Explorando Significado, Arte y Metafísica: Una Perspectiva Filosófica
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Signo, Señal y Símbolo
El filósofo alemán Ernst Cassirer (1874-1945) define el ser humano como un animal simbólico: a base de símbolos, vamos construyendo un universo propio que trasciende el mundo físico, en el que habita el resto de los animales. Este universo simbólico, poblado por las diferentes culturas, lenguajes, mitologías, artes o religiones, se acaba convirtiendo en el verdadero hogar del ser humano. Saludar, expresarnos de forma artística, educar, investigar... cualquier actividad la realizamos simbólicamente. Pero,
¿qué es exactamente un símbolo?
Como expresa Cassirer, todos los animales asocian una percepción sensorial -un estímulo- con una determinada información en la que apoyan sus respuestas. Esta asociación está basada en un signo: si un perro mueve la cola, respondemos con una caricia, porque sabemos que está contento. La posición de su cola es el significante (lo que percibimos) y el hecho de que esté contento es el significado (la información representada). Hay dos tipos de signos en función de cómo se atribuye esta información:
- Señal: la asociación entre el significante y el significado es natural y estable.
La comunicación animal se construye con este tipo de signos.
- Símbolo: la asociación entre el significante y el significado es artificial y depende de cada cultura, época, etc. Es exclusivo del ser humano y se convierte en el instrumento con el que conocemos la realidad, construyendo significados humanos nuevos de las cosas (arte, lenguaje, religión...) que solo se comprenden dentro de un sistema simbólico.
El Significado del Arte
La estética es la reflexión filosófica sobre el arte: qué hace que algo sea arte, qué emociones nos produce, si el arte consiste en expresar la belleza y cuál es la función social que este posee.
Arte significaba «producción»: eran artistas tanto el zapatero como la pintora o el poeta. Con el tiempo se introdujo la diferencia entre arte y técnica, que es la fabricación de objetos con finalidad exclusivamente práctica o utilitaria. Con el Renacimiento comenzamos a tener conciencia de una actividad original y creativa.
En el siglo XVIII se popularizó el término bellas artes, que agrupaba las seis principales disciplinas artísticas: literatura, pintura, música, arquitectura, escultura y danza.
A ellas se unió en el siglo XX el «séptimo arte», el cine. En la actualidad, esta clasificación se enriquece con nuevas manifestaciones artísticas: se mezclan distintas artes y se crean nuevas formas artísticas, como la performance o el videoarte, que ponen el énfasis en la acción del espectador.
La estética filosófica ha visto en el arte una forma de expresión con la que se puede acceder al conocimiento y la verdad. La literatura, por ejemplo, es el medio de expresión del pensamiento filosófico, especialmente a través del ensayo. Figuras como Cervantes o los autores de la generación del 98 muestran una preocupación por el ser humano y la verdad; así, Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset o María Zambrano consideran que lo fundamental del pensamiento español está recogido en nuestra literatura.
La música está cargada de fuerza emotiva y de fantasía, y nos acerca a lo irracional.
Esa irracionalidad o voluntad para Schopenhauer era una fuerza ciega, un deseo inagotable, fuente de un dolor vital que solo se cura parcialmente con la música.
También para Nietzsche la música expresaba el fondo irracional de la vida, lo dionisíaco, frente al equilibrio de la escultura, la armonía apolínea, y era tan necesaria que «sin música la vida sería un error».
En las artes escénicas, especialmente en el teatro, que etimológicamente significa 'mirar y comprender', se abordan dilemas filosóficos, poniendo en escena el drama o la tragedia de la condición humana: la tragedia griega o las de Shakespeare, la dualidad entre apariencia y realidad en Calderón de la Barca o el sinsentido en el teatro del absurdo y el existencialista.
Las artes plásticas y visuales también expresan una forma de ver el mundo y hay artistas cuyas obras son testimonios metafísicos y metáforas visuales, como las pinturas surrealistas de Leonora Carrington y Salvador Dalí, o las esculturas de Constantin Brancusi y Meret Oppenheim.
La Belleza Clásica
En la Grecia clásica se desarrolló la primera gran teoría estética, según la cual la belleza está en las cosas y se consigue mediante un juego armónico de proporciones: un rostro simétrico, un paisaje con una buena perspectiva... Esta teoría, que hoy conocemos como belleza clásica, tenía una justificación matemática: en la escultura, por ejemplo, la proporción se aplicó al cuerpo humano a través del canon, que ponía en relación el tamaño de la cabeza con el resto del cuerpo, como el canon de siete cabezas de Policleto, que dotó a la escultura de enorme belleza. El canon presidió la escultura antigua de Fidias, Policleto o Mirón y la renacentista de Donatello o Miguel Ángel.
Los filósofos clásicos defendieron este modelo. Para Platón la conservación de la proporción es siempre algo bello; según Aristóteles, el orden, la proporción y la precisión son las formas de la belleza. Este concepto resurgió con fuerza en movimientos como el Renacimiento o el Neoclasicismo.
- El artista como imitador y como mensajero de la divinidad:
En un principio, el trabajo artístico era similar al del artesano, que se consideraba que tenía habilidades aprendidas pero ninguna capacidad creativa que lo distinguiera de los demás. Aristóteles entiende la obra de arte como mímesis, como una imitación o reproducción de la realidad, por lo que el ideal de la obra es la fidelidad con el original, para que quien la observa crea que lo representado es real. Además, el artista debe corregir los defectos de la naturaleza y aspirar a la perfección: no solo copia la realidad, sino que la mejora. Esta concepción de la belleza como fiel copia y mejora del original la encontramos en las obras de Leonardo, Rafael, Botticelli, Durero, Plautilla Nelli, Sofonisba Anguissola, Tiziano o Lavinia Fontana.
Con esta concepción del arte convivía la idea de que los poetas eran mensajeros de la divinidad. Homero y Hesíodo afirman que las palabras que recitan no son suyas, sino que ellos son mediadores inconscientes de la divinidad. Así pues, el poeta habla como en un estado de trance, capaz de contagiar a los oyentes una belleza divina inspirada por las musas.
- El arte como acercamiento al bien y la purificación:
Los pitagóricos consideran que el arte puede influir en el carácter de las personas. Para Platón, que identifica la belleza con el bien, toda obra artística debe juzgarse desde un punto de vista moral. El arte debe tener una función educadora y estar al servicio del bien de la comunidad. Por eso, propone censurar obras que representen el vicio y puedan corromper a los ciudadanos. Por su parte, Aristóteles analiza el papel de la música y del teatro como catalizadores de las pasiones: con ellos, el público experimenta las emociones que están reflejadas en la obra y esto produce en él una purificación o catarsis, que permite disfrutar de fuertes pasiones de forma socialmente aceptada, como ocurre en la tragedia de Sófocles Edipo Rey, en Las troyanas, de Eurípides, o en Hamlet, de Shakespeare.
La Belleza Moderna
El siglo XVIII supuso el cambio hacia un concepto subjetivo de belleza: es comprendida como algo emotivo y que puede, y debe, ser educado, creándose el gusto estético, de enorme variedad. Kant considera que los juicios estéticos pretenden ser universales; por eso, al decir que algo es bello, asumimos que cualquier persona opinaría lo mismo.
En el siglo XIX la belleza clásica entró en crisis. Para el Romanticismo la belleza no es algo racional y matemático, sino la expresión de las emociones más profundas del alma de un artista inspirado. Aparece el concepto de lo sublime, un sentimiento que «supera» la belleza, que sobrecoge y sobrepasa nuestras capacidades, ante la contemplación de la fuerza de la naturaleza, como ocurre con la pintura de Friedrich o la música de Beethoven.
- El artista como genio y ser atormentado:
A partir del Renacimiento, y especialmente en el Romanticismo, se considera al artista como un genio, es decir, como una persona que posee por naturaleza cualidades especiales para el arte. El artista debe tener dos talentos: uno racional, para aprender las técnicas y habilidades propias del género, y otro creador, que es una disposición natural a crear nuevas normas o técnicas que aplicar a sus obras; el filósofo alemán Schelling los denominó, respectivamente, «el arte», lo que se puede alcanzar por aprendizaje o ejercicio, y «la poesía en el arte», un don libre e innato que convierte al poeta en un genio. A partir del Romanticismo se popularizó también una visión del artista como un ser torturado por un dolor inmenso, que alimenta su propia creatividad y se expresa en su arte.
Esta idea ha llegado hasta el presente y tiene exponentes muy reconocidos como Van Gogh, Frida Kahlo o Basquiat.
- El arte como expresión:
El Romanticismo recalca el arte como modo de expresar emociones. Para Hegel la belleza es la apariencia sensible de una idea que evoluciona desde el misterio de los dólmenes y las pirámides, tomando forma de cuerpo humano en la escultura grecorromana y llegando a desbordar cualquier forma como expresión pura en la poesía y en la música románticas. La Novena sinfonía de Beethoven, La balsa de la medusa de Géricault, con dramatismo, y las Pinturas negras de Goya son buenos ejemplos de ello. Esta importancia expresiva la conservan corrientes contemporáneas como el impresionismo, que recoge la realidad bajo la impresión que producen a la vista la luz y el color, como muestra la pintura Impresión, sol naciente, de Monet (que da nombre al movimiento), o el expresionismo, que busca la expresión de los sentimientos y emociones del autor más que la realidad objetiva, como sucede con El grito de Munch.
La Fragmentación del Arte en la Actualidad
A partir de finales del siglo XIX, se impone la idea de que lo importante en una obra de arte es la experiencia estética que produce. Esta idea lleva al poeta Apollinaire a afirmar que a los artistas les gusta tanto la fealdad como la belleza. Nietzsche defiende que el valor del arte no está en provocarnos placer sino en hacernos entender qué es la vida, y para Marx es un instrumento ideológico, símbolo de poder y de riqueza, mediante el cual las clases dominantes configuran nuestra visión del mundo.
El cuestionamiento del contenido y de la idea tradicional de belleza crea nuevas corrientes expresivas, como el surrealismo de Dalí, Magritte, Miró, Oppenheim, Kahlo, Mallo; las corrientes de tipo formalista, que valoran sobre todo la forma, representada, por ejemplo, por la pintura de Mondrian o Klee; el cubismo de Picasso, el arte abstracto de Pollock, Frankenthaler o Krasner y el pop art de Warhol.
- El artista en la sociedad de masas:
En el siglo XX se produce un conflicto en torno al carácter original de la obra de arte con la irrupción de artes como el cine o la fotografía, creadas expresamente para ser reproducidas en la sociedad de masas. El filósofo alemán Walter Benjamin utilizó el concepto de aura para referirse a aquello que una obra de arte auténtica tiene de único y singular, que es imposible de reproducir. Para él, las actuales obras pueden copiarse, convirtiéndose en productos de consumo masivo y fugaz, en un espectáculo de masas. Es decir, la producción en serie, propia de las sociedades industriales, ha conquistado también el mundo del arte. La mercantilización del arte y su repetición estropean el aura, y con ello el propio arte. Pintores como Warhol o
Lichtenstein han reflexionado sobre este tema.
- El arte, ¿fin en sí mismo o instrumento crítico?:
Las teorías estéticas han tomado dos caminos opuestos. Por una parte está la concepción del arte por el arte, que lo considera un «fin en sí mismo», por lo que solo debe estar al servicio del goce estético. Un ejemplo actual de esta visión es la obra de Damien Hirst. Por otra parte, se considera el arte como instrumento de crítica y transformación social.
Para el pensador de la Escuela de Fráncfort Theodor Adorno, el arte se ha convertido en una forma de consumo en las sociedades capitalistas: usamos la cultura para manipularnos y homogeneizarnos. Por eso diferencia entre el arte masificado, que nos entretiene con un producto cultural estandarizado y manufacturado, que pretende vender lo más posible y que nos convierte en individuo-masa; y el arte auténtico, que es capaz de expresar el dolor de la humanidad y no se deja instrumentalizar por el poder, cuestionándolo y enfrentándose a él.
Lenguaje y Pensamiento
La relación entre el lenguaje y el pensamiento, tema que aborda la psicología, ha sido objeto de análisis en el siglo XX y estas son las principales respuestas que se han dado.
- El lenguaje determina el pensamiento. Esta idea sostiene que el lenguaje es una forma de expresar la realidad, de entenderla e interpretarla; una manera propia de ver el mundo. La llamada hipótesis Sapir-Whorf (extraída de los escritos del lingüista estadounidense Benjamin Whorf, quien atribuye la idea a su profesor Edward Sapir) expresa que los hablantes de lenguas distintas viven, hasta cierto punto, en mundos distintos y perciben realidades distintas.
- El lenguaje es el resultado del pensamiento y de la interacción social. Esta idea ha sido defendida por la corriente cognitivista. Para el psicólogo suizo Jean Piaget y la escuela de Ginebra, el pensamiento es previo al lenguaje y se activa a partir de la experiencia de la niña o el niño: la acción infantil conceptualiza el mundo y, posteriormente, lo representa gracias a su simbolización, en la que aparece el lenguaje. Para Lev Vygotsky, Alexander Luria y la escuela rusa, pensamiento y lenguaje se entrelazan en la interacción social, en la que se estructura y organiza el comportamiento de forma lingüista.
También el psicólogo austriaco Josef Breuer cree que el lenguaje es el resultado conjunto de nuestras facultades cognitivas y del entorno (familia y cultura). - Tenemos una capacidad innata para el lenguaje, una gramática universal, es decir, una estructura para poder asociar sonidos y significados conforme a reglas inconscientes y automáticas y desarrollar la competencia lingüística. Para el lingüista y filósofo estadounidense Noam Chomsky, en la niñez activamos un dispositivo de adquisición del lenguaje, con un «diccionario mental», unas etiquetas con significados y la capacidad para manejar sonidos. Las ideas de Chomsky continúan teniendo vigencia en la llamada biolingüística, defendida por el psicólogo y lingüista canadiense Steven A. Pinker
Definición de la Metafísica como Disciplina
El término"metafísic" viene del griego meta-physis, que significa “después de lo físic" o"más allá de la naturalez", y fue acuñado por el filósofo griego Andrónico de Rodas (siglo I a. C.), un discípulo de Aristóteles que se encargó de ordenar los escritos de su maestro. Aunque metafísica es una palabra abstracta y difícil de entender, en realidad, Andrónico solo aludía con ella al orden en el que había colocado los libros aristotélicos: primero, los apuntes sobre poética; luego, los de biología, medicina, física..., y, después de la física, una serie de escritos de filosofía general a los que Andrónico solo se le ocurrió titular como"el libro que viene después del libro de la físic". Aunque Andrónico fue poco poético y original, lo cierto es que el término tuvo éxito, ya que con él nos referimos a la rama de la filosofía que va más allá de lo físico al buscar el fundamento último de la realidad, al que los griegos llamaban “el ser”. El concepto de ser es el más general de todos los conceptos, puesto que abarca toda la realidad. Todo cuanto hay es ser. Por tanto, podemos concluir que la metafísica estudia los principios últimos de la realidad.
La metafísica se pregunta qué es la realidad y el tipo de respuestas que aporta afecta al sentido que tiene cuanto nos rodea. Los temas que aborda la metafísica tienen que ver con tres dimensiones distintas de lo real, por lo que sus estudios se suelen dividir en estas ramas: ontología, el estudio del ser en general; teología, el estudio de Dios; y cosmología, el estudio del mundo físico en su conjunto.
Las Respuestas de la Metafísica en la Historia
A lo largo de la historia, las respuestas a las grandes preguntas han ido cambiando. Hablar de la historia de la filosofía es hablar de la evolución de las ideas; es comprender el proceso por el que determinadas formas de entender el mundo se han ido modificando. En la historia de la filosofía son constantes los debates desde posturas contrarias.
Edad Antigua
Dualismo Platónico: la Idea frente a la Materia
Platón (427 a. C.-347 a. C.) se encuentra con la disyuntiva de dos metafísicas antagónicas: la que afirma que el principio más importante es el ser, al cual se llega a través de la razón, y otra que es dinámica y está ligada a la materia. Platón determina que existen dos mundos: uno con las características que proponía Parménides acerca del ser y el otro con el dinamismo que describía Heráclito. Al ser dos realidades (dos principios) las que definen el mundo, estamos ante un dualismo ontológico.
- Mundo de las Ideas o mundo inteligible: las Ideas son realidades independientes del mundo físico. Para Platón, son las únicas realidades posibles ya que de ellas deriva el mundo físico. Las ideas son los modelos de las cosas del mundo. Es lo real, el ser, lo verdadero.
- Mundo sensible: es un mundo de apariencias, de sombras. Es el lugar donde se da el cambio y el movimiento y, por tanto, no puede darse verdadero conocimiento. Las cosas son tan solo copias del otro mundo: participan de las ideas, de los objetos reales (sin ellos no podrían ser sombra de nada).
Hilemorfismo Aristotélico: la Idea unida a la Materia
Aristóteles fue el primero en proponer que el ser puede ser entendido como sustancia (necesaria) o sus accidentes (contingentes). Su teoría se denomina hilemorfismo, (de hyle, 'materia', y morfe, 'forma').
Sostiene Aristóteles que existen la materia y la forma como elementos constitutivos de las sustancias que componen el mundo; lo que para Platón eran las ideas, eso estático que define y permite conocer, Aristóteles lo llama formas. Para él, este es el único mundo que existe; no existe materia sin forma ni forma sin materia, son inseparables.
Edad Media
últimos punto".
(Porfirio, Isagogé.)
Aristóteles intentaba encontrar cuáles son los modos de ser o categorías, las formas en las que se puede decir que algo es. Para él, el modo de ser fundamental es la sustancia, el ser individual, pero el ser también se puede decir como cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, etc. La obra Isagogé (palabra que en griego significa 'introducción') del pensador tardorromano Porfirio (232-304 d. C.) es un pequeño tratado planteado como introducción para ayudar a comprender las categorías de Aristóteles, que fueron un tema fundamental en el desarrollo de la lógica medieval.
El texto de Porfirio plantea el conocido problema de los universales, cuya naturaleza es objeto de polémica en la filosofía medieval. Los universales se refieren a los géneros y las especies a las que pertenecen los seres y las cosas, y la polémica consiste en determinar si las ideas (universales)
existían en una realidad aparte, si existían en las cosas físicas o si, por el contrario, eran meras palabras para nombrar y clasificar las cosas particulares. Estos tres planteamientos constituyen las principales posiciones en este debate:
- Realismo exagerado: Los universales existen: las ideas son «reales» y, además, son la esencia de las cosas particulares, que no podrían existir sin ellas. Existen en una realidad aparte del mundo sensible y son independientes de las cosas. Esta concepción platónica fue adaptada al cristianismo por Agustín de Hipona, con su teoría del ejemplarismo: las esencias o ideas ejemplares existen en la mente de Dios, quien crea a partir de ellas la realidad, dotando a los seres de existencia.
- Realismo moderado: Las ideas existen, pero no de manera independiente o separada de las cosas, sino formando parte de las sustancias. Son las «formas» de las cosas, según Aristóteles. Esta teoría fue defendida por Tomás de Aquino, para quien los universales están en las cosas «en potencia». Cuando el entendimiento descubre esa forma o idea mediante el proceso de abstracción, la actualiza, por lo que las ideas alcanzan su plenitud al ser pensadas.
- Nominalismo: Los universales son meras palabras, «sonido y vibración del aire»: para el nominalismo solo existen las cosas individuales. El representante más destacado de estos postulados fue Guillermo de Ockham, para quien los conceptos universales solo están en la mente, permitiéndonos conocer las cosas y hablar de ellas; esto es el conceptualismo. Podemos conocer lo particular porque las palabras tienen significado, es decir, capacidad para nombrar muchos individuos. Podemos conocer lo particular porque las palabras tienen significado, es decir, capacidad para nombrar muchos individuos.
Kant: ¿Qué es el Mundo más allá de Nuestra Forma de Verlo?
Immanuel Kant (1724-1804) recoge todos los problemas de su época acerca del conocimiento y trata de responder sobre cuáles son sus límites.
Afirma que, como seres humanos, tenemos unos filtros a la hora de conocer y con ellos dotamos de forma a los objetos, de tal manera que hay una barrera entre el mundo y nosotros. Así, cabe diferenciar entre el noúmeno y el fenómeno:
- Noúmeno es la cosa en sí, lo que hay fuera de nosotros. Nunca podremos conocerlo porque siempre miramos con nuestras capacidades, con nuestra razón, que es limitada.
No podemos alcanzar una verdad absoluta.
- Fenómeno es lo que sí podemos conocer, lo que percibimos y el concepto mental que construimos una vez hemos puesto nuestros filtros (la forma). Kant señala que no sabemos concebir ninguna sustancia sin ponerla en un tiempo y un lugar.
Edad Contemporánea
Filósofos de la Sospecha
A partir del siglo XIX, varios pensadores sostuvieron que la razón no es todopoderosa, que lo importante son los cambios y que lo que verdaderamente tiene importancia es lo material, rompiendo con toda la tradición metafísica anterior, que era dualista e idealista. Estos pensadores sospechan que la realidad no es tal y como la explica la metafísica, sacando a la luz lo que estaba oculto.
Karl Marx (1818-1883) propone el materialismo histórico. Para él, lo material condiciona lo ideal y no al revés. Las ideas son vistas como ideología, es decir, como el conjunto de creencias que la clase social dominante impone en una época histórica y que generan el Estado, la religión, las leyes... La teoría marxista distingue dos conceptos fundamentales para explicar cómo se organiza la sociedad: infraestructura y superestructura.
Por su parte, Friedrich W. Nietzsche se opone a la idea de dualidad ontológica y al poder de la razón, proponiendo hacer una transvaloración, esto es, poner el valor donde antes no lo estaba. Mientras que con las ideas platónicas y cristianas el valor se había puesto en las ideas-Dios, en ese elemento externo a nuestro mundo, él sostiene que lo que ahora debemos hacer es darle valor a lo que realmente sucede en este mundo.
Nietzsche intenta poner en primer lugar la vida y no a Dios para, así, traer ante nosotros el vitalismo como nueva filosofía. Para este filósofo hay que vivir una vida terrenal, sin obligaciones impuestas, porque no hay otra más allá que nos obligue a nada. Toda la metafísica ha estado tan preocupada por el más allá que ha olvidado el más acá; hay que poner en valor la vida emocional y terrenal que tenemos aquí y ahora, por lo que considera que no podemos seguir creyendo en Dios.
Con la"muerte de Dios» terminan los absolutos, las ideas (como verdad o bien)
que daban sentido al mundo. Nietzsche quiere acabar con la antigua metafísica, con todo lo que está"más allá de lo físico». Sin estos absolutos aparecerá una falta de sentido, un vacío, una nada a la que enfrentarnos: el nihilismo. Pero Nietzsche nos propondrá crear nuestra propia significación y nuestra propia vida en esa nada.
Finalmente, Sigmund Freud (1856-1939) señala que la razón y lo consciente no es lo único que nos mueve. Saca a la luz el inconsciente, como ese motor que permanecía oculto, para explicar qué significa realmente ser humano.