La expansión cristiana en la península ibérica

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La expansión cristiana (1031-1250)

En el siglo XI, tras la fragmentación de al-Ándalus en taifas, los reinos cristianos iniciaron un proceso de expansión que duró hasta el siglo XIII, cuando al-Ándalus quedó reducido al Reino de Granada.

Situación política de 1031 a 1085

Reinos cristianos hispánicos Para los reyes feudales, el reino formaba parte de su patrimonio personal. Por ello, repartían como herencia sus territorios u otorgaban una parte de ellos como dote. Esta mentalidad influyó en el desarrollo de los reinos hispánicos, como se aprecia en la herencia de Sancho III el Mayor tras su muerte en 1035.

Al-Ándalus De las taifas surgidas en el año 1031, las más importantes fueron las de Sevilla, Toledo, Badajoz y Zaragoza. Los cristianos aprovecharon la división de los musulmanes para conquistar territorios y cobrar impuestos en oro, conocidos como parias.

Aragón

Fue heredado como reino por Ramiro I, uno de los hijos de Sancho el Mayor. Este unió al Reino de Aragón los condados de Sobrarbe y Ribagorza.

Navarra

A pesar de ser el núcleo del poder de Sancho II el Mayor, vio limitadas sus posibilidades de expansión hacia el sur. Estuvo gobernada por los reyes de Aragón entre 1076 y 1134.

Castilla El Reino de Castilla surgió cuando Sancho III el Mayor legó este condado a uno de sus hijos, Fernando I, y este se proclamó rey. Durante su reinado, dado que estaba casado con una princesa leonesa, el Reino de Castilla estuvo vinculado al Reino de León.

El Reino de León, que era el más antiguo de la península, se vio superado en importancia por Castilla, más activa militarmente y con mayor movilidad social. Sin embargo, ambos reinos mantuvieron vínculos tras la muerte de Fernando I y, a lo largo del siglo XII, pasaron por periodos de unión y separación. Alfonso VI, rey de Castilla y León, tomó Toledo en 1085. Esta ciudad tenía un alto valor simbólico, puesto que era centro de una poderosa taifa y había sido la capital del Reino visigodo.

Situación política de 1085 a 1212

Al-Ándalus Tras la conquista cristiana del Reino de Toledo (1085), los reyes de taifas se vieron obligados a pedir ayuda a los almorávides, pueblo musulmán que había establecido un imperio en el norte de África. Su llegada detuvo el avance cristiano y logró la reunificación del territorio andalusí hasta comienzos del siglo XI.

Aragón

Este reino experimentó un fuerte crecimiento con reyes como Alfonso I (1104-1134). Alfonso I de Aragón y Navarra conquistó Zaragoza, ocupó parte del valle del Ebro y llegó hasta el Sistema Ibérico.

En el año 1137, la boda de Ramón. Berenguer IV, conde de Barcelona, y Petronila, la jovencísima reina aragonesa, significó la unión de los condados catalanes a Aragón. A pesar de que cada territorio mantuvo sus propias leyes e instituciones, Ramón Berenguer IV aportó un amplio patrimonio en el Midi. Él y su hijo Alfonso II prosiguieron la expansión de la Corona de Aragón hacia el sur.

León y Castilla

Los reinos de León y Castilla, unidos por el monarca Alfonso VI, habían salido fortalecidos por la conquista de Toledo, que les abrió las posibilidades de expansión por las tierras del Tajo. Esta expansión fue realizada durante el reinado de Alfonso VII, aunque a su muerte, en 1157, estos reinos volvieron a separarse.

Portugal

Era un condado perteneciente al Reino de León que fue otorgado como dote por Alfonso VI a Enrique de Borgoña cuando se casó con su hija. El hijo de ambos lo independizó en el año 1128 y, en 1143, se estableció como reino. El Reino de Portugal llevó sus fronteras a orillas del Tajo con la conquista, en 1147, de la ciudad de Lisboa.

Durante la segunda mitad del siglo XII, los reinos cristianos tuvieron que hacer frente a la invasión almohade. Los almohades, que aprovecharon la fragmentación territorial de al-Ándalus, lograron unir el territorio andalusí en 1172 y establecieron su capital en Sevilla. Este imperio obstaculizó la expansión de los reinos cristianos, fundamentalmente en los territorios situados entre el río Tajo y Sierra Morena, hasta que fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (1212).

Situación política de 1212 a 1250

La batalla de las Navas de Tolosa (1212) fue una importante victoria para los reinos cristianos, ya que hizo posible la ocupación del valle del Guadalquivir. En esta batalla, lucharon conjuntamente los reyes de Castilla (Alfonso VIII), de Navarra (Sancho VII) y de Aragón (Pedro II).

Navarra

se volcó hacia Francia

León y Castilla

La unión definitiva de Castilla y León se produjo con Fernando II en 1230. Este rey conquistó las dos grandes capitales islámicas, Córdoba (1236) y Sevilla (1248). Además, dominó Murcia en 1243.

Portugal

llegó a las costas del sur de la península en 1249 con la conquista de Faro, lo que significó el fin de su expansión.

Aragón perdió casi todo su patrimonio en el Midi tras la derrota por los franceses en la batalla de Muret (1213), en la que murió Pedro II. Su sucesor, Jaime I de Aragón, conquistó las islas Baleares (1235) y Valencia (1245), que se integraron como reinos en la Corona de Aragón.

Al-Ándalus

En 1250, solo quedaba un reino andalusí, el Reino de Granada, dirigido por la dinastía nazarí.

Expansión por repartimiento

La repoblación consistió en la ocupación con población cristiana de los territorios que se habían tomado a los musulmanes.

  • Capitulación Era un pacto donde se permitía la permanencia de la población musulmana, que recibía el nombre de mudéjar, respetando sus propiedades y su religión. Las capitulaciones se realizaban ante la falta de pobladores cristianos.
  • Repartimiento A cada poblador se le otorgaba un lote de tierras. En el valle del Guadalquivir, este incluía parcelas de cereal y olivar. La peligrosidad de esta zona fronteriza hizo que cedieran sus tierras a la nobleza y al clero.
  • Presura Este sistema, que en Aragón y Cataluña se llamaba aprisio, consistía en que a todo aquel que pudiera tomar una tierra y cultivarla se le otorgaba su propiedad. De esta forma, se repoblaron los territorios situados al norte del Duero.
  • Concejos Los concejos eran asentamientos concentrados a los que el rey concedía un fuero. Dieron lugar a ciudades con un gran territorio dependiente o alfoz, como Salamanca, Soria, Segovia o Ávila en Castilla y en León; o Calatayud, Daroca, Albarracín y Teruel en Aragón.

Sociedad y economía de frontera

La organización social en los reinos cristianos estuvo condicionada por el carácter fronterizo. El peligro de guerra e incursiones se compensaba otorgando, a todos los que se atrevieran a vivir en esas condiciones, unas ventajas que no hubieran obtenido en otras circunstancias. En la repoblación de las tierras del sur del Tajo, fue fundamental el papel de las órdenes militares castellanas: Alcántara, Santiago y Calatrava. Esta última tenía su sede en el castillo de Calatrava (Aldea del Rey, Ciudad Real) y poseyó numerosas tierras y una gran cabaña de ganado ovino. La continua tensión militar fue responsable de que los agricultores tuvieran un peso menor que los ganaderos. Los rebaños, especialmente los de ovejas, eran más fáciles de defender y de proteger ante los ataques, dado que podían guarecerse tras las murallas de castillos y ciudades. En cambio, cuando se producía una incursión era habitual que se incendiasen los cultivos. Las necesidades defensivas favorecieron el establecimiento de las órdenes militares, entre las que destacaron la de Alcántara y la de Santiago. Estas eran una combinación de orden religiosa e institución caballeresca que se ocuparon de defender y repoblar la submeseta Sur, el sudeste de Aragón y el sur de Cataluña. A partir del siglo XIII, la economía de los reinos cristianos experimentó un importante desarrollo.

Evolución política

Los siglos XIV y XV se vieron marcados por los conflictos entre los reinos cristianos y por las guerras civiles originadas por la rivalidad entre nobleza y monarquía. Por un lado, los nobles buscaron defender y ampliar sus privilegios. Por otro, los reyes, habitualmente con el apoyo de las ciudades, querían restar poder a la nobleza, aunque continuaban necesitando de su apoyo militar. Finalmente, los reyes reforzaron su autoridad, pero a cambio tuvieron que hacer concesiones económicas a la nobleza.

Castilla Una de las guerras civiles más sangrientas fue la que enfrentó al rey Pedro I de Castilla y a su hermanastro Enrique de Trastámara (1366-1369), quien aspiraba al trono. El rey contó con el apoyo de la mayor parte de las ciudades, mientras que su oponente contaba con el respaldo de gran parte de la nobleza y del alto clero. La de Enrique II supuso el ascenso al trono de la dinastía Trastámara y la concesión de grandes señoríos a la nobleza que le había apoyado. Para compensar estas cesiones, desarrolló una intensa política interior para reorganizar el reino con la que, a pesar de todo, logró aumentar su autoridad.

En la Corona de Aragón, en 1410, el rey Martín I murió sin descendencia. Por ello, en 1412, se convocó a los representantes de las instituciones de todos los estados de la corona para elegir un nuevo rey. El pacto alcanzado en esta asamblea, el Compromiso de Caspe, significó el establecimiento de una rama de los Trastámara como reyes de Aragón. Sin embargo, esta rama de la familia no reforzó su autoridad en la misma medida que la rama de Castilla.

Todos los reinos cristianos contaron con Cortes Estamentales. Las primeras fueron las de León, constituidas en 1188. Ya como Cortes de Castilla, su máximo desarrollo fue en los siglos XIV y XV, cuando los representantes de las ciudades supusieron un contrapeso importante a los privilegios de la nobleza y el clero. Especial relevancia alcanzaron las Cortes de los estados de la Corona de Aragón, ya que el rey no podía aprobar leyes sin su consentimiento. También en la Corona de Aragón se constituyeron las Diputaciones Generales o Generalidades. Estos eran unos órganos administrativos encargados de llevar a cabo y de gestionar los acuerdos tomados en las Cortes, como la recaudación de impuestos. Este modelo de gobierno basado en el reparto de responsabilidades entre el rey y las instituciones estamentales se conoce como pactismo.

La Corona de Aragón inició una expansión por el Mediterráneo para defender sus intereses comerciales. Para ello, se sirvió de los almogávares, temibles guerreros, y se establecieron numerosos consulados comerciales en el norte de África. La Corona de Castilla comenzó la exploración de las islas Canarias e incorporó territorios del entorno del estrecho de Gibraltar. El Reino nazarí de Granada subsistió hasta 1492. Mantuvo una buena situación económica, aunque perdió algunos territorios cercanos al estrecho de Gibraltar, como Algeciras.

Los reinos hispánicos sufrieron en el siglo XIV una fuerte crisis demográfica provocada por el hambre, las guerras y la peste. Esta crisis demográfica tuvo consecuencias económicas. En Castilla, disminuyó la producción agrícola y muchos campos quedaron abandonados. Por su parte, en la Corona de Aragón, se arruinaron numerosos comerciantes y artesanos. A los problemas demográficos y económicos se unieron los conflictos sociales. Los enfrentamientos que se produjeron entre diferentes grupos pusieron de manifiesto la crisis del sistema feudal, que trataba de ajustar sus estructuras a las transformaciones económicas que se estaban produciendo.

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