Exploración Atlántica y Sucesión Española: Dinámicas de Poder en la Edad Moderna

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Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media y las Rutas Atlánticas

Desde principios del siglo XV, Castilla y Portugal organizaron expediciones por el Atlántico. El interés castellano por esta ruta se explica por motivos económicos. Por un lado, interesaba la vía hacia el Atlántico Norte como vía para la exportación e importación de productos. Por otro lado, la ruta sur en torno al eje Sevilla-Cádiz, controlada por los genoveses, permitía el acceso a los productos africanos, las telas italianas y las especias orientales. La unión entre ambas rutas se producía a través de una densa red de ferias, entre las que destacaban las de Medina del Campo.

Con el fin de proteger la ruta atlántica del sur, Castilla se alió con Portugal y Aragón con la intención de controlar el Estrecho de Gibraltar, logrando notables avances: Tarifa (1292), la victoria sobre los benimerines en la batalla del Salado (1340), que supuso la neutralización del control norteafricano en este enclave estratégico, Algeciras (1344) y Gibraltar (1462). Precisamente en esta ruta atlántica meridional, Portugal se convirtió en el principal rival de Castilla. Durante el reinado de Juan I, su hijo Enrique el Navegante creó la Escuela de Navegación de Sagres y promovió expediciones que les permitieron conquistar Ceuta (1415) y Tánger (1471). Además, los portugueses colonizaron Madeira (1418) y las Azores, y se lanzaron a explorar la costa occidental africana, inicialmente en busca de oro, marfil y esclavos, y posteriormente con el fin de encontrar una ruta atlántica hacia las Indias y sus codiciadas especias. En esta última empresa destaca la llegada al golfo de Guinea (1460), el cabo de Buena Esperanza por Bartolomé Díaz (1488) y la llegada al océano Índico y la India por Vasco de Gama (1497).

La rivalidad castellano-portuguesa se localizó en las islas Canarias, habitadas hasta entonces por los aborígenes guanches, y que interesó inicialmente como base marítima de operaciones y aprovisionamiento. Entre 1402 y 1428, Enrique III de Castilla promovió expediciones encabezadas por Jean de Bethencourt que permitieron controlar Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro, mientras que el resto de islas, las mayores, tendrían que esperar hasta finales del siglo XV: Gran Canaria (Pedro de Vera, 1483), La Palma y Tenerife (Alonso Fernández de Lugo, 1493-96). La rivalidad entre Castilla y Portugal se extendió hasta 1479, cuando se firmó el Tratado de Alcaçovas, por el que Portugal renunciaba a las Canarias pero veía reconocido su monopolio comercial al sur de las islas.

La España del Siglo XVIII: La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht

Carlos II, que había muerto sin descendencia, nombró sucesor a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. En el frágil equilibrio de la Europa del momento, la posibilidad de que un Borbón pudiera hacerse con la herencia española era un peligro para la estabilidad europea, por eso cuando en 1701 Felipe es proclamado rey de España sin renunciar a sus derechos al trono francés, Austria, Inglaterra y los Países Bajos firmaron la Alianza de La Haya, a la que se unirían Portugal, Saboya y Prusia, apoyando al otro pretendiente, el archiduque Carlos de Habsburgo. Se desata un conflicto conocido como Guerra de Sucesión (1701-1714) por el control de la hegemonía internacional, no solo española. De un lado, los Borbones con el apoyo castellano, y del otro, los Habsburgo con la ayuda de la Alianza de La Haya y Aragón, que se enfrentan en una compleja contienda con tintes de guerra civil e internacional que se desarrollará en Europa, la Península e incluso las posesiones francoespañolas de ultramar.

Tras el desembarco en 1704 del pretendiente Carlos de Habsburgo en España (Corona de Aragón), la guerra es favorable a la coalición liderada por Inglaterra, que toma Gibraltar y Menorca, aunque tras la batalla de Almansa (1707), Felipe V recupera Aragón y Valencia. En Italia y los Países Bajos la guerra fue desfavorable a los Borbones, pero las hostilidades se debilitarán en 1711 cuando el archiduque Carlos fue elegido emperador austriaco sin renunciar al trono español. Esto provocó que sus aliados facilitaran la firma de la Paz de Utrecht. Compuesta por los tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714), supuso a nivel internacional la consolidación de Gran Bretaña como potencia naval y comercial tras su establecimiento en Gibraltar y Menorca y el incremento de su comercio con Indias. Obtuvo el monopolio de la venta de esclavos en América (Asiento de Negros) y el derecho de enviar anualmente un galeón con manufacturas para ser vendidas en las colonias españolas (Navío de Permiso), lo que suponía romper el monopolio comercial español sobre América. Los Habsburgo arrebatan a España Flandes y las posesiones italianas que aún conservaba, y Saboya obtuvo Sicilia. A nivel nacional, la guerra se prolongó un año y medio más en Cataluña, que no quería la imposición de un sistema político centralizado como el que ya se había establecido en Valencia y Aragón, y se produce la llegada de una nueva dinastía al trono español, los Borbones en la persona de Felipe V.

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