Explorando el Complejo de Edipo y la Teoría de los Sueños de Freud

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Complejo de Edipo

El **Complejo de Edipo** se refiere a la situación en la que el niño se enamora de su madre y odia a su padre. Es verdad que el niño también puede amar a su padre, adoptando una actitud ambivalente: ama y odia a la misma persona. Este mismo complejo, aunque evolucionado de una manera un tanto diferente, se presenta en la niña: ella se enamora de su padre y odia a su madre, o asume ante ella una actitud ambivalente.

La situación entera, con sus amores y celos violentos, así como con sus conflictos y represiones inevitables, contiene una enorme cantidad de **tensión** y **esfuerzo psíquicos** que pueden ser fuente de interminables **trastornos emocionales**.

Teoría de los Sueños de Freud

La **teoría de los sueños** destacaba su tortuosidad. En los sueños se descubren las fuerzas reprimidas que procuran, a tuertas o a derechas, las gratificaciones prohibidas.

Según Freud, el sueño es, en esencia, la **satisfacción enmascarada** de los deseos reprimidos durante la vigilia. Los sueños tienen mucho más sentido y son mucho más elaborados de lo que parecen. Todo sueño tiene un **contenido manifiesto** y un **contenido latente**.

El contenido manifiesto es la historia que cuenta el sujeto al relatar el sueño en su significado literal, mientras que el contenido latente constituye la verdadera significación.

El contenido manifiesto puede ser tomado de los acontecimientos de la vida de vigilia, pero, pese a ello, el sueño no es un mero juego simple y casual de asociación ordinaria. El contenido manifiesto es solo el material que emplean las fuerzas psíquicas reprimidas.

Los deseos que han sido desalojados a lo inconsciente durante el día tienen una oportunidad de expresarse por la noche, cuando el sueño relaja la vigilancia del **censor** (metáfora que ideó Freud para explicar las prohibiciones que el yo impone a lo inconsciente). Sin embargo, aun cuando el yo duerma y la censura se relaje, los deseos no se atreven a manifestarse abiertamente. Si fuesen francamente sexuales, el que duerme se despertaría asustado, según ocurre cada vez que el sueño es demasiado claro.

Por tanto, los deseos prohibidos se disfrazan para poder introducirse en la conciencia. Los disfraces son variados y en extremo ingeniosos; uno de ellos es el **simbolismo**. Las personas, objetos y sucesos que figuran en el contenido manifiesto del sueño representan otra cosa. Al parecer, la ingeniosidad del inconsciente en sus recursos para eludir la censura no tiene límites.

Puede ocurrir que el punto significativo aparezca desempeñando un papel trivial en el conjunto del sueño, cuando en realidad constituye su sentido básico, o que la emoción significativa se adhiera a un objeto en apariencia inocuo. Pero la elaboración onírica no se reduce a desfigurar el sueño: al despertar, el soñador no debe saber qué ha estado haciendo durante el sueño.

De ahí que se produzca una **segunda elaboración**: al recordar y relatar su sueño, el soñador le da, inconscientemente, una forma lógica y coherente, de tal manera que toma cierta apariencia de historia o suceso real vinculados a él. Sin embargo, el sueño mismo no tiene ni necesita lógica ni coherencia alguna, puesto que constituye la expresión de una forma de pensar rotunda y primitiva en la que los principios lógicos y críticos del pensar no tienen vigencia.

De modo que los sueños no solo revelan el sentido elaborado del pensamiento inconsciente, sino también la naturaleza lógica de sus operaciones.

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