Explorando el Puntillismo y la Evolución del Paisaje Pictórico: Del Romanticismo al Impresionismo
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Componentes del Puntillismo
Los componentes cromáticos del puntillismo son:
- El color local de cada objeto (el color que tomaría a la luz blanca y visto de cerca).
- La parte de la luz coloreada que se refleja sin alteración sobre la superficie.
- La pequeña parte de la luz coloreada que es absorbida, en parte, por la superficie y se refleja modificada.
- Los reflejos que proyectan los cuerpos que están cerca.
- Los colores complementarios ambientes.
Todos estos constituyentes cromáticos se aplicaban con toques de pinceladas separadas y yuxtapuestas, esperando que se mezclasen en la retina del espectador, consiguiendo así el efecto que querían provocar: la mezcla óptica, que permitiría ganar luminosidad respecto a la mezcla de los pigmentos en la paleta. En la práctica, esta mezcla no funcionaba a la perfección porque los diferentes tonos se fusionan a diferentes distancias, lo que hace imposible una mezcla óptica simultánea y global de los colores de una pintura. Seurat pintaba sus grandes composiciones en un estudio sin distancia suficiente para retroceder y comprobar la mezcla óptica mientras trabajaba.
También llegaron a recibir otro nombre, el de puntillistas, que no les gustaba, por su ejecución con pinceladas en forma de punto. Con estas pinceladas, querían normalizar las dimensiones de la pincelada, reduciéndola a una especie de 'unidad atómica constante', es decir, similar a una pincelada digital y numérica que permitía dosificar con exactitud las proporciones de los componentes cromáticos.
El laborioso y lento proceso de ejecución, la falta de sustancia de la materia pictórica o la ausencia de expresión no parecían inconvenientes a Seurat y Signac, los dos artistas más destacados.
Evolución del Paisaje como Género Pictórico
Del Romanticismo al Impresionismo
El paisaje, considerado un género menor en la pintura clásica, cobró una importancia excepcional a partir del Romanticismo, convirtiéndose en el tema pictórico más relevante. Según fue transcurriendo el siglo XIX, se multiplicaron los paisajistas. Aunque la importancia del paisaje como género no disminuyó, sí cambió por completo la interpretación y su forma de representación pictórica. Para el pintor romántico, la naturaleza era divina; cuando se enfrentaba a ella no le interesaba tanto lo que físicamente veía sino lo que emocionalmente sentía.
La enorme proliferación del paisaje en el Romanticismo es un síntoma de la nueva relación que establece el artista con su entorno natural, con una Naturaleza asociada al estado de ánimo (melancólica, triste, tétrica, turbulenta...). En el Romanticismo alemán, el paisaje se convirtió en un nuevo lenguaje de formas visuales que permitirían al artista y al espectador advertir la presencia de Dios en el mundo natural. Friedrich exalta lo sublime, lo divino en la Naturaleza.
Frente a este paisaje poco real, va surgiendo otro que no solo da una visión más natural de la naturaleza sino que también despoja a la escena de todo simbolismo y lo convierte progresivamente en un tema insignificante, sin contaminación literaria, como medio para explicar valores plásticos. De aquí, la importancia del paisaje en el desarrollo del arte moderno anterior a las vanguardias del siglo XX, cuyo formalismo se apoyó en el legado del Impresionismo, un movimiento esencialmente de paisajistas.
Antes de los impresionistas, el paisaje realista de la Escuela de Barbizon y de los pintores de la Escuela de Le Havre y de Provenza constituye el eslabón fundamental, junto a la figura de Corot, que sirve de enlace o síntesis entre la desaparecida tradición del paisaje clasicista, la del realista-naturalista y la del contemporáneo.
El grupo de pintores instalados en la pequeña aldea de Barbizon, junto al bosque de Fontainebleau, querían vivir en directo la naturaleza para pintarla también directamente a mitad de la década de 1840. Con Rousseau como jefe de grupo, eran contrarios a las enseñanza clasicista y a la idealización romántica. Iniciaron la costumbre de pintar sobre el motivo, directamente del natural, que se impondría años después entre los impresionistas.