca. Los pescadores, habiéndolo capturado, se marcharon con alegría.

Moraleja: Muchas veces, las cosas que la técnica no proporciona, la suerte las regala.

El Anciano y la Muerte

Un anciano, después de cortar madera y cargarla, recorría un largo camino. Debido al cansancio, dejó la carga y llamó a la muerte. Cuando la muerte apareció y le preguntó por qué la llamaba, el anciano respondió: "Para que me ayudes a levantar la carga".

Moraleja: Todo hombre ama la vida, aunque sea muy desgraciado.

El Abeto y la Zarza

Una encina y una caña discutían sobre su fuerza. Cuando llegó un fuerte viento, la caña, agitándose e inclinándose a los soplos de este, evitó ser arrancada. La encina, resistiendo con todas sus fuerzas, fue arrancada de raíz.

Moraleja: No es necesario disputar u oponerse a los más fuertes.

El Homicida

Un hombre, después de haber matado a otro, era perseguido por los familiares de la víctima. Al llegar al río Nilo, un lobo le salió al encuentro. Asustado, se subió a un árbol que se encontraba junto al río y se escondió. Al ver una víbora que subía hacia él, se arrojó al río. Un cocodrilo lo recibió y lo devoró.

Moraleja: Para los malditos, ni la tierra, ni el aire, ni el agua son seguros.

El Sol y las Ranas

En verano, se celebraban las bodas del sol. Todos los animales se alegraban por esto, y las ranas también se regocijaban. Una de ellas dijo: "Oh insensatas, ¿de qué os alegráis? Si el sol, siendo uno solo, seca todas las charcas, y si al casarse engendra un hijo semejante a él, ¿qué mal nos espera?".

Moraleja: Muchos de los que tienen el entretenimiento más ligero se alegran por hechos que no tienen gracia.

La Perdiz y el Cazador

Un hombre, después de cazar una perdiz, quería sacrificarla. La perdiz suplicaba que la dejara ir y prometía proporcionarle muchas otras perdices. El cazador respondió: "Por esto mismo te sacrificaré, porque quieres tender trampas a tus congéneres".

Moraleja: Los que traicionan, ellos mismos caen en la trampa.

El Labrador y la Serpiente

Un labrador, en invierno, encontró una serpiente congelada bajo el hielo. Compadeciéndose de ella, la recogió y la puso bajo su seno. La serpiente, al calentarse y recuperar su naturaleza, hirió a su benefactor y lo mató. Este, al morir, decía: "Padezco lo justo por haberme compadecido del malvado".

Moraleja: Las maldades son inevitables, aunque sean tratadas con mucha humanidad.

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