Exploración de los Cultos Mistéricos en la Antigua Roma: Cibeles, Atis, Isis, Serapis y Mitra

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Exploración de los Cultos Mistéricos en la Antigua Roma

En un primer momento, el de Cibeles no era un culto mistérico porque carecía de ritos iniciáticos. Sin embargo, estos aparecieron cuando creció la popularidad de Atis, en los últimos años de la República. El más conocido es el llamado taurobolio: el que va a ser consagrado sumo sacerdote desciende a un pozo excavado en el suelo para recibir la sangre del toro sacrificado sobre una tarima agujereada, que cubre el pozo. No sabemos exactamente cuál era el sentido de estos taurobolios, pero se piensa que el rito podía servir de ceremonia de consagración del sumo sacerdote. Sin duda no era iniciático y es probable que, en un primer momento, tuvieran un alcance purificatorio hasta que, ante el avance del cristianismo, acabaron convertidos en bautismos de sangre, réplica al bautismo de agua, y dando esperanza de vida eterna al tauroboliado.

Los Cultos Mistéricos

Lo que los modernos llamamos “misterios” son, ante todo, cultos iniciáticos. El término griego mýstes significa precisamente eso, “iniciado”. En el paganismo romano tradicional no existía esa frontera; los devotos mistéricos eran todos aquellos que participaban en los ritos, celebrados públicamente, de modo que la “comunidad de fieles” coincidía con la comunidad de ciudadanos, sin establecer divisiones entre ellos. Los misterios romanos rompen la identidad entre ambas comunidades. Podemos definirlos, siguiendo a Burkert, como:

Ritos iniciáticos, de carácter voluntario, personal y secreto, que buscaban la transformación del espíritu mediante la experiencia de lo sagrado.

Éste es el principal punto de encuentro, la razón de que podamos albergar toda una serie heterogénea de cultos bajo la denominación común de cultos mistéricos, porque todos ellos tienen ceremonias precisas de iniciación. Más allá de ese punto, las diferencias son numerosas. Ni en el ritual ni en la doctrina, en la medida en que podemos conocerlas, hay unidad sino todo lo contrario. Es cierto que algunos dioses mistéricos pueden interpretarse como divinidades sufrientes que con su pasión logran superar un destino adverso, asociados con la muerte y el resurgir anual de la vegetación. Así sucede con Osiris o Atis, pero no, en cambio, con Mitra. Por esta razón, hablar de “religiones mistéricas” parece excesivo, y es preferible referirse a ellos simplemente como cultos o ritos, pues los iniciados no tenían reparo alguno en participar en las ceremonias consagradas a otros dioses, a diferencia de lo que les sucedía a los cristianos; y los devotos de cultos mistéricos siempre estuvieron integrados dentro de la sociedad.

Mientras que los dioses romanos no tienen sentido si los tomamos aisladamente, sino sólo integrados en su panteón, los dioses de los misterios ofrecen, cada uno de ellos, una cosmología propia y más o menos suficiente, que no necesita el complemento de otras divinidades. El carácter secreto de los cultos mistéricos está bien atestiguado y explica que sus templos y lugares de culto buscaran deliberadamente el aislamiento y la intimidad. Los ritos de iniciación no podían revelarse jamás, para no incurrir en la temible cólera del dios, por eso, lo que sabemos procede de escritores cristianos como Fírmico Materno o Clemente de Alejandría, que quieren ridiculizarlos o bien mostrar su falsedad. Nuestra información está, pues, terriblemente sesgada. Aunque su origen remoto es oriental, todos estos cultos fueron profundamente transformados y helenizados antes de difundirse. Asimismo, la Isis helenística y romana apenas guarda algún punto de contacto con la Isis del Egipto de los faraones.

Cibeles y Atis

El rito de Atis era muy curioso: se introducía un pino recién cortado en la ciudad, y era llevado al Palatino, pues al pie de ese árbol, según el mito, se había castrado Atis. Aquellos que desearan ser galli (Sacerdotes de Cibeles), se castraban a sí mismos y, por su parte, los que ya lo eran se hacían incisiones sangrantes con piedras en los brazos.

Isis y Serapis

Serapis es el mejor ejemplo de divinidad creada artificialmente, por un Ptolomeo. Se trataba de crear un culto que pudiese atraer tanto a griegos como a egipcios en el reino mestizo de los lágidas y el resultado fue la fusión de Osiris-Apis, es decir, el Apis muerto y convertido en Osiris, señor de la ultratumba, cuya iconografía es plenamente griega: se representa a Serapis como un Plutón, anciano barbudo con una cesta desbordante de frutas sobre la cabeza.

Isis se transforma en culto mistérico en época helenística. La mejor documentación que tenemos sobre ella es el XI libro de la Metamorfosis de Ovidio. Su fiesta es el 5 de Marzo, apertura de la navegación en honor a Isis, que entra en Roma mucho más tarde que Cibeles. Hasta Caracalla no tiene un templo dentro del Pomerio.

Mitra

Mitra nunca fue aceptado en la religión oficial. Sus santuarios (mitreos) están semiescondidos, a menudo son subterráneos, e imitan una cueva. Preside este la estatua de un Mitra tauróctono, y es evidente el deseo de representar el espacio sagrado (la cueva) donde Mitra dio muerte al toro. Se diferencia al resto de cultos en que en este los fieles entraban en el templo, lo que provoca una clara relación con el cristianismo, y era un culto exclusivo de varones con muchos templos en las ciudades del imperio.

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