Explorando el Pensamiento de Nietzsche y Hannah Arendt: Conceptos Clave

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Voluntad de Poder

La filosofía nietzscheana es una propuesta vitalista y afirmativa que nos invita a adoptar nuevos valores y una nueva manera de vivir. Nietzsche creía que, una vez asumida la muerte de Dios y superada la etapa negativa del nihilismo, los seres humanos tenían la oportunidad de reinventar libremente su futuro en busca de una mayor plenitud e intensidad vital. Pensaba que somos capaces de adueñarnos de nuestra propia vida y reconocer su valor. Para referirse a esta nueva forma de vivir, Nietzsche hablaba de la voluntad de poder. La voluntad de poder equivale al deseo de incrementar la plenitud vital para vivir de una manera más auténtica e intensa. Según Nietzsche, esta es la única manera digna y valiosa de vivir, por lo que debe servirnos de referencia para establecer nuevos valores. Además, Nietzsche hablaba del amor fati o amor al destino, que consiste en aceptar nuestra propia vida tal y como es, incluyendo no solo sus instantes de exaltación, sino también los de abatimiento, sin lamentarnos por la inevitable carga de dolor y de amargura que conlleva nuestra existencia.

El Eterno Retorno

La idea de que los acontecimientos de nuestra vida han de regresar eternamente para volver a vivirlos de forma idéntica es lo que se conoce como eterno retorno. La idea del eterno retorno sirve para determinar si somos capaces de decir sí a la vida, pues hace que nos preguntemos si soportaríamos que cada instante, incluso el más feliz de nuestra vida, se repitiese sin fin. El eterno retorno permitió a Nietzsche romper con la clásica interpretación del tiempo que había prevalecido en Occidente. La religión cristiana introdujo una concepción lineal de la temporalidad. Para el pensamiento cristiano, el tiempo tiene un comienzo y tendrá un final. Esta visión se contrapone a la interpretación circular del tiempo que tenían los griegos y muchas otras culturas, según la cual los acontecimientos se repiten cíclicamente siguiendo patrones regulares. Con la idea del eterno retorno, Nietzsche retoma esta antigua visión.

El Superhombre

Nietzsche pensaba que los seres humanos aún no han logrado afirmar su voluntad de poder hasta lo que supone el eterno retorno. Ninguna de las personas que existen tienen la fuerza suficiente para asumir de manera plena y convencida el pensamiento del eterno retorno. Quien pudiera vivir verdaderamente como si cada instante se fuera a repetir hasta la eternidad estaría sobrepasando las capacidades humanas, y sería en realidad alguien sobrehumano. Nietzsche lo llama el superhombre, queriendo expresar de ese modo que su fuerza, su voluntad de poder y su afirmación de la vida estarían muy por encima de las posibilidades humanas. El superhombre, según Nietzsche, aún no ha aparecido sobre la Tierra, porque su tiempo no ha llegado aún. Los seres humanos actuales, demasiado débiles para este pensamiento abismal y para esta forma de vida, somos únicamente una etapa previa en el proceso que conducirá, a su debido momento, al surgimiento del superhombre. El proceso que conduce desde los seres humanos actuales hasta el superhombre está recogido en el libro Así habló Zaratustra. En él se describe a un camello, abrumado por el peso de la carga que transporta. El camello representa el espíritu del ser humano doblegado por los valores contrarios a la vida que ha impuesto el cristianismo. Su existencia está marcada por el peso del "tú debes", que lo somete imponiéndole obligaciones. De esta etapa solo puede salirse mediante una transformación, que convierte al camello en un león. El león busca su libertad destruyendo los viejos valores y sustituyendo el "tú debes" por el "yo quiero". En esta etapa aún no es posible crear valores nuevos. Para eso es necesaria una tercera y última transformación, que convierte al león en un niño. El niño es el símbolo de la inocencia, es decir, del desconocimiento tanto del bien como del mal. Asimismo, el niño toma cada instante como un juego, como un fin en sí mismo. El niño representa la capacidad de inventar una nueva manera de vivir, libre de cargas, capaz de proponer valores nuevos basados en la afirmación de la vida. Esta será la tarea del superhombre, capaz de asumir su existencia bajo la idea del eterno retorno y dispuesto a asumir su vida.

Hannah Arendt y el Totalitarismo

En Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt aclara lo que distingue a los sistemas totalitarios de otras formas de dictadura y explica cómo fue posible que estos regímenes basados en el terror alcanzasen el poder y se mantuviesen en él durante tanto tiempo. El totalitarismo, según Arendt, es un fenómeno que únicamente puede darse en una sociedad de individuos atomizados. Tanto el nazismo como el estalinismo son ejemplos de sistemas totalitarios. Ambos se presentan como movimientos de masas que explotan la frustración y el resentimiento de quienes se sienten aislados y marginados en la sociedad. El movimiento ofrece a estas personas un lugar en el mundo, pero lo hace exigiendo a cambio una obediencia ciega y una lealtad incuestionable a su líder. Para extender su dominación, los movimientos totalitarios hacen uso de la propaganda y del terror. Las afirmaciones propagandísticas, repetidas una y otra vez, se presentan como verdades indudables, aunque en realidad proclamen ideas absurdas. El nazismo basó su ideología en una disparatada doctrina de la supremacía racial, mientras que el estalinismo se apoyó en una interpretación de la doctrina marxista. Estos temas, en un régimen totalitario, no se pueden discutir ni cuestionar, porque sirven de base para establecer una completa organización social en la que los derechos de las personas no tienen ningún valor. El control por parte del Estado de todas las esferas de la vida crea un clima de inseguridad y desconfianza permanente que no solo aísla a los individuos, sino que los condena a una perpetua soledad. La aspiración última del totalitarismo sería la de reducir a todas las personas a la sumisión y la obediencia. Se lograría así el poder total e ilimitado, pero para ello haría falta transformar a los seres humanos para que abandonasen por completo su capacidad de pensar, su aspiración a la libertad y sus sentimientos de solidaridad con los demás. Los sistemas totalitarios se caracterizan por su aspiración a controlar todos los ámbitos de la sociedad. Hannah Arendt desarrolló el concepto de “la banalidad del mal” tras asistir al juicio de Adolf Eichmann, un alto funcionario nazi responsable de organizar la deportación de millones de judíos a los campos de exterminio. Eichmann afirmó no odiar a los judíos y que solo cumplía órdenes, lo que llevó a Arendt a reflexionar sobre cómo alguien aparentemente normal y mediocre podía cometer crímenes tan atroces. Concluyó que el verdadero peligro no era la maldad consciente, sino la falta de pensamiento crítico y moral en personas comunes que obedecen sin cuestionar. A esto es a lo que Arendt se refiere cuando habla de la banalidad del mal, que explica cómo personas completamente normales pueden terminar cometiendo actos de inimaginable crueldad, sin dar importancia a lo que hacen porque nunca se han parado a reflexionar sobre las órdenes que ejecutan. Arendt consideraba que lo característico del ser humano es la natalidad. Lo que nos singulariza como humanos es la capacidad que tenemos para dar comienzo a realidades nuevas e insospechadas, originando algo que antes no existía.

Crítica a la Cultura Occidental y el Nihilismo

Su obra es una crítica de la cultura occidental y es una propuesta que intenta pensar la realidad desde un punto de vista completamente distinto. La obra de Nietzsche puede interpretarse como una afirmación del vitalismo y del valor único e irrepetible del individuo; insiste en el valor incomparable que tiene la vida del individuo. Para Nietzsche, lo que realmente importa es que seamos capaces de experimentar una vida plena. El primer trabajo importante de Nietzsche fue El nacimiento de la tragedia, libro en el que propone una interpretación original acerca de la creación dramática en Grecia. Nietzsche supone que el origen de la tragedia está asociado al culto de Dioniso, dios griego del vino y el desenfreno. Pero Nietzsche afirma que, además de reflejar la influencia del culto dionisíaco, la tragedia también muestra rasgos asociados al dios Apolo, que la tradición relaciona con la armonía y el equilibrio. Nietzsche identifica dos principios contrapuestos que permiten entender la singularidad de la cultura griega. Por un lado está lo dionisíaco, asociado al dios Dioniso y vinculado con el exceso, la pasión, la penumbra y lo irracional. Por otro lado, lo apolíneo, ligado al dios Apolo y relacionado con la mesura, la luz y la racionalidad. Lo apolíneo se corresponde con lo claro, que nos permite individualizar y distinguir con precisión unas realidades de otras. En cambio, lo dionisíaco está asociado a lo pasional, como cuando tenemos la impresión de que todas las cosas forman parte de una única realidad cósmica a la que también nosotros pertenecemos. En la tragedia clásica griega, Nietzsche veía un caso único en el que los elementos dionisíacos y apolíneos habían llegado a unirse en una armonía perfecta. Esta síntesis de elementos apolíneos y dionisíacos no duró mucho tiempo. Los griegos empezaron a dar una importancia cada vez mayor a los elementos racionales y apolíneos, mientras desconfiaban de lo dionisíaco. Según Nietzsche, en este proceso fue crucial Sócrates, con su insistencia en valorar la razón sobre todas las cosas, y con su rechazo de los excesos y la desmesura. Nietzsche sostenía que nuestra cultura occidental rechazaba el valor de la vida, poniendo por delante de ella otros valores diferentes. Por eso, para afirmar el vitalismo, es preciso revisar críticamente toda la cultura occidental. Desde un planteamiento vitalista, el pensamiento nietzscheano lanza una crítica contra toda la tradición cultural de Occidente. Para comprender el combate de Nietzsche contra la cultura occidental, conviene distinguir los diversos ámbitos a los que se dirigieron sus críticas.

Ámbitos de la Crítica Nietzscheana

  • La crítica a la gnoseología está unida al ataque nietzscheano contra la metafísica occidental.
  • La crítica nietzscheana se extiende, en segundo lugar, al ámbito de la religión, y sobre todo al cristianismo, al que considera culpable de los peores extravíos.
  • Por último, Nietzsche denuncia la moral de Occidente, a la que considera inaceptable y muy perjudicial por el modo en que ha condenado y ha rechazado la vida.

Según esta visión, el conocimiento genuino únicamente se capta por medio de la razón, que unifica y dota de significado al testimonio de los sentidos. Esto es posible mediante el uso de conceptos, que permiten englobar nuestras percepciones sensoriales para hacerlas manejables y comprensibles. Todo cuanto vemos, oímos o tocamos es procesado por nuestra racionalidad e interpretado mediante conceptos, que además podemos combinar mediante el pensamiento abstracto. Nietzsche estaba de acuerdo en reconocer que los conceptos son instrumentos útiles y eficaces para manejarnos en el mundo. El problema está en creer que esos conceptos nos abren el acceso a una dimensión superior de la realidad, más auténtica y verdadera que la que podemos percibir con los sentidos. Nietzsche negaba la existencia real de ese ámbito supremo en que residen los conceptos. Para él no hay más que un mundo, el que podemos percibir con los sentidos. No es la razón, sino la intuición, la que nos permite percibir de forma directa esta realidad sensible, formada por individuos particulares y concretos. Nietzsche era partidario del perspectivismo gnoseológico, según el cual es imposible encontrar una verdad absoluta porque el conocimiento depende del punto de vista.

La Moral de Señores y la Política

Nietzsche llama "moral de señores" a esta manera de entender la vida, según la cual lo bueno se corresponde con lo que es noble y fuerte. Conforme a esta escala de valores, lo malo equivale a lo que es débil, impotente o cobarde. De acuerdo con esta visión, no todos los seres humanos somos iguales. Los señores, nobles y fuertes, son solo unos pocos. Frente a estos, la mayor parte de la gente está muy por debajo de ellos y está condenada a una existencia baja y vulgar. Nietzsche creía que la política debería tener en cuenta la distinción que separa a los seres humanos superiores de los inferiores. Nietzsche rechazaba la democracia porque consideraba que es un sistema antinatural que trata a todos los seres humanos de la misma manera, cuando existe una importante diferencia entre quienes se atreven a vivir intensamente y quienes son demasiado débiles para hacerlo.

La Muerte de Dios y el Nihilismo

Según creía, solo la destrucción de la moral cristiana permitirá de nuevo afirmar la importancia de la vida. Para ello hace falta realizar una transvaloración de los valores, reconociendo que lo bueno debe corresponder a lo que impulsa e intensifica la vida, mientras que lo malo ha de asociarse a lo que disminuye o debilita la plenitud vital. Cada vez son más las personas que han comprendido la enorme mentira del cristianismo, y también son cada vez más numerosos quienes desean liberarse de él. Nietzsche expresó esta convicción con la frase: “Lo que ha sucedido es que Dios ha muerto porque los seres humanos lo hemos matado”. Si no hay ningún Dios, la base sobre la que se apoyaban nuestras antiguas creencias y seguridades se derrumba, dejando detrás un enorme vacío. De pronto nos damos cuenta de que nuestras convicciones estaban sustentadas en algo que no existe. De este modo caemos en el nihilismo, una etapa de pérdida y de confusión en la que parece que nuestra vida ha perdido su sentido. Sin embargo, el nihilismo no solo tiene esta vertiente negativa, sino que también puede interpretarse como una fase necesaria para poder desprenderse de las antiguas mentiras y emprender un nuevo rumbo vital.

Tipos de Nihilismo

  • Nihilismo activo: aceptar la muerte [de Dios] e implantar valores que acepten la vida (superhombre).
  • Nihilismo pasivo: aceptación [de la pérdida de valores], pero sin luchar por cambiar las cosas.

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