El Éxtasis de Santa Teresa de Bernini: Obra Cumbre del Barroco

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El Éxtasis de Santa Teresa de Bernini

El Éxtasis de Santa Teresa se trata de una obra maestra del arte barroco realizada por el artista Gian Lorenzo Bernini entre 1647 y 1651, por encargo del cardenal Federico Cornaro en Roma. Bernini fue un artista italiano completo: escultor, pintor, decorador, urbanista y arquitecto.

El encargo consistía en remodelar el brazo izquierdo del transepto de la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma. Esta iglesia era de la orden de los carmelitas, a la que había pertenecido Santa Teresa, canonizada poco antes, en 1622. Con este encargo, Bernini posiblemente vio la ocasión de demostrar su valía como escultor.

Descripción de la Obra

El Éxtasis de Santa Teresa es un grupo escultórico de bulto redondo. Representa a dos figuras en el interior de un retablo transparente. Las dos figuras se comunican entre sí a través de sus movimientos: una está levantada y la otra yace recostada a sus pies.

La capilla Cornaro es una explosión de mármol y metal, blancos y dorados, que llenan la composición. La combinación de materiales que el artista utiliza permite un juego de contrastes muy afín a la tipología del momento. La piedra dura y fuerte del mármol consigue la sorprendente sensación de ligereza por ese cerco de nubes en el que se eleva la santa, y también ayuda la combinación de rayos dorados que permiten la impresión de ascensión de las esculturas en un marco abierto.

El mismo contraste se puede vislumbrar entre la suavidad del cuerpo del ángel, con la dureza de pliegues quebrados de la santa, que no se sabe si cae o se incorpora sobre la algodonosa y blanda nube.

La cúpula tiene frescos con un cielo de trampantojo, repleto de querubines, y con la luz descendente del Espíritu Santo representado en forma de paloma. La luz es otro de los efectos escenográficos buscados en esta composición. Hay una ventana en la parte superior que ilumina de forma clara los rayos dorados, consiguiendo un contraste de luces y sombras entre estos y las dos figuras que quedan en una semioscuridad propiciada por la capilla. Estos contrastes resaltan el sensible momento que se vive.

La Experiencia Mística y la Teatralidad

Bernini trata de que los fieles que observan la obra participen de la pasión de la santa. Por eso, toda la obra se representa como una escena teatral, muy propia del Barroco. Solo de frente podemos contemplar el milagro que allí tiene lugar. Se muestra un instante de éxtasis religioso.

Bernini escoge el momento en que el ángel saca la flecha del pecho de la santa y muestra el arrebato de sentimientos en la mujer que se debate entre el dolor y el placer. Bernini consigue complementar la arquitectura con la escultura en una sola composición. El conjunto escultórico y la capilla están unidos de tal forma que no puede apreciarse el arrebato de la santa sin contemplarlo en un todo.

La propia composición de líneas cruzadas del Barroco marca el momento dramático entre la santa en la parte inferior de la composición y el ángel en la superior. A través del movimiento de estas figuras, Bernini consigue resumir todos los elementos propios de la escultura barroca.

Perfección Técnica y Sentimiento

La perfección técnica de la obra es incuestionable. Los rostros de los representados buscan el máximo del sentimentalismo en la acción. El ángel mira a la santa con alegría y satisfacción. Pero la santa alcanza el paroxismo cuando a través de ella se contempla la vehemencia del momento.

Con la boca entreabierta, los ojos entornados y la mano al corazón, el espectador es llevado de la mano de Bernini a participar en la emocionante escena.

Contexto y Comparaciones

Ya Bernini demostró su valía como retratista con el Busto de Constanza Buonarelli, donde destaca el naturalismo de la ejecución, pero quizás la obra que más nos recuerda a esta que nos interesa es la que Bernini realizó de la Beata Ludovica Albertoni, que murió en arrebato místico en Roma.

El Barroco es un estilo artístico que durante mucho tiempo se consideró decadente y de poco mérito al compararlo con su antecesor, el Renacimiento, y su sucesor, el Neoclásico. El siglo XIX da un vuelco a esta interpretación. Obras como el Éxtasis de Teresa de Jesús enseñaron la maestría del momento y la genialidad del artista.

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