Explorando el Pensamiento Utópico: De la Insatisfacción a la Emancipación

Enviado por Chuletator online y clasificado en Filosofía y ética

Escrito el en español con un tamaño de 17,12 KB

Características del pensamiento utópico: Insatisfacción y emancipación: Las utopías en las que se nos describe el funcionamiento de una sociedad perfecta nos hablan de una profunda insatisfacción. El utopista imagina una sociedad perfecta porque el mundo en que vive le parece injusto y cruel. “Ahí tienes un gran número de gente de la nobleza que, no contentos con andar ociosos como zánganos a costa del trabajo ajeno, esquilman a sus colonos hasta la médula subiéndoles la renta de sus tierras” (Moro, Utopía). Esta insatisfacción no le lleva a la resignación. Por el contrario, confía en las posibilidades del ser humano de construir un mundo donde acaben los sufrimientos, las desigualdades, las injusticias.

Conocimiento de la realidad: No se puede proponer un mundo alternativo sin conocer adecuadamente el mundo real. Este diagnóstico de lo que funciona y lo que no funciona del mundo real le permite seleccionar qué aspectos corregir y qué elementos conservar. En las utopías no encontraremos soluciones fantásticas, sino propuestas racionales que permitan con los elementos disponibles en cada tiempo superar los problemas existentes. La utopía siempre es hija de su tiempo. El utopista quiere transformar el mundo real proponiendo alternativas realizables. Ahora bien, esos cambios no pueden esperar. El utopista no quiere esperar a cambios progresivos. Quiere el futuro mejor ya.

Funciones del pensamiento utópico: El pensamiento utópico posee una función crítica, puesto que no acepta que la realidad sea inevitable. Diagnostica los problemas y busca sus causas. Además, posee una función liberadora porque pretende “liberar” al ser humano de los sufrimientos e injusticias que padece en una sociedad mal organizada. En este sentido, nos incita a la acción y nos hace asumir nuestra responsabilidad en la tarea de transformar la realidad para mejorarla.

La República de Platón: La teoría política de Platón establece una correspondencia entre cada hombre particular y la ciudad. Cada ser humano posee tres almas (cada uno en diferente proporción):

  • Alma concupiscible o apetitiva: que persigue satisfacer deseos físicos (hambre, sexo,…)
  • Alma irascible: que persigue fama, honor por medio de actos de valor.
  • Alma racional: que persigue el conocimiento, la verdad.

Estas tres almas permiten satisfacer la totalidad de las necesidades físicas y corporales del ser humano. Cada una de estas almas alcanza su excelencia cuando desarrolla ciertas virtudes:

Alma concupiscible: Moderación en el disfrute de los placeres físicos. Alma irascible: Fortaleza, coraje, valor. Alma racional: Prudencia para tomar las decisiones correctas. La ciudad (la comunidad de los hombres), según Platón, tiene las mismas necesidades que cada hombre particular. La ciudad nace porque no somos autosuficientes, necesitamos de muchas cosas para sobrevivir y necesitamos de los demás para vivir humanamente. Pero una comunidad de hombres tiene muchas necesidades que satisfacer y para ello surgirán los diferentes oficios: agricultores, artesanos, comerciantes. Platón les llama Productores. Estos productores tienen derecho a la propiedad privada. Sin embargo, hay un límite en la riqueza que pueden acumular, para evitar una desigualdad excesiva. De esta forma, las necesidades materiales de la ciudad quedarán satisfechas. Pero la riqueza genera envidias, y la ciudad deberá defenderse de las amenazas internas y externas (policía, ejército). Una nueva clase social aparecerá, su función: defender con valor, coraje la ciudad. Platón les llama Guardianes. No necesitan trabajar, la ciudad les mantiene. Es un ejército profesional. Pero no poseen nada en propiedad. La comida, el alojamiento, todas sus necesidades materiales se las proporciona la ciudad. Su tarea es estar bien preparados cuando la ciudad les necesite. De entre los guardianes, algunos destacarán por su amor al conocimiento. Estos recibirán una educación especial, encaminada a que alcancen el conocimiento del mundo ideal. Una vez superados sus estudios y prácticas, tendrán a cargo la dirección de la ciudad, tarea que realizarán con prudencia. Son los llamados gobernantes o filósofos-reyes. Tendrán las mismas limitaciones y derechos que los guardianes (ninguna propiedad, serán mantenidos). La ciudad se fundamenta en el principio de especialización funcional: cada uno hace lo suyo.

  • Alma concupiscible: (Moderación de los deseos) Productores Producen y venden objetos materiales.
  • Alma irascible: (Fortaleza) Guardianes Protegen la ciudad de las amenazas.
  • Alma racional: (Prudencia) Gobernantes Dirigen la ciudad con prudencia.

Las utopías humanistas: En el Renacimiento se escribieron algunas de las utopías más conocidas, como Utopía de Tomás Moro, Nueva Atlántida (1627) de Francis Bacon o La ciudad del Sol (1623) de Tommaso Campanella. La obra Utopía de Tomás Moro está dividida en dos partes bien diferenciadas. El libro primero está dedicado a la crítica de los aspectos más negativos de la sociedad de su tiempo, de aquella Inglaterra del siglo XVI: Se describe cómo los campesinos son expulsados de sus tierras, obligados a vender los muebles por una miseria, obligados a robar, lo que nos recuerda cierto género de literatura revolucionaria. Se habla también de la injusticia de las leyes penales (el robo y el vagabundeo se castigaban con la pena de muerte), los horrores de la guerra, la miseria de los pobres, el orgullo y la ociosidad de los nobles… El análisis de las causas del mal llevará al autor a denunciar la principal de ellas: “Voy a decirte lo que siento. Creo que donde hay propiedad privada y donde todo se mide por dinero, difícilmente se logrará que la república se administre con justicia y se viva con prosperidad”. Así pues, el libro es una denuncia, una crítica de las debilidades de un país. El libro segundo es la respuesta y la solución. Se nos presenta la isla “Utopía” como una sociedad feliz porque está basada en la justicia. Esta idea de justicia va íntimamente ligada a la realización de una sociedad sin clases, lo que implica la abolición de la propiedad privada y del poder del dinero. Tal es el fundamento de la sociedad utopiana: la propiedad privada es la causa de todos los males. El sistema político es de carácter democrático y parlamentario. La base de la organización económica es rigurosamente agrícola; sólo existen algunos oficios de primera necesidad. La ociosidad es desconocida, pero la jornada laboral está limitada a 6 horas, lo que es suficiente porque la producción se reduce a lo útil. Todos los utopianos llevan el mismo traje muy sencillo, de tela o paño, según la estación. La isla cuenta siempre con provisiones para dos años a fin de remediar la posibilidad de una mala cosecha. Hay comedores públicos y hospitales excelentes a disposición de todos. Para ellos, es natural gozar de los placeres de la vida: no desprecian el cuerpo, estiman la buena salud y los gozos instintivos. Todas las religiones están autorizadas.

El socialismo utópico y marxista: Durante el siglo XIX se impuso progresivamente en la sociedad el modelo capitalista-industrial. La revolución industrial dio lugar a una situación en la que los patronos tenían una posición de dominio sobre los obreros, cuya única fuente de ingreso era un salario insuficiente que obligaba a trabajar a toda la familia, incluyendo a los niños, con jornadas de 16 horas y una dura disciplina laboral. Trabajos monótonos, condiciones inhumanas de trabajo y la pérdida de tiempo libre convirtieron al ser humano en un mero instrumento. Algunos reformistas propusieron formas alternativas más justas de organización social. Fueron llamados los “socialistas utópicos”. Destacan, entre otros, los siguientes: Charles Fourier, quien imagina una nueva forma de organización del trabajo a la que denomina falansterio. Los falansterios serán unidades de trabajo que surgirán de la asociación de los propios trabajadores, que se liberarán así de la explotación de los capitalistas. En el falansterio, cada cual realizaría las tareas con las que se sienta más capacitado y atraído a cumplir. Además, se creará un sistema de garantías sociales, que ayudarán a los individuos en caso de enfermedad o accidente. Robert Owen no se limitó a soñar cómo habría que cambiar a la sociedad para que fuese más justa, sino que intentó llevar a la práctica sus teorías. Compró una fábrica en el norte de Escocia y creó una serie de ayudas sociales para sus obreros, que eran impensables en la época: entre estas, creó guarderías y escuelas para los hijos de los obreros, abrió tiendas con precios asequibles para sus empleados, construyó viviendas higiénicas para ellos, etc. Robert Owen defendía la posibilidad de desarrollar un sistema económico alternativo. Desde su perspectiva, los obreros debían unirse para crear cooperativas que fuesen más rentables que las industrias: cooperativas de producción y cooperativas de distribución. Etienne Cabet escribió una obra titulada Viaje a Icaria donde se propone una sociedad ideal de tipo comunista: en Icaria no existe propiedad privada ni dinero, el trabajo es planificado por la comunidad, y la producción se guarda en unos almacenes públicos en los que cada persona se abasteciera de bienes de acuerdo con sus necesidades. El pensamiento utópico más importante del siglo XIX lo constituye la teoría de Karl Marx. Según el marxismo, el capitalismo genera unas contradicciones que terminarán con él.

La principal contradicción es la lucha de clases entre los capitalistas y proletarios. Pero además, los capitalistas compiten con otros capitalistas. Muchos se arruinarán y pasarán al bando de los proletarios. Las desigualdades sociales aumentarán: Los ricos serán cada vez menos pero más ricos, mientras los pobres serán cada vez más, y más pobres. Llegará un momento en que los proletarios se sublevarán y tomarán el poder, arrebatándoles sus propiedades. Es la revolución comunista. El comunismo acabará con las clases sociales, con la propiedad privada. El trabajo será voluntario y libre. En esta nueva sociedad, cada uno trabajará según sus posibilidades, y recibirá según sus necesidades. Finalmente, “la Tierra será un paraíso, patria de la humanidad”.

Crítica contemporánea del utopismo: Las utopías han sido fuertemente criticadas durante el siglo XX. Veamos algunos de los autores que las critican: Para Karl Popper, por ejemplo, el pensamiento utópico es en política un error monumental. Popper distingue entre:

  • Sociedad cerrada: basada en una concepción mítico-irracional (el pueblo, la raza,…) con una organización colectivista de la sociedad —en la que los intereses individuales deben sacrificarse por los intereses colectivos—, y con unas normas rígidas amparadas por un poder totalitario. Son las sociedades organizadas en torno a una utopía, por ejemplo, la Alemania nazi y el estalinismo soviético.
  • Sociedad abierta: en la que priman los intereses individuales sobre los colectivos — porque no existen intereses colectivos al margen de los intereses individuales—. Esta sociedad tiene normas flexibles que se cambian si muestran su ineficacia para resolver los problemas para los que fueron diseñadas. Su poder es democrático.

Son las sociedades democráticas caracterizadas por: La democracia no es, como piensan algunos, el gobierno de la mejor de las opciones disponibles elegida mediante sufragio. Lo habitual es que logren el gobierno personas incompetentes; el mérito del sistema democrático es que podemos echarlos sin derramamiento de sangre: la esencia de la democracia es el cambio pacífico a través del voto. Democracia significa gobierno de la mayoría, pero respetando a rajatabla los derechos de las minorías. El poder político debe luchar contra las formas de explotación que impiden la verdadera libertad del ser humano.

En ellas, la acción política consiste en desarrollar reformas, nunca revoluciones. Se trata de ir solucionando con la mayor eficacia posible, y sin recurrir jamás a la violencia, los problemas que van llegando, rectificando siempre las medidas que la experiencia muestre ineficaces. En cambio, las sociedades cerradas (las utopías) caen en un terrible doble error: Error epistemológico: las políticas utópicas descansan en la creencia de que el poder político posee un conocimiento omnisciente — lo sabemos todo— y un poder omnipotente —lo podemos todo—, es decir, descansan en la divinización del poder político: Sabemos lo que los hombres realmente quieren, sabemos cómo hacerlo realidad y podemos hacerlo todo. Error ético: la perfección absoluta de los fines justifica la monstruosidad absoluta de los medios. La utopía se convierte en la gran excusa para sacrificar en su altar a los hombres, mujeres y niños reales, el coste inevitable que tenemos que pagar para alcanzar la Tierra Prometida. Para evitar estos dos errores, Popper nos ofrece, a su vez, dos consejos:

  1. Reconocer el carácter limitado del conocimiento humano. 1. No hay un conjunto de fines compartidos por todos los seres humanos que pueda servir de guía para la praxis política. Los fines, como los seres humanos, son plurales, y diversos los modelos de vida razonables. 2. Tampoco poseemos certeza sobre los medios. De ahí que no podamos predecir con exactitud las consecuencias de las decisiones políticas: frecuentemente aparece algo que echa al traste nuestras previsiones y debemos tener la flexibilidad suficiente para reconocer el error y rectificar. El conocimiento humano siempre es conjetural, no absoluto.
  2. Defender una moral centrada en el valor de las personas, su racionalidad y libertad. Esta moral demanda una sociedad democrática, basada en el estricto respeto de los derechos liberales y sociales, y en el rechazo de toda violencia que no sea la mínima imprescindible para salvaguardar estos derechos. Y esto sucede en las sociedades democráticas. Las democracias occidentales son responsables de una gran disminución de los males de la humanidad. Pero nada garantiza que estos logros no puedan perderse, hay que estar vigilantes en su defensa.

Las antiutopías: Una antiutopía (o una distopía o utopía negativa) es exactamente lo contrario de una utopía. Es un mundo de pesadilla, de donde las personas querrían escapar.

Durante el siglo XX, prácticamente no encontramos utopías y, sin embargo, se escribieron numerosas antiutopías. Durante muchos siglos, las utopías fueron descalificadas como meros sueños irrealizables, deseables sí, pero imposibles de cumplir. En el siglo XX, sin embargo, surgió el temor a que se hicieran realidad. Las distopías describen, en forma de novela, las consecuencias nefastas que produciría el cumplimiento de algunas utopías, una vez que las personas tengan a su alcance los medios necesarios para hacer realidad la sociedad ideal. Las antiutopías no proponen una situación futura deseable. A diferencia de las utopías, no tienen ningún mensaje positivo que ofrecer, y además suelen estar situadas temporalmente en el futuro. Son obras enormemente conocidas y que gozan de un considerable éxito: Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley; 1984, de George Orwell (1948), Farenheit 451, de Ray Bradbury, Congreso de futurología, de Stanislaw Lem, Eumeswill de Ernst Jünger, y un largo etcétera que completaría la lista. Algunas de estas obras han sido llevadas al cine. Así, Aldous Huxley en Un mundo feliz imaginó una sociedad donde todo estaba absolutamente controlado para que los individuos fueran felices: los niños eran manipulados desde el mismo momento de su gestación para que fueran sanos y perfectos, para que disfrutaran haciendo un determinado tipo de trabajos y no otros. A los adultos se les administraban píldoras de la felicidad, etc. De este modo se convierte en esclavos a los ciudadanos mediante técnicas de persuasión, creándoles un mundo placentero del que ha desaparecido cualquier rastro de libertad y de voluntad personal. Un mundo feliz, pero inhumano por falto de libertad. En Farenheit 451, Bradbury hace referencia a la temperatura a la que arde el papel en la escala Fahrenheit. En una sociedad oprimida y alienada en la que pensar no está bien visto, la misión de los bomberos es quemar libros. Según el gobierno, la lectura hace que los individuos no sean iguales, y generen aspiraciones que a la larga les reportará infelicidad. En 1984 de George Orwell se plantea un mundo ficticio donde el comunismo ha triunfado. No es la visión idealista del comunismo que hace feliz a la sociedad, sino un instrumento de absoluto control sobre los ciudadanos, donde prevalece la mentira de los gobernantes.

Entradas relacionadas: