Exploración del Pensamiento Cartesiano y la Filosofía Empírica de Hume
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Descartes: La Búsqueda de la Certeza y la Existencia de Dios
Descartes afirma sin duda la existencia de un yo que piensa, pero no ha terminado su tarea de edificar una nueva filosofía. En efecto, con su planteamiento de la duda ha proclamado la imposibilidad de admitir la existencia de cualquier realidad exterior al pensamiento. El yo que piensa está solo, por lo que Descartes tiene que indagar en su yo para ver si encuentra algo que le permita afirmar la existencia de realidades distintas del yo. Si no lo logra, su filosofía resultaría insatisfactoria. El pensamiento es una actividad que apunta en muchas direcciones. A todo contenido del pensamiento Descartes lo denomina idea, y establece la siguiente clasificación:
A Descartes le interesaban especialmente las ideas innatas de infinitud y perfección, que identificó con la idea de Dios. Consideró que la idea de un Dios infinito y perfecto que hay en la mente es innata, y a partir de ella demostrará que Dios existe, no sólo como idea, sino también y sobre todo como realidad. Para demostrarlo, utiliza varios argumentos:
Argumento Ontológico
A diferencia de Tomás de Aquino, que había rechazado su validez, Descartes se sirvió del conocido argumento “ontológico” de San Anselmo. Si Dios es perfecto, necesariamente Dios tiene que existir.
Argumento de la Causalidad de la Idea de Perfección
Encuentro en mí la idea de un ser perfecto e infinito, que es la idea más perfecta de todas cuantas puedo concebir. Si la realidad que se encuentra en el efecto no puede ser superior a la realidad de la causa, entonces esa idea ha tenido que ser producida por una causa que tenga, al menos, tanta perfección como tiene el efecto o idea que hay en mí. Como yo no soy perfecto, no he podido ser yo la causa de esa idea de perfección. Y si es así, tiene que existir una causa proporcionada a esa idea y que la haya producido. Luego existe Dios, como causa eficiente de esa idea de perfección.
Argumento de la Causa de mi Existencia
Yo existo como ser que piensa, y tengo en mí la idea de Dios. ¿De quién procede mi existencia? De mí mismo no, puesto que soy imperfecto, y de ser yo mi propio autor me habría dado todas las perfecciones... Por tanto, el autor último de mi existencia tiene que ser Dios. Luego Dios existe.
Cuando Descartes consideró probada la existencia de Dios como ser perfecto, de infinito poder, de infinita sabiduría, de infinita veracidad y bondad, tenía el camino abierto para afirmar que existía la realidad exterior o mundo. Porque, si Dios es el autor de mi naturaleza, y Dios es infinitamente veraz y bueno, no puede complacerse engañándome y no ha podido crear mi razón de tal modo que me lleve a tomar como falso aquello que se me presente como evidente. Dios garantiza que a mis ideas adventicias les corresponde una realidad extra-mental. El Dios cartesiano, sin embargo, no garantiza la veracidad de todas las ideas adventicias; sólo existen realmente las cualidades llamadas primarias. El pensamiento, Dios y los cuerpos constituyen para Descartes los tres ámbitos de realidad existentes: las sustancias pensantes o res cogitans (yoes, almas, conciencias, mentes), la sustancia divina o res divina (infinita, perfecta) y las sustancias extensas o res extensa.
Hume: La Ciencia de la Naturaleza Humana y los Límites del Conocimiento
El objetivo fundamental y prioritario de la filosofía de Hume es lograr un saber científico de la naturaleza humana: elaborar una ciencia del hombre. Hume pensaba que Newton, apoyándose en la observación y la experimentación, había levantado una sólida explicación de la naturaleza física. Por esta razón, intentará aplicar ese mismo método a la naturaleza humana.
Hume partió de este principio: todo contenido de la mente (percepciones) deriva de la experiencia, no hay ideas innatas. Hume divide las percepciones en impresiones e ideas. Las impresiones son los datos inmediatos de la experiencia; las ideas son como copias o imágenes de las impresiones.
De acuerdo con uno de los rasgos común a racionalistas y a empiristas, no hay contacto directo entre la mente y los objetos; esa relación está mediada por las impresiones o las ideas. Entre impresiones e ideas se dan, según Hume, dos diferencias: a) la fuerza o viveza y b) el orden en que aparecen, pues las impresiones siempre preceden a las ideas correspondientes.
Esta diferencia relativa al orden de aparición implica el rechazo definitivo de la existencia de ideas innatas; y, además, permitió a Hume elaborar el principio de copia, que aplicará cada vez que necesite aclarar el valor de alguna idea.
Toda idea es copia de una impresión o percepción originaria. Las ideas complejas pueden ser copias de impresiones complejas y también el resultado de una actividad independiente que tiene lugar en nuestra mente. Las ideas complejas pueden formarse siguiendo unas pautas generales de asociación que expresan tendencias naturales de la mente, semejantes a la fuerza de atracción de la gravedad de Newton.
Hume afirma que no hay ideas universales como tales; es decir, que a las llamadas ideas generales o universales no les corresponde ninguna impresión que las legitime como ideas.
Lo que llamamos ideas generales son meramente nombres (nominalismo) de los que nos servimos por su evidente utilidad y por el hábito o costumbre de asociar en nuestra mente ideas simples que guardan parecido entre sí.
Hume distinguió dos clases de objetos (conocimientos) presentes ante la mente humana:
- Relaciones de ideas: Este tipo de proposiciones se limita a operar sobre contenidos ideales, y su verdad no requiere, por tanto, de la experiencia. Se puede conocer su verdad por un simple análisis racional. Las matemáticas están constituidas por proposiciones de este tipo, que expresan simples relaciones de ideas, sin referirse a lo que existe o puede existir. Se trata de verdades que están protegidas por el principio de no contradicción, pues sería contradictorio afirmar lo contrario de lo que esa proposición expresa, y que afirman relaciones necesarias.
- Cuestiones de hecho: Son proposiciones que contienen datos o cuestiones de hecho; podemos negar esas proposiciones sin incurrir en contradicción.
Hay, por tanto, dos clases de proposiciones, que en lenguaje actual serían denominadas respectivamente juicios analíticos y sintéticos. Hume se ocupó especialmente de las cuestiones de hecho, observando que todos los razonamientos que se hacen sobre cuestiones de hecho contienen inferencias causales.
Una vez determinado el origen del conocimiento, sus contenidos y las relaciones de dependencia entre los mismos, Hume aplica esos principios generales para medir el alcance y el valor de los conocimientos humanos acerca de la realidad.