Explorando la Literatura Española: Del Modernismo a la Narrativa de los 60
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Literatura Española: Un Viaje desde el Modernismo hasta la Narrativa de los 60
1. Poesía
La literatura de finales del siglo XIX nace en un contexto marcado por el desastre del 98 (España pierde sus últimas colonias –Cuba, Puerto Rico y Filipinas–), la deslegitimación del sistema político de la Restauración (muerte de Alfonso XII sin descendencia, regencia de Mª Cristina, reinado de Alfonso XIII y dictadura de Primo de Rivera), la creciente conflictividad, el auge del anarquismo, revueltas en Europa y tensiones que acabarían en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Todo ello deriva en un pensamiento regeneracionista de signo antiburgués, de rebeldía frente al mundo y rechazo contra el pasado y en el que se imponen el irracionalismo, el subjetivismo, el individualismo, el pesimismo, el antipositivismo, la intuición o el culto a la belleza como forma de protesta, retomando así algunos de los principios románticos. Un pensamiento, además, influido por el nihilismo de Nietzsche o el psicoanálisis de Freud y una búsqueda frustrada del sentido de la vida que llevará a artistas e intelectuales al spleen o hastío, al deseo de evasión de la realidad y a actitudes decadentistas. En este contexto nacen dos movimientos: el Modernismo y la Generación del 98, corrientes distintas entre sí y estrechamente relacionadas, ya que algunos de los escritores del 98, como Antonio Machado o Valle-Inclán, antes de optar por el regeneracionismo noventayochista pasan por una primera etapa modernista, evasiva y estetizante.
El Modernismo nace en Hispanoamérica en 1888 con Azul… de Rubén Darío y su poesía se caracteriza por el alejamiento del Realismo y el Naturalismo, la búsqueda de vías de escape de la realidad (exotismo, cosmopolitismo, París, paraísos artificiales, mundo medieval, mitología…), la belleza como tema, la descripción del mundo interior del autor (hastío, tristeza, malestar existencial...), la concepción ideal del amor y la mujer, la sensualidad, el paganismo o la fantasía y un esteticismo extremo que crea una poesía refinada y elitista. Por otro lado, como rasgos formales, la lírica modernista presenta la búsqueda constante de la musicalidad y del colorismo; el uso abundante de figuras retóricas (la metáfora, la aliteración o la sinestesia); una rica simbología (cisnes, torres, princesas, materiales preciosos o el uso del color azul como símbolo de la libertad anhelada por el poeta); una excesiva adjetivación ornamental; el preciosismo léxico; la combinación de una expresión rica con arcaísmos, extranjerismos, neologismos y palabras refinadas o cultas; la recuperación de versos pocos usados (inclinación por el alejandrino) y la variación de los moldes clásicos; y la búsqueda de la perfección formal. El nicaragüense Rubén Darío se erigirá como uno de los puntos más álgidos con obras como Azul... (1888) o Prosas profanas (1896), donde imperan la libertad creadora y el esteticismo. En el ámbito español, bajo la influencia de Bécquer, destacan Manuel Machado (Alma, Cantares y El mal poema), que refleja tanto el andalucismo como el imaginario modernista; la primera etapa de Juan Ramón Jiménez (símbolos típicamente modernistas, expresión de melancolía y angustia, los temas decadentistas o la búsqueda de una expresión musical y evocadora); y Antonio Machado, con Soledades y Soledades. Galerías. Otros poemas, donde el paisaje es el reflejo de su alma y que constituye un ejemplo del mejor simbolismo español.
La Generación del 98, cuyo término acuñó Azorín en 1913 en el Manifiesto de los tres (firmado por Azorín, Baroja y Maeztu), fue el detonante de una literatura crítica y regeneracionista que reflexionaba sobre el atraso en el que se hallaba España. A su nómina se añadieron Unamuno, Antonio Machado o Valle-Inclán. Aunque se cuestiona, se les considera «generación» por cumplir los requisitos (fechas de nacimiento cercanas, relaciones personales, colaboración en periódicos, visita a la tumba de Larra, el Desastre del 98 como suceso generacional común, concepción de Nietzsche como guía espiritual, autodidactismo y un lenguaje generacional similar). Como rasgos temáticos destaca su compromiso con el mundo con el que está en desacuerdo y por la preocupación por «el problema de España» (desde un punto de vista íntimo y una devoción por Castilla); la reflexión sobre la identidad española y recuperación de sus valores (austeridad, nobleza, espiritualidad...); los conflictos filosóficos y existenciales (voluntad, sentido de la vida, muerte, paso del tiempo o existencia de Dios); o la revalorización de los románticos y clásicos. En cuanto a sus rasgos formales, esta se define por la renovación del lenguaje literario; su defensa de la sobriedad, la naturalidad o el antirretoricismo; y la recuperación de palabras tradicionales en desuso. Destaca Campos de Castilla, de Antonio Machado (ampliada y publicada de nuevo en 1917), que supone la evolución del autor del Modernismo de sus Soledades a la nueva estética y en la que el poeta se identifica con la tierra castellana y tiende a una mayor objetividad, sin perder el enfoque intimista. Se trata de una obra heterogénea en la que destacan cuatro bloques: el paisaje castellano visto desde la vivencia y el recuerdo (naturaleza que conduce a la reflexión sobre el país o sus emociones), el amor y la muerte (recuerdo de su amor perdido), un poema narrativo en forma de romance y un apartado de poemas breves de carácter filosófico y sentencioso.
2. Narrativa
La literatura de finales del siglo XIX nace en un contexto marcado por el desastre del 98 (España pierde sus últimas colonias –Cuba, Puerto Rico y Filipinas–), la deslegitimación del sistema político de la Restauración,(muerte de Alfonso XII sin descendencia, regencia de Mª Cristina ,reinado de Alfonso Xlll y dictadura de Primo de Rivera) la creciente conflictividad, el auge del anarquismo, revueltas en Europa y tensiones que acabarían en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Todo ello deriva en un pensamiento regeneracionista de signo antiburgués, de rebeldía frente al mundo y rechazo contra el pasado y en el que se imponen el irracionalismo, el subjetivismo, el individualismo, el pesimismo, el antipositivismo, la intuición o el culto a la belleza como forma de protesta, retomando así algunos de los principios románticos. Un pensamiento, además, influido por el nihilismo de Nietzsche o el psicoanálisis de Freud y una búsqueda frustrada del sentido de la vida que llevará a artistas e intelectuales al spleen o hastío, al deseo de evasión de la realidad y a actitudes decadentistas. En este contexto nacen dos movimientos: el Modernismo y la Generación del 98, corrientes distintas entre sí y estrechamente relacionadas, ya que algunos de los escritores del 98, como Antonio Machado o Valle-Inclán, antes de optar por el regeneracionismo noventayochista pasan por una primera etapa modernista, evasiva y estetizante.
En este contexto de crisis aparece la Generación del 98, a través del “Manifiesto de los tres” firmado por Baroja, Azorín y Maeztu. Como características temáticas del 98, destacan: la angustia existencial y el tema de Dios cuya reaparición se relaciona con el antipositivismo y con el irracionalismo propios del fin de siglo (reflexión sobre la inexistencia o el silencio de la divinidad); el problema de España, analizando la realidad social y política que pasa por recuperar o modificar los rasgos que configuran la identidad española. En cuanto a las características de estilo destacan: el primitivismo, exaltación de lo pequeño, sencillo vulgar o popular, interés por las manifestaciones medievales de la literatura española y la recuperación de un vocabulario arcaico y popular; subjetivismo, que entronca con el idealismo romántico, la conciencia o la percepción de la realidad y del yo; y la renovación formal, con una profunda transformación del lenguaje y los géneros literarios.
Los primeros años del siglo XX, la novela vive un proceso de ruptura, expresión de la crisis social, política e ideológica que sacude a la civilización burguesa. El paradigma realista decimonónico no parece adecuado para reflejar las convulsiones de la época. Así, en 1902 se publican en España cuatro novelas que certifican la superación del Realismo y marcan el inicio de una renovación novelística: Amor y pedagogía de Unamuno; Camino de perfección de Pío Baroja; La voluntad de Azorín y Sonata de Otoño de Valle-Inclán.
En estas obras están definidas las características de la nueva narrativa de fin de siglo. La introspección, en la que las novelas están protagonizadas con frecuencia por ser abúlicos y desorientados, que experimentan una crisis vital y reflejan en muchos casos la propias inquietudes del autor. Además presentan en general protagonistas masculinos cuyo conflicto interior constituye el eje del relato. Otra característica es el simbolismo, ya que los personajes son expresión de la crisis de la sociedad burguesa y en particular de la decadencia de España. En cuanto a los aspectos formales, el elemento narrativo se debilita a favor de la reflexión y los relatos resultan más breves, fragmentarios y desestructurados. Esto va acompañado de un deseo de renovación estilística.
Los autores más importantes son Pio Baroja que escribió El árbol de la ciencia o Azorín con Diario de un enfermo. Sin embargo cabe destacar Unamuno que distingue dos tipos de novela (las ovíparas y vivíparas). Sus dos novelas más representativas son Niebla (1914) y San Manuel Bueno, Mártir. En la primera, Augusto Pérez decide suicidarse después hablar con su amigo Víctor Goti sobre temas existenciales tras terminar una relación amorosa, pero cuando decide visitar al escritor Miguel de Unamuno se da cuenta de que el suicidio no es posible ya que él no está vivo, ni muerto, sino que es un ente de ficción. Don Miguel decide matarlo pero él se niega y se va. Los temas de la novela son el deseo de la inmortalidad, el conflicto entre la libertad y el determinismo, el existencialismo y el paralelismo hombre-dios/ personaje-autor. San Manuel Bueno, Mártir, por otro lado, trata de un cura no creyente llamado Don Manuel, que finge tener fe para hacer felices a aquellos que viven en su pueblo y darles esperanza. Los temas de esta novela son la reflexión sobre la envidia como fermento de la vida social española y el planteamiento de la alternativa entre una verdad desoladora y una ilusión que ofrece el consuelo o sentido a la vida.
3. Teatro
En España, después de la muerte de Alfonso XII, le sucede la regencia de su mujer Maria Cristina. Además suceden algunos acontecimientos como: el desastre del 98 en que España perdió sus últimas colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas; la invalidez del sistema político de la Restauración ya que la alternancia de partidos suponía un fraude y la conflictividad social que produjo el nacimiento de sindicatos y el auge de sindicatos. Todos estos acontecimientos provocaron la decadencia de España. Hay que añadir que en 1923 hubo la dictadura de Primo de Rivera; más adelante, en 1931 se instauró la Segunda República; finalmente en 1936 hubo un golpe de estado provocando la guerra civil española. En cuanto a nivel europeo, cabe destacar que nos encontramos en plena Revolución Rusa y además estallaba la primera Guerra Mundial.
En el primer tercio del s.XX, se dan dos hechos importantes en el ámbito teatral: el estreno de una gran cantidad de obras y la coexistencia de varias generaciones de dramaturgos (realistas, modernistas, de la Generación del 98 y de la Generación del 27). Además, el teatro de la época se organiza en dos vertientes: el teatro comercial (Benavente, Marquina, Villaespesa, Arniches o los hermanos Machado) que destaca por responder a los gustos del público y a los dictados de los empresarios; y el teatro renovador o anticomercial (Valle-Inclán, Unamuno, Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Lorca y Alberti) que se caracteriza por una escasa presencia y repercusión en los teatros, ya que son más sugerentes e innovadores desde el punto de vista estético, dejando de lado el interés del gusto del público.
En concreto, el teatro comercial se caracteriza por crear obras convencionales que presentan una visión acrítica y es, en gran parte, continuador del que imperaba a finales del XIX (drama posromántico de Echegaray, “alta comedia”, costumbrismo…). Además, destacan tres tipos de corrientes en este teatro. En primer lugar, la comedia burguesa con Benavente donde destacan Los intereses creados (1907) y La Malquerida (1913). En segundo lugar, el teatro en verso, posromántico y con aportaciones formales del Modernismo (musicalidad, símbolos…), asociado a una ideología tradicionalista y hay cierta voluntad de emular el teatro del Siglo de Oro; donde destacamos a Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina y los hermanos Machado con Juan de Mañara (1927) que trata de un “donjuán” y La Lola se va a los puertos (1929) que trata de una cantante que se enamora de un guitarrista. Por último, el teatro cómico con predominio de la comedia costumbrista y el sainete donde destacamos a Los hermanos Álvarez Quintero los cuales eran andaluces que escribían sainetes de temas sentimentales como El patio (1900) y El genio alegre (1906); Carlos Arniches con La señorita de Trevélez (1916) y Calle Mayor (1916); y Pedro Muñoz Seca que creó el género cómico llamado “astracán” con La venganza de don Mendo (1918).
Por otra parte, las obras del teatro renovador comparten algunas características. Primeramente, el abandono del realismo, ya que este se consolida como la opción estética preferida por la burguesía. En segundo lugar, el sentimiento antiburgués de los autores se traduce en un rechazo del realismo. El teatro como cauce de reflexión filosófica, donde la acción, los caracteres o la escenografía se cargan de valor simbólico. Finalmente, la recuperación de formas primitivas de teatralidad; se retorna la expresión de primitivismo propio de la época. Se cultiva la tragedia, el auto sacramental y la farsa.
Los autores más importantes que cabe destacar son Federico García Lorca y Valle Inclán. En la obra dramática de Lorca se pueden distinguir tres grandes ciclos: teatro menor con Retablillo de don Cristóbal caracterizado por las farsas; teatro de ensayo con El público; y teatro mayor destacando La casa de Bernarda Alba. En cuanto a Valle Inclán, vemos una gran evolución y una obra considerable y variada siguiendo unos ciclos; el ciclo modernista, contiene obras basadas en la estética modernista El marqués de Bradomín; en su ciclo mítico, representa un camino hacia el esperpento en el que los personajes se rigen por la irracionalidad usando un lenguaje desgarrado, Divinas palabras; en el ciclo de la farsa vemos teatros de marionetas para así poder criticar, La marquesa Rosalinda; finalmente en su ciclo esperpéntico, vemos el uso de la parodia, humanización de objetos y animales, y la animalización de humanos (los personajes son marionetas), su obra más importante es Luces de bohemia.
4. Narrativa de los 60
En los años 60, durante la Dictadura de Franco, en España se producen modificaciones: se sale de la autarquía, se recuperan posiciones en la escena internacional, se firman acuerdos con EEUU y despega el desarrollo económico de España, junto al nacimiento de la clase media, el consumismo y la aparición del turismo, con la que se superará el aislamiento y el cual contribuirá a cambiar las costumbres. Aunque Franco conserva todo el poder, en 1966 hay un referéndum sobre la ley que nombrará sucesor a Juan Carlos I. En este contexto, los escritores tienen más facilidad para viajar y conocer nuevas tendencias estéticas originadas en el exterior. En el ámbito internacional, la década empieza con la crisis de los misiles en Cuba y acaba con el denominado mayo del 68, el movimiento hippie y el comienzo de la Guerra de Vietnam.
En literatura destaca la influencia de las nuevas técnicas narrativas importadas del exterior: obras como el Ulises de James Joyce, la narrativa de Frank Kafka y de William Faulkner y el tratamiento del tiempo de Marcel Proust y Virginia Woolf y técnicas narrativas como la ruptura del orden cronológico (anacronías como la analepsis, prolepsis y comienzos in medias res), la presencia de un tiempo reducido, el perspectivismo narrativo y la incorporación de la segunda persona autorreflexiva, el empleo del monólogo interior y el fluir de la conciencia así cómo el diálogo y el estilo indirecto libre, el uso expresivo de la tipografía (ruptura de líneas o ausencia de puntuación) y la riqueza expresiva manifestada en la elaboración retórica del discurso, en la creación de nuevos términos o el uso paródico de diferentes tipos de lenguaje. Posteriormente, la novela hispanoamericana de los años 60 se convertirá, también, en modelo; por ejemplo, Mario Vargas Llosa (La ciudad y los perros, 1962), Julio Cortázar (Rayuela, 1963) y Gabriel García Márquez (Cien años de soledad, 1967). Los autores de los 60 se cuestionaban la pobreza estructural, técnica y estilística de las obras del realismo social, por ello adoptaron estas nuevas innovaciones formales aunque no dejaron de lado las preocupaciones sociales.
Entre los autores más destacados de esta década, se incluyen autores de la primera postguerra como Gonzalo Torrente Ballester con La saga fuga de JB, Camilo José Cela con San Camilo 1936 y Miguel Delibes con Cinco horas con Mario (1962). Los más representativos de esta década son Luis Martín Santos con Tiempo de silencio (1962), Juan Goytisolo con La isla (1961) o fin de fiesta (1962) y Juan Marsé con Esta cara de la luna (1962) y Últimas tardes con Teresa (1966).
Podemos destacar, de entre ellas, tres obras fundamentales de la época. En primer lugar, la obra de Miguel Delibes, Cinco horas con Mario: el monólogo de la protagonista durante la noche en la que vela el cadáver de su marido (de ahí su innovación formal) en cuyo discurso de la mujer se retrata una visión conservadora y mediocre de la clase media que contrasta con los ideales de progresismo del marido. En segundo lugar, Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, tiene un argumento sencillo y algo melodramático: la vida de un joven médico que no logra salvar la vida de una joven de una familia marginada, el médico es detenido y, aunque consigue librarse de la cárcel, es despedido y su novia es asesinada en venganza por la muerte de la chica. En esta novela, con un lenguaje culto y el uso de técnicas novedosas, el autor realiza una descripción de la realidad de España y una reflexión sobre su historia. Lo más novedoso de ella consiste en la mezcla de perspectivas (perspectivismo narrativo), el uso del monólogo interior, la segunda persona, el estilo indirecto libre, diferentes tipologías textuales, numerosas figuras retóricas y el empleo tanto de neologismos o terminología de diferentes ciencias como de expresiones populares y vulgarismos. Finalmente, Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé (de tendencia renovadora) narra las relaciones sentimentales de una joven de la alta burguesía catalana y un chico murciano, pobre y delincuente. En la novela se critica el progresismo superficial de cierta juventud universitaria y, en cuanto a la forma, sobresalen el uso de la ironía, la parodia, la hipérbole y variedad de registros.